El agujero negro
La palabra hacinamiento est¨¢ en desuso, pero hablamos mucho de la 'ratio', la raz¨®n o la proporci¨®n, que no es lo mismo pero es igual, como en la canci¨®n. Todos estamos de acuerdo en que los profesores deben trabajar con un n¨²mero adecuado de estudiantes. Si encerramos doscientos alumnos de primaria con su profesor, al cabo de unas horas encontraremos los restos de ese profesor, aunque s¨®lo sean los restos del alma, esparcidos por las paredes. Sin embargo, 70.000 espectadores en un campo de f¨²tbol son m¨¢s o menos llevaderos. Una manifestaci¨®n en la calle es corriente, pero dos en la misma calle es una desproporci¨®n con efectos devastadores, como sabemos muy bien en Valencia. Todo depende de la actividad que se realice, pero parece que las fiestas nocturnas no tienen tope, nos da igual introducir en ellas a 1.000, 5.000 o 15.000 j¨®venes durante toda la noche, porque pensamos que no existe 'ratio' entre diversi¨®n y asistentes. Pero la hay.
Aunque eso s¨ª, nos preocupa mucho la droga. Dedicamos horas y horas a explicar sus efectos, el color de las pastillas, sus nombres, la cantidad de pulsaciones del sujeto y hasta los grados de calor que producen en el cerebro. Est¨¢ bien informar y educar sobre las drogas, pero eso no puede servir para desviar la mirada sobre los efectos del hacinamiento que facilitan y van m¨¢s all¨¢ de cualquier abuso grosero de sustancias.
Cuenta la leyenda que en Calcuta, hacia 1756, encerraron en un peque?o calabozo a 146 prisioneros brit¨¢nicos. A la ma?ana siguiente s¨®lo encontraron vivos a 23, y no creo que se salvaran por haber recibido educaci¨®n e informaci¨®n adecuada. Desde entonces, aquella celda se llama el Agujero Negro de Calcuta. El hacinamiento es un estado psicol¨®gico de estr¨¦s, a causa de una desproporci¨®n entre el espacio que se dispone para una actividad y el espacio que esa actividad exige. Puede producir irritaci¨®n, agresividad, imitaci¨®n mec¨¢nica, p¨¦rdida de control, indefensi¨®n y muchas m¨¢s patolog¨ªas sociales, hasta es muy posible que tambi¨¦n aumente las pulsaciones y la temperatura del cerebro. Pero nadie sale por televisi¨®n para explicar detenidamente sus efectos, porque es un tr¨¢fico legal y se vende con facilidad.
No es cierto que las grandes discotecas y las macrofiestas sean una exigencia de los j¨®venes. Son una oferta de los empresarios que prefieren ganar muchos millones de golpe y por noche, en lugar de distribuir las ganancias entre muchas fiestas y salas. Por supuesto que, si lo hicieran, no se evitar¨ªan las drogas ni el abuso del alcohol, pero la gente joven se controlar¨ªa a s¨ª misma con m¨¢s facilidad, mientras que traficantes y desaprensivos tendr¨ªan el negocio m¨¢s complicado.
Mientras dure la moda y nadie lo impida, habr¨¢ que acostumbrarse a las tragedias de fin de semana, como ya nos ocurre con el hacinamiento de coches en la carretera. Dos muertes por un atasco de 15.000 personas es dram¨¢tico, pero no es una cifra desproporcionada. Y no s¨®lo por droga adulterada, tambi¨¦n por peleas, asaltos o, simplemente, pisoteados corporal o psicol¨®gicamente por una 'ratio' que no admitir¨ªa ni el Ministerio de Educaci¨®n. En el agujero negro de las macrofiestas puede desaparecer cualquiera, hasta un Bin Laden que pasara por all¨ª.
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