Correcci¨®n pol¨ªtica insensata
La sagrada ira del pensamiento bienintencionado se halla en plena movilizaci¨®n en contra del presidente del Foro para la Inmigraci¨®n, el soci¨®logo y antrop¨®logo Mikel Azurmendi. ?Qu¨¦ ha hecho el pobre hombre para merecer este ataque desde tantos y tan diversos frentes? Ha dicho que 'el multiculturalismo es una gangrena para la democracia'. ?Anatema!, gritan los coros piadosos que ven confirmada su sospecha de que Azurmendi es un racista peligroso. Y si alguno albergaba a¨²n alguna duda sobre el car¨¢cter perverso y derechista del individuo, han quedado disipadas, porque ha salido en su defensa Enrique M¨²gica Herzog, ese criptoderechista que se hizo pasar toda su vida por socialista y se ha quitado la careta al aceptar el cargo de Defensor del Pueblo que le ofreci¨® el presidente del Gobierno del Partido Popular.
Dos traidores a la izquierda atacan juntos a ese sagrado concepto de multiculturalismo que, seg¨²n sus defensores, es la gloriosa f¨®rmula para que coexistan en armonia y jovialidad diversas culturas for¨¢neas y aut¨®ctonas en una misma sociedad democr¨¢tica. Todos los grupos sociales cultivar¨ªan sus costumbres y ritos ancestrales en el m¨¢s profundo respeto entre ellos. Pero, ?ay!, racistas como Azurmendi y M¨²gica quieren impedir la regulaci¨®n de todos los inmigrantes que vinieron o quieren venir y, adem¨¢s, asimilar a los regularizados.
Seamos serios. La izquierda espa?ola tiene dificultades para ofrecer conceptos econ¨®micos y pol¨ªticos distintos a los que aplica la derecha y que en el pasado fueron suyos. Pero si es una mala broma que esta izquierda considere 'franquista' el intento de valorar el rendimiento de los alumnos en los colegios, y grotesco que apueste por supuestos derechos colectivos de comunidades ¨¦tnicas como quienes consideran incuestionable determinaci¨®n hist¨®rica la supremac¨ªa nacionalista en Euskadi, es aterrador comprobar c¨®mo se lanzan a la alegr¨ªa juvenil en el trato de un fen¨®meno tan serio como la inmigraci¨®n e integraci¨®n. Malo es el faldicortismo en la presentaci¨®n de cuestiones graves. Peor alimentarse de las fuentes intelectuales del movimiento okupa.
Azurmendi tiene raz¨®n. La falta de adaptaci¨®n o, m¨¢s a¨²n, la falta de voluntad de adaptaci¨®n de los inmigrantes a las leyes, reglas y normas sociales de la sociedad anfitriona es, a medio plazo, una bomba de relojer¨ªa en la l¨ªnea de flotaci¨®n de la democracia, el pluralismo y la sociedad abierta. El multietnicismo ha sido, es y ser¨¢ una realidad en Espa?a que a nadie inquieta. No as¨ª el multiculturalismo.
Se puede discrepar de las tesis de Giovanni Sartori en su libro La sociedad multi¨¦tnica, tan denostado por quienes creen que son las sociedades libres las que tienen que ceder ante las culturas de aquellos a los que la miseria o la violencia incita a migrar. Pero existen certezas dif¨ªciles de rebatir. La primera es que la sociedad democr¨¢tica que otorga el derecho fundamental al individuo es el modelo de convivencia que genera m¨¢s bienestar, m¨¢s dignidad y m¨¢s libertad que cualquier otro. La segunda es que permitir que en su seno se generen c¨¦lulas de culturas extra?as que no act¨²an seg¨²n los mismos principios y se rigen por c¨®digos ¨¦tnicos, religiosos o tribales, supone una amenaza para el propio sistema. Sea el secuestro del voto por parte de cl¨¦rigos en una comunidad musulmana o el ejercicio de la violencia, intimidaci¨®n o desprecio de los derechos humanos en otros colectivos culturales cerrados, son infinidad los argumentos en contra de la aceptaci¨®n y a¨²n m¨¢s del fomento de guetos culturales. Ni todas las culturas, ni todas las ideas, ni todas las costumbres son igualmente aceptables. Muchas son enemigas de la dignidad y la libertad. Las democracias occidentales han creado mecanismos de autocorrecci¨®n de los que carecen otras culturas. Ahora tienen el reto de integrar a gentes de culturas lejanas cuya llegada es necesaria pero genera problemas. El racismo lo generan quienes los ignoran, no quienes los se?alan.
En Estambul, hace 15 d¨ªas, ministros de Asuntos Exteriores europeos hablaban por primera vez con claridad al respecto con colegas isl¨¢micos. Se ped¨ªa 'reciprocidad'. Vengan porque sus sociedades son incapaces de otorgarles una vida digna y porque aqu¨ª tambi¨¦n los necesitamos. Pero no intenten crear en nuestras sociedades abiertas otras cerradas que reproduzcan los fracasados, corruptos y totalitarios sistemas de los que huyeron. Los pueblos europeos han luchado mucho durante siglos por esta forma de vida, por esta sociedad a la que acuden los inmigrantes voluntariamente. En los clubes se aceptan todo tipo de caracteres, pero siempre que cumplan las normas internas. La correcci¨®n pol¨ªtica tiende a generar pensamiento d¨¦bil. Pero no podemos dejar que, embriagada de amor, nos hunda en el caos al fomentar la dejaci¨®n de la sociedad abierta en favor de la tribu.
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