El compromiso de la divulgaci¨®n cient¨ªfica
Dentro de poco, la Universitat de Val¨¨ncia contar¨¢ con una C¨¢tedra Ca?ada Blanch -es decir, con un conjunto de recursos- dedicada a la divulgaci¨®n cient¨ªfica. Con ello, da un paso m¨¢s en un esfuerzo mantenido y de considerable ¨¦xito dirigido a promocionar la comprensi¨®n p¨²blica de la ciencia, lo que incluye premios y una actividad editorial significativa. Es una buena ocasi¨®n para reflexionar sobre el tema.
Las sociedades antiguas, junto con unas necesidades t¨¦cnicas ligadas principalmente a la obtenci¨®n de alimento y a la salud, sintieron la necesidad de dar contestaci¨®n a las preguntas que sus miembros se formulaban sobre los aspectos misteriosos de la naturaleza, entre ellos, de su propia naturaleza humana. Las regularidades en el movimiento aparente de los astros -el sol y la luna, destacados-, la regularidad asociada de las estaciones del a?o, el origen de los seres humanos, la naturaleza de los sexos, la causa ¨²ltima del padecimiento y la muerte, el origen y la diversidad de los seres vivos y de las grandes formaciones geogr¨¢ficas -las monta?as, las aguas-, las transformaciones de la materia y de la energ¨ªa -el fuego, el hierro-, etc. han inquietado a la humanidad, y dieron nacimiento a los mitos, preferibles a no contar con ninguna respuesta. La ciencia sustituy¨® a los mitos en la b¨²squeda de explicaciones, con la potencia y el cr¨¦dito que le da el uso de un m¨¦todo -el cient¨ªfico- que produce afirmaciones consistentes con el comportamiento de la naturaleza. Esa consistencia llega hasta el punto de anticipar sucesos nuevos, nunca acontecidos, entre ellos, lo que ocurrir¨¢ con la puesta en marcha de ingenios y medidas humanas. As¨ª nace la tecnolog¨ªa.
Mayoritariamente, los miembros de la sociedades actuales desconocemos las contestaciones -o las dudas adicionales- que la ciencia proporciona a muchas preguntas, sean esenciales o dom¨¦sticas. Algunos de nosotros incluso han perdido el inter¨¦s por esas preguntas. Tal vez en el universo en el que nos movemos no tenga sentido la ansiedad ante el acortamiento oto?al de los d¨ªas, que de no revertir, lo que ocurre all¨¢ por Navidad, acabar¨ªa con toda forma de vida. Vemos por tanto en la ciencia la magia blanca ininteligible que nos proporciona una tecnolog¨ªa del bienestar, hipot¨¦tico o real; aunque algunos vean en la ciencia una magia negra amenazante. En todo caso, la ciencia ya no es conocimiento ni cultura; solo un factor de producci¨®n de mercanc¨ªas, de salud, de armas o de cualquier otra cosa. Los pol¨ªticos atienden a ello, subvencionan la ciencia aplicada, y se olvidan casi siempre de la otra.
En este panorama, la divulgaci¨®n cient¨ªfica tiene como objetivo mostrar al ciudadano la otra cara -la genuina- de la ciencia: el conocimiento. Las ciencias han llegado a un grado de especializaci¨®n y elaboraci¨®n tal que sus resultados no pueden ser entendidos sin un esfuerzo adicional. Hace falta pensar y ensayar c¨®mo exponer la ciencia al p¨²blico sin caer en la trivializaci¨®n. Tal vez el paso m¨¢s dif¨ªcil es el primero: provocar que los individuos volvamos a formularnos las preguntas que se hicieron nuestros antepasados, o nosotros mismos cuando ¨¦ramos ni?os. Hay otras tareas de la divulgaci¨®n. Existe una visi¨®n parcial de la ciencia como un cuerpo de informaci¨®n, cuando lo m¨¢s importante y permanente en ella son los m¨¦todos de razonamiento y de ensayo que se aplican para lograr el conocimiento. La comprensi¨®n de la ciencia necesita conocer su m¨¦todo de organizaci¨®n de la curiosidad humana, su m¨¦todo para pasar de una intuici¨®n de la verdad a una verdad, aunque sea provisional; Jorge Wagensberg nos lo ha recordado recientemente. Hay tambi¨¦n aspectos del m¨¦todo cient¨ªfico que son hasta cierto punto utilizables en el ¨¢mbito de la vida humana cotidiana, en nuestra relaci¨®n personal con el mundo, y que bien usados suelen llevar a la duda, a la eliminaci¨®n del prejuicio y a la autonom¨ªa del individuo.
La divulgaci¨®n cient¨ªfica es pues la forma de religar ciencia y sociedad basada en la transparencia de la ciencia, como servidora de conocimiento y, tambi¨¦n pero no solo de las aplicaciones del mismo; se trata de crear un v¨ªnculo que sustituya al basado ¨²nicamente en la producci¨®n de tecnolog¨ªa a partir de procedimientos oscuros para casi todos. As¨ª, la divulgaci¨®n es, desde el lado del cient¨ªfico, una manera posible entre otras de responsabilidad social, y de rendir resultados por el esfuerzo econ¨®mico que conlleva la investigaci¨®n. Es por tanto una justificaci¨®n social de la ciencia b¨¢sica independiente de sus otras utilidades: la ciencia es ¨²til porque contesta preguntas y ense?a una manera de pensar.
Por estas razones, los cient¨ªficos y los no cient¨ªficos hemos de congratularnos por los esfuerzos que la Universitat de Val¨¨ncia ha llevado a cabo en el pasado en el terreno de la difusi¨®n de la ciencia, y debemos dar la bienvenida a la nueva c¨¢tedra Ca?ada Blanch.
Manuel Serra es profesor de la Facultad de Biol¨®gicas de la Universidad de Valencia.
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