Ni Israel ni Europa se lo pueden permitir
Cuando Ariel Sharon gan¨® las elecciones a principios de 2001, la opini¨®n p¨²blica israel¨ª y la internacional se hicieron, entre otras, las siguientes preguntas: ?lograr¨¢ la paz y seguridad para Israel prometidas en la campa?a electoral? El Sharon reci¨¦n convertido en primer ministro, ?era el mismo que contribuy¨® a las masacres de palestinos en los campos de refugiados libaneses de Sabra y Chatila en 1982?
M¨¢s de un a?o despu¨¦s, la respuesta a la primera es obvia: nunca como ahora se encuentran los ciudadanos de Israel en situaci¨®n de mayor inseguridad. Y el propio Sharon se encarg¨® de dar contestaci¨®n a la segunda noventa d¨ªas despu¨¦s de asumir el puesto. En una entrevista al diario Haaretz dijo: 'la guerra de la independencia no ha terminado. 1948 no fue sino el primer cap¨ªtulo... No, no existe un nuevo Sharon. No he cambiado'.
No se le puede exigir mayor claridad ni coherencia. Las contradicciones no est¨¢n de su parte, sino de la nuestra. Y me refiero al ¨²nico sujeto internacional -la Uni¨®n Europea- que, de una u otra manera, ha sido activo (hasta ahora brillante e in¨²tilmente activo) en la b¨²squeda de la paz y seguridad. Para los palestinos, para los israel¨ªes y para la entera regi¨®n. Las contradicciones, insisto, son nuestras porque llevamos tiempo operando sobre premisas falsas. Dos fundamentalmente. Una es dar por sentado que el primer ministro israel¨ª desea la paz. Sharon no desea la paz, salvo que ¨¦sta sea dictada unilateralmente de acuerdo a sus condiciones. Quiere, eso s¨ª, la pacificaci¨®n, mediante la sumisi¨®n, de los palestinos, esto es, una paz injusta. Y ninguna paz en esos t¨¦rminos, en el supuesto de que se lograra alg¨²n d¨ªa, es duradera.
La segunda premisa falsa es presumir que EE UU es neutral. No lo es. George Bush no lo es. ?l y todo el establecimiento pol¨ªtico que cuenta -con la honrosa excepci¨®n del secretario de Estado, Colin Powell, del que hay que preguntarse cu¨¢nto tiempo resistir¨¢- es pro-israel¨ª, aunque tal vez no todos sean abiertamente pro-Sharon. En cualquier caso, las tragaderas y el relativismo pol¨ªtico-moral de la clase dirigente del imperio son de amplio espectro. Por lo menos en lo que se refiere a la cuesti¨®n medio-oriental, debido a la influencia y poder de la comunidad jud¨ªa norteamericana. Ello explica, por ejemplo, el caso de Hillary Clinton, que ha pasado de defender hace cinco a?os (para embarazo de su marido) la justicia y conveniencia de crear un Estado palestino, a abrazarse con Sharon en Jerusal¨¦n hace unos d¨ªas y a declarar exactamente lo contrario. Llanamente, porque necesita el voto jud¨ªo neoyorquino para ser senadora.
As¨ª las cosas, debemos hablar y escribir con nitidez. No podemos igualar a las dos partes en lucha. No se trata de que dos Estados se encuentran en guerra. Uno ni siquiera existe. No se enfrentan dos ej¨¦rcitos regulares, sino que un ej¨¦rcito, el m¨¢s poderoso de la regi¨®n, ocupa territorios que no son suyos y reocupa otros supuestamente aut¨®nomos, cuya autonom¨ªa leg¨ªtimos Gobiernos israel¨ªes se hab¨ªan comprometido a respetar en virtud de acuerdos internacionales. Los palestinos se defienden como pueden y con las armas que tienen, que, desde luego, no son los cazas F-16, los helic¨®pteros Apache o los tanques Markava con los que los israel¨ªes causan estragos. Ahora bien, si Sharon asegura que Israel est¨¢ en guerra, ?por qu¨¦ cuando los soldados israel¨ªes son abatidos los califica de 'asesinatos' y las acciones contra los palestinos son 'de represalia', pero no asesinatos?
Por la misma regla de tres, yerra el presidente en ejercicio del Consejo de la UE, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, cuando el lunes 5 de marzo declara en Budapest que estamos ante 'una situaci¨®n de guerra abierta que s¨®lo puede detenerse por un acto expreso de voluntad de las partes. Si ¨¦stas no manifiestan claramente una voluntad de acabar con la situaci¨®n actual, las cosas tender¨¢n a empeorar'. Otros animan a que 'las dos partes se sienten a hablar'. Si no asumimos que es Sharon quien no quiere sentarse a hablar ni manifestar acto expreso de voluntad alguno nos estaremos enga?ando.
Lo que hace falta por nuestra parte es admitir nuestra actual impotencia y nuestra falta de verg¨¹enza para movilizarnos ante lo que hace y dice Sharon. Por ejemplo, ante esta declaraci¨®n en el Parlamento de 4-3-02: 'Los palestinos deben sufrir mucho m¨¢s hasta que sepan que no obtendr¨¢n nada mediante el terrorismo. Si no sienten que han sido vencidos, no podremos regresar a la mesa de negociaciones'. ?Qu¨¦ ejemplo de moral puede dar a su pueblo y a las futuras generaciones un hombre que se expresa en estos t¨¦rminos? Es el mismo hombre que habla de los 'miserables palestinos', culpa a Arafat de cada acto de violencia, exige que detenga a los culpables y simult¨¢neamente lo retiene prisionero desde hace tres meses en una casa en Ramala, en cuyo patio caen sus misiles. Le impone condiciones imposibles de cumplir, entre ellas los famosos siete d¨ªas ausentes de violencia como prerrequisito para negociar, y cuando eso se logr¨® el pasado diciembre, por supuesto, Sharon no se sent¨® a negociar. Ahora ya habla abiertamente de que tienen que ser vencidos.
No nos enga?emos. Ariel Sharon no persigue la paz. Persigue a los palestinos. Quiere aniquilarlos, expulsarlos, salvo a aquellos que se resignen a vivir como esclavos. ?Vencidos?, ?derrotados? El vae victis! de la antigua Roma imperial, el ?ay de los vencidos!, debe hoy ser aplicado a nosotros, europeos y occidentales, que pregonamos valores de justicia y democracia y somos incapaces de reaccionar ante las barbaridades 'gen¨¦ricas' o 'selectivas' ordenadas por Sharon. Los vencidos somos nosotros. Como conocen los lectores, la pen¨²ltima 'selecci¨®n' ha consistido en exterminar con un misil la entera familia de un dirigente de Ham¨¢s, mujer e hijos, m¨¢s otros dos chavales que pasaban por all¨ª. ?Por cu¨¢ntas generaciones perdurar¨¢ el odio? La derrota moral, insisto, es nuestra, y m¨¢s valiera que nuestras sociedades bien alimentadas, incluida la israel¨ª, reaccionaran ya, si no deseamos resultar estigmatizados por largo tiempo. En presencia de un nuevo holocausto, esta vez palestino, nuestros nietos y los nietos de Mohamed, y espero que tambi¨¦n los de Slomo, se alzar¨¢n contra nosotros por no haber querido combatir a tiempo esta indignidad. S¨ª, la violencia por ambas partes debe finalizar. Pero ?cu¨¢l es la causa primera de la violencia? La ocupaci¨®n israel¨ª de unos territorios que no son suyos. El fin de la ocupaci¨®n supondr¨¢ el fin de la violencia.
Emilio Men¨¦ndez del Valle es embajador de Espa?a y eurodiputado socialista.
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