Atletas de un mundo sin fronteras
Varios deportistas de primer nivel mundial compiten por pa¨ªses diferentes al de su nacimiento por una gran variedad de razones
Ni Fiona May hab¨ªa nacido en Italia, que es de Leeds y se hizo italiana tras casarse con un saltador de p¨¦rtiga que hab¨ªa nacido en Estados Unidos pero que era italiano, ni Niurka Montalvo en Espa?a, que es de Cuba y se cas¨® con un espa?ol, pero all¨ª estaban las dos, jug¨¢ndose el oro en el foso de saltos del estadio de Sevilla, agosto del 99, y en esa noche calurosa, las aficiones italiana y la espa?ola empujaban como locas a sus respectivas representantes. El oro de la espa?ola y la plata de la italiana subieron a los medalleros de sus pa¨ªses de adopci¨®n. Todo normal. Nada nuevo. Cosas m¨¢s ex¨®ticas se han visto. Nacionalizados hay en todas partes. Si hasta en la selecci¨®n francesa de rugby, deporte de orgullo nacional donde los haya, juegan dos surafricanos y un neozeland¨¦s.
Marina Anissina es francesa por pura casualidad, por un asunto de desamor
En estos Juegos de Salt Lake City, por ejemplo, lo m¨¢s normal es que el oro en danza sobre hielo se lo lleven Marina Anissina y Gwendal Peizerat, que compiten bajo bandera francesa por pura casualidad. Por un asunto de desamor. Anissina naci¨® sovi¨¦tica y haciendo pareja con Ilya Averbukh fue campeona mundial j¨²nior en 1990 y 1992. El futuro se presentaba brillante para la pareja, pero se oscureci¨® enseguida, cuando Averbukh se enamor¨® de otra patinadora, Irina Lobacheva, y decidi¨® emparejarse con ella. Sola y furiosa, Anissina se ofreci¨® como pareja de baile por carta a un canadiense, Victor Kraatz, y a un franc¨¦s, Peizerat. El canadiense nunca contest¨® a la carta y Anissina desembarc¨® en Ly¨®n en 1993. Pocos a?os despu¨¦s se hizo francesa y empez¨® a dar medallas a su nuevo pa¨ªs.
Wilson Kipketer naci¨® en Kenia y corre por Dinamarca porque es dan¨¦s. No es tan raro como parece. Fue un asunto de aprovechar las oportunidades. En 1990, cuando ten¨ªa 20 a?os, Kipketer, el mejor corredor de 800 metros de la historia, fue a pasar un curso universitario en Copenhague aprovechando un intercambio. Le gust¨® tanto Dinamarca, pese al fr¨ªo, que nunca regres¨®. En 1995 solicit¨® la nacionalidad danesa, un tr¨¢mite largo, interminable. Tan largo que no pudo competir en los Juegos de Atlanta 96: el COI no admite a deportistas que no tengan la plena ciudadan¨ªa del pa¨ªs por el que compiten. Kipketer, que se educ¨® en una escuela cat¨®lica organizada por misioneros irlandeses y dirigida por el famoso padre O'Conell, un descubridor y protector de talentos atl¨¦ticos, es el prototipo de atleta africano. Pero es dan¨¦s.
Y Ludmila Engquist es sueca. Antes fue Ludmila Leonova y luego, tras su primer matrimonio, Ludmila Narozhilenko, ciudadana rusa, atleta de gran nivel, la mejor en las vallas altas. En 1993 dio positivo y purg¨® dos a?os de sanci¨®n. Cuando la cumpli¨® se cas¨® con su agente, un atleta sueco llamado Johan Engquist. Y en junio de 1996 logr¨® la ciudadan¨ªa sueca. Dos meses despu¨¦s fue la gran hero¨ªna. Gan¨® los 100 vallas en Atlanta: la primera atleta sueca que lograba un oro ol¨ªmpico. Luego fue todav¨ªa m¨¢s hero¨ªna, el personaje m¨¢s querido de Suecia: super¨® un c¨¢ncer de mama y fue bronce en Sevilla 99. Pero hace unos meses perdi¨® todo lo ganado. Retirada del atletismo se hab¨ªa reconvertido al bobsleigh. Tanto deseaba ser ol¨ªmpica en Salt Lake City que recurri¨®, de nuevo, a sustancias prohibidas. La leyenda m¨¢s triste.
Pero quiz¨¢s el caso m¨¢s parecido al de Muehlegg haya sido el de Marc Girardelli, esquiador austriaco que se enfad¨® con su federaci¨®n porque no permit¨ªa que su padre fuera su entrenador. Girardelli cogi¨® los esqu¨ªes y a su padre y se afili¨® a la federaci¨®n de Luxemburgo, un pa¨ªs sin monta?as y sin esquiadores. Lo gan¨® casi todo bajo bandera luxemburguesa, pero no pudo lograr su sue?o, el oro ol¨ªmpico.
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