Vanessa
'No lo entiendo', exclam¨® George W. Bush al recuperarse del susto tras la desaparici¨®n de la torres gemelas de Nueva York. 'No es normal que esto nos pase a nosotros, que somos tan buenos'. Aturdido, como un mono en el zoo, se rasc¨® el sobaco.
'No lo entiendo', musit¨® el ex presidente De la R¨²a mientras se escapaba en helic¨®ptero de la Casa Rosada. 'No es normal que estos cacerolazos suenen por m¨ª, que he sido un fiel servidor de la patria'. Aturdido, como un monje de clausura confrontado de repente a la realidad del mundo, se rasc¨® la cabeza.
'No lo entiendo', dijo el arzobispo de Valladolid cuando el a?o pasado perdi¨® miles de millones especulando en la bolsa de valores. 'No es normal que Gescartera me haya dejado en pelota, si parec¨ªa un asunto seguro'. Aturdido, como un pueblerino al que le acaban de dar el timo del tocomocho, se rasc¨® la p¨²rpura vac¨ªa del bolsillo.
'No lo entiendo', confes¨® a los periodistas en fechas recientes la alcaldesa Rita Barber¨¢, ante la oleada de incendios criminales de veh¨ªculos, que iluminan las calles de la ciudad. 'No es normal esta delincuencia, si desde que estamos en el poder todo va bien'. Aturdida, como un guardia civil de los de antes, se rasc¨® las puntas virtuales del bigote.
En el libro Estados canallas, Noam Chomsky afirma con citas rigurosas que el gobierno de su pa¨ªs, EE UU, particip¨® y sigue participando de forma habitual -ya sea como c¨®mplice o como brazo ejecutor- en golpes de estado, asesinatos de adversarios, desestabilizaciones y malas artes de diversa ¨ªndole desde Guatemala a Timor, desde Filipinas a Cuba, desde Chile a Vietnam, desde ?frica al Oriente.
Fernando de la R¨²a sirvi¨® a la Argentina, s¨ª, pero sin poner en entredicho el pesado fardo de la deuda externa heredada de administraciones corruptas anteriores. Si un presidente no es capaz de redimir a sus conciudadanos de pr¨¢cticas usureras escandalosas, ?para qu¨¦ sirve?
Lo del arzobispo es de chiste: sin hacer preguntas indiscretas, invirti¨® en portafolios que lo mismo negocian acciones de preservativos que de bombas o ametralladoras. Casos como el suyo ya los combati¨® Jes¨²s a latigazos cuando expuls¨® a los mercaderes del templo.
Por su parte Rita, al tim¨®n del Ayuntamiento de Valencia, un d¨ªa intenta destruir un barrio hist¨®rico y al siguiente especula con terrenos edificables, sin que le importe un carajo el destrozo social que provoca su gesti¨®n.
En el mismo rellano de mi casa tengo un vecino que se dice apol¨ªtico, gasta corbata, pelo engominado, va a misa los domingos y si bebe unas copas de m¨¢s le pega a la parienta. Lo s¨¦ porque las paredes del edificio son casi de papel y dejan escuchar las conversaciones. Ayer tuvo una trifulca con su hija. En la barah¨²nda, alcanc¨¦ a descifrar un par de frases: 'No lo entiendo, Vanessa, no lo entiendo. Como no cambies me vas a matar a disgustos'.
La verdad es que soy yo quien no entiendo por qu¨¦ algunos no entienden. Vanessa es una joven de apenas veinte a?os. Estudia Derecho, me sonr¨ªe cuando nos cruzamos en las escaleras y la he visto un par de veces llevando pancartas en manifestaciones contra esto y aquello. Mi vecino, su padre, deber¨ªa estar orgulloso. Lo imagin¨¦ aturdido del otro lado del tabique, pero no quise ni pensar qu¨¦ par de cosas se estar¨ªa rascando.
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