La tranquila euforia de Nick Cave
Como muchos exiliados, Nick Cave tiene una relaci¨®n ambigua con su patria: no olvida los conflictos con las autoridades y los desaires sufridos cuando tocaba rock feroz con The Birthday Party. Pero se ha convertido en un estilista refinado, comanda una banda excepcional y su m¨²sica, a pesar de la morbosidad de algunas letras, goza de una creciente aceptaci¨®n: el pasado a?o, incluso se llev¨® el ARIA (el equivalente australiano del grammy) como mejor artista masculino.
No s¨®lo la industria musical quiere reconciliarse con ¨¦l: tambi¨¦n le saludan instituciones como la National Portrait Gallery, en Camberra, que presenta el retrato encargado al pintor Howard Arkley como pieza central de una reciente exposici¨®n, So you wanna be a rock star: portraits and rock music in Australia. Algo que le divierte, igual que la estatua que van a erigirle sus paisanos de Wangaratta, donde naci¨® en 1957.
Nick explica que 'descubres que sigues siendo australiano en las circunstancias m¨¢s raras. Estaba viendo la apertura de las Olimpiadas de Sydney con la t¨ªpica postura c¨ªnica, 'mira que son horteras'. Hasta que de repente se me fundi¨® la pose y empec¨¦ a llorar. L¨¢grimas as¨ª de gordas..., sent¨ª orgullo al comprobar que Australia resolv¨ªa perfectamente las Olimpiadas. A la vez, me indigna que voten a pol¨ªticos conservadores, represivos, idiotas de la peor cala?a'. Quedan cuentas por saldar, heridas que Cave quiere explorar en un documental que se rodar¨ªa durante la gira que, al frente de los Bad Seeds, le lleva a Australia en marzo. No se prodiga mucho en directo y ya se han agotado las entradas para los seis conciertos -en teatros, naturalmente- de la visita. Mientras tanto, sigue viviendo en Londres y ejerciendo de buen padre (con los recientes gemelos, tiene a su cargo cuatro criaturas): 'Uno de mis hijos va al colegio con el hijo de Bruce Dickinson, el cantante de Iron Maiden. Es un colegio donde alientan la creatividad y montan lo que llaman 'la semana de la voz'. Llevaron a cantantes de ¨®pera y me pidieron que fuera a explicarles la historia del blues. Fue tambi¨¦n Bruce y juntos hicimos Black Betty con los chavales marcando el ritmo con los pies. Result¨® estupendo'.
En Londres, Cave mantiene rutinas de oficinista: 'El trabajo ordena mi existencia. Vivo en un barco, en el T¨¢mesis, y he alquilado un local cerca, donde puse un piano de cola, un ordenador y un equipo de grabaci¨®n. Lo llamo mi oficina y es exactamente eso, voy a las nueve de la ma?ana y me marcho a las seis de la tarde. Leo y escucho m¨²sica, pero el objetivo es componer. No hay otra cosa que hacer: por las ventanas, veo edificios industriales..., tengo que buscar las canciones dentro de m¨ª'. A pesar de su reserva, reconoce cierta euforia ante su ¨²ltima producci¨®n musical y literaria: ha escrito el gui¨®n para una pel¨ªcula, The proposition, que se rodar¨¢ en Australia. Aunque est¨¢ orgulloso de su novela faulkneriana, Y el asno vio al ¨¢ngel, ahora no se siente con fuerzas para otro libro: 'Estuve a punto de enloquecer, dos o tres a?os encadenado a la m¨¢quina de escribir y la botellita de Tipp-Ex. Ven¨ªan a verme y se encontraban con un maniaco con fluido corrector hasta en las cejas'.
Mientras acumula cancio
nes para un pr¨®ximo disco que 'deber¨ªa ser tan rico como los que acaban de sacar Dylan y Cohen', se entretiene atendiendo encargos variados. Le encanta colaborar con otros m¨²sicos y ha grabado con Pulp una versi¨®n en vals de un ¨¦xito del grupo, Disco 2000. Con parte de los Blockheads, la banda que respaldaba a Ian Dury, ha recreado Let it be, la pieza de Paul McCartney, para la banda sonora de I am Sam (tambi¨¦n ha cedido To be by your side para la pel¨ªcula francesa Le Peuple migrateur). Se trata de alejar a los demonios: 'Desde que tuve treinta a?os hasta que llegu¨¦ casi a los cuarenta, me sent¨ª al borde del vac¨ªo, ve¨ªa declinar a mucha gente que estaba a mi alrededor. Hist¨®ricamente, los m¨²sicos de rock se pierden a esa edad. As¨ª que estaba perpetuamente aterrado: cada disco era una haza?a, cada canci¨®n parec¨ªa ser la ¨²ltima. Hasta que decid¨ª replantearme mis principios espirituales, buscar los motivos de mis dudas. Descubr¨ª que estoy aqu¨ª para hacer m¨²sica y que nada puede imped¨ªrmelo'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.