La espalda del tiempo
Las moscas
Algunos cient¨ªficos manifiestan el mayor inter¨¦s por el estudio del vuelo de las moscas, que ser¨ªa el m¨¢s complejo y completo de todo lo que, animal o racional, retoza por el aire. Un laboratorio de rob¨®tica de Estados Unidos especializado en din¨¢mica del movimiento trata de reproducir en condiciones simuladas las caracter¨ªsticas esenciales de un desplazamiento que, por el momento, parece incomprensible, aunque han construido una m¨¢quina -a la que incluso acarician el lomo, si ese insecto fingido tiene un segmento anat¨®mico con ese nombre- que tal vez por desajustes de escala s¨®lo llega a cumplir una mitad de los airosos desplantes de la mosca verdadera. Buena noticia para padres inquietos por el cr¨ªo que se emboba papando moscas. Lo mismo est¨¢ observando sin saberlo, que es como mejor se estudia.
El rojillo con trienios ante la tele se espanta atormentado por el vuelo de la memoria personal de sus ensue?os y clama al cielo solitario porque lo que todav¨ªa es usurpa el lugar de lo que nunca podr¨ªa ser
Hu¨¦sped de los dedos
Mejor ir a lo concreto, es decir, una circunstancia resfriada. Haciendo de jardinero por ver de anticipar a mediod¨ªa la primavera en el balc¨®n de casa, va y te haces un corte en la yema -la yema- del dedo ¨ªndice de la mano izquierda, la m¨¢s usada en tareas dom¨¦sticas, vas hacia el ba?o rumiando que jam¨¢s habr¨ªas supuesto tanto flujo sangu¨ªneo en esa zona perif¨¦rica, entonas algunas maldiciones, buscas en vano el agua oxigenada -oxigenada- y las tiritas, recurres al papel higi¨¦nico -as¨ª se lo llama- mientras palpas con la derecha el sitio de unas tijeras que vuelan hacia el pulgar, lo sangran, rebotan hacia el suelo con tan buena fortuna que el pie resulta ileso, te lames las heridas y recurres al yodo diluido para darle al ordenata antes de arruinar el d¨ªa, de modo que el teclado se ve te?ido de ictericia en apenas unas l¨ªneas. Y a¨²n se incluye a los dedos en el despectivo apartado de extremidades.
No abuses de las dejadas
Precisamente por eso lo m¨¢s insufrible del tenis televisado por la segunda cadena es la patri¨®tica -aunque deber¨ªa declararse inconstitucional- propensi¨®n de los locutores a animar a los de casa en cuanto tienen ocasi¨®n. Esa demostraci¨®n de parcialidad, de la que se abusa algo menos en ciertas cadenas extranjeras en favor de una forzada neutralidad, estar¨ªa a¨²n puesta en raz¨®n de no ser porque los que cuentan el evento que el espectador contempla se permiten tambi¨¦n aconsejar a distancia a los que consideran, sin duda, sus tenistas. El otro d¨ªa, cuando Juan Carlos Ferrero no pudo aguantar el empuje de El Aynaoui, se dirig¨ªan desde la pantalla a nuestro paisano como si llevara un audio al o¨ªdo repitiendo mil veces 'no abuses de las dejadas, Juan Carlos'. Un entusiasmo confianzudo que me record¨® a una de mis hermanas, en el cine, hace a?os, cuando avisaba al bueno de las argucias que tramaba el malo.
Rojos para siempre
A prop¨®sito. Si hay algo m¨¢s fastidioso que el rojo reconvertido en talludito pijo neoliberal es el rojo que se ha juramentado ante dios y ante la historia que jam¨¢s de los jamases se permitir¨¢ el menor desmayo en la portadur¨ªa de tan sangu¨ªneo color. Despotrica contra todo y nada le contenta, alterna los estados de depresi¨®n y de euforia seg¨²n le d¨¦ por verse como el ermita?o al que nadie escucha o tocado por la gracia del que se lleva entre manos algo tan sagrado como la verdad permanente, y su estado de ¨¢nimo m¨¢s frecuente -salvo que encima sea gastr¨®nomo- se vincula m¨¢s bien con la tristeza. No por la melancol¨ªa deudora de un para¨ªso perdido que nunca conoci¨®, sino por la certidumbre de una desdicha en la que se sabe poco acompa?ado. Eso le permite apelar sin esfuerzo a la traici¨®n constante de los otros, y as¨ª concilia el sue?o algunas noches, reconfortado de antemano por las malas noticias que sin duda publicar¨¢ la prensa de ma?ana.
M¨²sica de cine
Y pese a ello se venden como rosquillas los ced¨¦s compilatorios de canciones de pel¨ªculas, sobre todo en fechas de aniversario de lo que sea, cuando los m¨²sicos de cine saben de sobra que, salvo bonitas excepciones, es feo asunto una banda sonora que se recordar¨¢ por un corte de tres minutos. La densidad sonora de una pel¨ªcula est¨¢ subordinada a las escenas que la componen, y quienes hayan escuchado las m¨²sicas de El apartamento o Chinatown, tan pegadas al acontecimiento f¨ªlmico que potencian, susurran o anticipan, sabr¨¢n que hay una melod¨ªa continua que atribuye un tema al protagonista y otro a la protagonista, seg¨²n una cadencia que, en el mejor de los casos, se va solapando un tanto a hurtadillas hasta fusionarse en la cat¨¢strofe de clausura. Pero eso es arte, algo distinto del tema para tararear bajo la ducha.Hu¨¦sped de los dedos
Mejor ir a lo concreto, es decir, una circunstancia resfriada. Haciendo de jardinero por ver de anticipar a mediod¨ªa la primavera en el balc¨®n de casa, va y te haces un corte en la yema -la yema- del dedo ¨ªndice de la mano izquierda, la m¨¢s usada en tareas dom¨¦sticas, vas hacia el ba?o rumiando que jam¨¢s habr¨ªas supuesto tanto flujo sangu¨ªneo en esa zona perif¨¦rica, entonas algunas maldiciones, buscas en vano el agua oxigenada -oxigenada- y las tiritas, recurres al papel higi¨¦nico -as¨ª se lo llama- mientras palpas con la derecha el sitio de unas tijeras que vuelan hacia el pulgar, lo sangran, rebotan hacia el suelo con tan buena fortuna que el pie resulta ileso, te lames las heridas y recurres al yodo diluido para darle al ordenata antes de arruinar el d¨ªa, de modo que el teclado se ve te?ido de ictericia en apenas unas l¨ªneas. Y a¨²n se incluye a los dedos en el despectivo apartado de extremidades.No abuses de las dejadas
Precisamente por eso lo m¨¢s insufrible del tenis televisado por la segunda cadena es la patri¨®tica -aunque deber¨ªa declararse inconstitucional- propensi¨®n de los locutores a animar a los de casa en cuanto tienen ocasi¨®n. Esa demostraci¨®n de parcialidad, de la que se abusa algo menos en ciertas cadenas extranjeras en favor de una forzada neutralidad, estar¨ªa a¨²n puesta en raz¨®n de no ser porque los que cuentan el evento que el espectador contempla se permiten tambi¨¦n aconsejar a distancia a los que consideran, sin duda, sus tenistas. El otro d¨ªa, cuando Juan Carlos Ferrero no pudo aguantar el empuje de El Aynaoui, se dirig¨ªan desde la pantalla a nuestro paisano como si llevara un audio al o¨ªdo repitiendo mil veces 'no abuses de las dejadas, Juan Carlos'. Un entusiasmo confianzudo que me record¨® a una de mis hermanas, en el cine, hace a?os, cuando avisaba al bueno de las argucias que tramaba el malo.Rojos para siempre
A prop¨®sito. Si hay algo m¨¢s fastidioso que el rojo reconvertido en talludito pijo neoliberal es el rojo que se ha juramentado ante dios y ante la historia que jam¨¢s de los jamases se permitir¨¢ el menor desmayo en la portadur¨ªa de tan sangu¨ªneo color. Despotrica contra todo y nada le contenta, alterna los estados de depresi¨®n y de euforia seg¨²n le d¨¦ por verse como el ermita?o al que nadie escucha o tocado por la gracia del que se lleva entre manos algo tan sagrado como la verdad permanente, y su estado de ¨¢nimo m¨¢s frecuente -salvo que encima sea gastr¨®nomo- se vincula m¨¢s bien con la tristeza. No por la melancol¨ªa deudora de un para¨ªso perdido que nunca conoci¨®, sino por la certidumbre de una desdicha en la que se sabe poco acompa?ado. Eso le permite apelar sin esfuerzo a la traici¨®n constante de los otros, y as¨ª concilia el sue?o algunas noches, reconfortado de antemano por las malas noticias que sin duda publicar¨¢ la prensa de ma?ana.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.