El pa?uelo de las musulmanas y la vor¨¢gine culturalista
Tranquilidad. Env¨¢inense de nuevo las espadas de la guerra cultural, que, aun estando montada sobre bases enga?osas y ficticias, puede tener consecuencias tr¨¢gicas y muy reales.
Cada vez que los aspectos culturales se colocan en el centro del debate sobre la inmigraci¨®n, como est¨¢ ocurriendo ahora con el asunto del pa?uelo de F¨¢tima Elidrisi, lo que se logra es culpabilizar a los inmigrantes de las dificultades para su integraci¨®n social y reforzar las peregrinas ideas que hablan de incompatibilidades entre su cultura y nuestro Estado de derecho; con lo que, adem¨¢s, se les ponen nuevos obst¨¢culos para superar las situaciones de segregaci¨®n y discriminaci¨®n que padecen y no precisamente debido a sus pautas culturales.
No cabe duda de que los aspectos culturales merecen cierta consideraci¨®n. Los inmigrantes traen consigo aspectos a veces novedosos, que en unos casos se convierten en aportaciones muy positivas para nuestra sociedad, en la medida en que ampl¨ªan nuestras opciones culturales en muchos terrenos, y en otros chocan con ciertos avances en materia de derechos humanos que aqu¨ª se han producido. Pero lo primero que ha de tenerse bien en cuenta es que no hay un choque entre nuestra cultura y la de los inmigrantes, porque ambas son entelequias, sobre todo la segunda. No existe una cultura de los inmigrantes; la diversidad cultural entre la inmigraci¨®n que estamos recibiendo es muy amplia, incluso entre la de procedencia musulmana. Si nos par¨¢semos a analizar el asunto del pa?uelo de las ni?as musulmanas, ver¨ªamos que la mayor¨ªa de ellas no lo llevan, lo que indica que la importancia que los musulmanes dan a este asunto es variada, y que respecto a sus hijas, lo que la mayor parte de los padres desea es que saquen sus estudios adelante y que logren un lugar reconocido en esta sociedad.
Dentro de esa diversidad cultural, efectivamente aparecen aspectos contrarios a los avances de los derechos humanos y de nuestro estado de derecho. Pero conviene se?alar que tales aspectos no los aportan s¨®lo los llegados de fuera, ni siquiera ellos aportan los m¨¢s importantes; ?o es que no estamos continuadamente sufriendo fuertes ataques a nuestra laicidad por parte de determinadas fuerzas internas? ?O no es cierto que la igualdad hombre-mujer s¨®lo avanza en lucha continuada contra h¨¢bitos y resistencias que proceden de muy dentro de nuestra sociedad? (Por citar dos de los aspectos que m¨¢s suenan cuando se habla de inmigraci¨®n).
Cuando los inmigrantes muestran aspectos culturales regresivos respecto a los derechos humanos, el tratamiento que se les ha de dar es parecido al que damos a los nuestros: deben ser discutidos (sin publicidad a ser posible) buscando una perspectiva superadora. No hay que tener complejos a la hora de discutir un comportamiento concreto, porque el avance de los derechos humanos, en nuestra sociedad y en todas las dem¨¢s, se ha logrado siempre desechando aspectos culturales contrarios a ellos. Precisamente la opci¨®n intercultural, por la que la comunidad educativa y las organizaciones sociales se est¨¢n inclinando en nuestro pa¨ªs, comporta reconocer la riqueza cultural que aporta la inmigraci¨®n, al tiempo que se defiende la posibilidad de discusi¨®n e interacci¨®n para superar determinados aspectos culturales propios y ajenos.
Pero dicho esto, hay que se?alar de inmediato que la integraci¨®n de las personas inmigradas en nuestra sociedad tiene poco que ver con los aspectos culturales. Son otros los que determinan las posibilidades de integraci¨®n. Y cuando se dice que los inmigrantes no se integran por causa de su cultura, lo ¨²nico que se hace es camuflar las condiciones de inserci¨®n social y laboral a las que esta sociedad los est¨¢ sometiendo. La integraci¨®n social no es un asunto de adaptaci¨®n cultural, es ante todo un proceso de equiparaci¨®n de derechos y deberes, de desarrollo de la igualdad de oportunidades y de trato, de alcance de un estatus laboral y social normalizado y de acceso en los cauces participativos con los que la sociedad cuenta.
Lo que se opone a la integraci¨®n social es una pol¨ªtica de inmigraci¨®n que canaliza su entrada por v¨ªas irregulares; que mantiene a una parte de esta inmigraci¨®n en situaci¨®n de irregularidad impidiendo la normal contrataci¨®n laboral y favoreciendo la exclusi¨®n social; que no dedica los esfuerzos necesarios a la lucha contra la discriminaci¨®n racial; que no desarrolla las pol¨ªticas sociales que una sociedad de inmigraci¨®n debe desarrollar. Es en las condiciones legales y socio-laborales en las que se hallan los inmigrantes donde hay que buscar la clave de muchos de los problemas de integraci¨®n y de convivencia que se est¨¢n produciendo, incluso de aquellos relacionados directamente con el comportamiento de los inmigrantes. Ciertos comportamientos, que aparecen como contrarios a la convivencia (hacinamiento, guetizaci¨®n, etc¨¦tera), responden a una determinada situaci¨®n social y tienen que ver muy poco, o nada, con las pautas culturales de origen.
Al cargar sobre la cultura la responsabilidad del conflicto se escamotea la responsabilidad de quienes deber¨ªan estar haciendo unas pol¨ªticas de inmigraci¨®n muy distintas de las que hacen. Y, ?c¨®mo logran que la cultura aparezca como culpable? Pues haciendo un totum revolutum con todos los aspectos culturales para que aquellos que son m¨¢s extremos y que s¨®lo practica una peque?a minor¨ªa aparezcan como la muestra de todo lo dem¨¢s y afecten a toda la inmigraci¨®n. Eso es lo que ha hecho el Ministro de Trabajo al mezclar el asunto del pa?uelo con otro tan extremo y minoritario como es la ablaci¨®n del cl¨ªtoris.Con todo esto no estoy diciendo que no se pueda hablar en serio sobre el tema del pa?uelo, pero debe hacerse sin mezclarlo con ning¨²n otro tema cultural, evitando todo tipo de generalizaciones y no haciendo de ello un paradigma de la no integraci¨®n. Si hemos de hablar del pa?uelo, lo primero que hemos de tener en cuenta es que se trata de un elemento simb¨®lico. El argumento de quienes quieren impedir la entrada de una ni?a con pa?uelo en la escuela es que es un s¨ªmbolo de discriminaci¨®n de las mujeres. Las asociaciones de marroqu¨ªes est¨¢n diciendo que no es as¨ª, y probablemente tienen raz¨®n en que el pa?uelo simboliza tambi¨¦n otras muchas cosas. Pero, por otra parte, es un hecho que las mujeres est¨¢n discriminadas (no s¨®lo las marroqu¨ªes, pero tambi¨¦n las marroqu¨ªes). De todo esto, lo primero que cabe deducir es que el debate se est¨¢ situando en el lugar equivocado. El problema es la discriminaci¨®n de la mujer y no el pa?uelo. Aun aceptando que ¨¦ste puede ser un s¨ªmbolo del problema, e incluso un elemento que agrave el problema, en lo que nos habremos de centrar no es en la eliminaci¨®n del s¨ªmbolo, sino en el combate contra el problema. ?No hay muchas mujeres espa?olas no musulmanas que no llevan pa?uelo, y sin embargo, est¨¢n m¨¢s discriminadas que algunas de las musulmanas que s¨ª lo llevan? Impidiendo el uso del pa?uelo lograremos dejar de ver el problema, pero poco m¨¢s.
Si de lo que se trata es de combatir la discriminaci¨®n de las mujeres, eso no se hace de un plumazo, ?pa?uelos fuera! Se hace con un trabajo educativo prolongado, ofreciendo instrumentos sociales a las mujeres y mejorando las condiciones socio-laborales (las de ellas y las de sus maridos). Es una barbaridad que se discuta la escolarizaci¨®n de una ni?a que lleva el pa?uelo, porque si se le impide la escolarizaci¨®n lo que se hace es elevar a la en¨¦sima potencia la discriminaci¨®n que sufre y, por supuesto, se le quitan todas las armas para superar en el futuro esa discriminaci¨®n.
Quiero concluir insistiendo en que, aunque los aspectos culturales pueden discutirse, hay que esforzarse en hablar menos de cultura y m¨¢s de condiciones sociales y de pol¨ªticas de promoci¨®n de los derechos de las personas. En una sociedad en la que se trata injustamente a la poblaci¨®n inmigrada no carecen de importancia las argucias que se utilizan para culpabilizar a los inmigrantes de la situaci¨®n que sufren, porque ello es lo que permite el mantenimiento de esa situaci¨®n sin que sintamos que nuestros valores democr¨¢ticos entran en crisis. Y como a los inmigrantes no se les puede culpabilizar por querer ganarse la vida trabajando o por querer tener una vida digna, se les culpabiliza por su cultura.
El ministro de Trabajo estigmatiza a todos los inmigrantes envolvi¨¦ndolos con el asunto de la ablaci¨®n del cl¨ªtoris, cuando acaba de poner en marcha una de las actuaciones m¨¢s regresivas, en pol¨ªtica de inmigraci¨®n, de los ¨²ltimos 17 a?os: ha hecho un contingente completamente inviable que no permitir¨¢ la inmigraci¨®n legal a casi nadie, al tiempo que ha cerrado el llamado r¨¦gimen general que permit¨ªa un lento acceso a la residencia legal a las personas que se hallaban en situaci¨®n irregular, r¨¦gimen que ha venido funcionando desde 1985. Inmigraci¨®n cero, ¨¦sa parece ser la apuesta actual del Gobierno. L¨¦ase, inmigraci¨®n legal cero, porque la irregular seguir¨¢ produci¨¦ndose y seguir¨¢ viniendo muy bien a determinados sectores de nuestra econom¨ªa a los que provee de mano de obra barata. Resulta lamentable que cuando el Gobierno acaba de tomar esta grave medida un pa?uelo est¨¦ ocupando el lugar central en el debate sobre la inmigraci¨®n.
Miguel Pajares es responsable de pol¨ªticas de integraci¨®n social de los inmigrantes en CC OO de Catalu?a y experto del Comit¨¦ Econ¨®mico y Social Europeo para temas de inmigraci¨®n y asilo. Autor de La inmigraci¨®n en Espa?a y de Inmigraci¨®n y ciudadan¨ªa en Europa.
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