De lo mediocre a lo bueno
No es nuevo el hecho de que la Orquesta de Valencia ofrezca rendimientos muy desiguales en funci¨®n del director que tenga delante y, tambi¨¦n, del repertorio que interprete. Pero el d¨ªa 14 las diferencias -muy grandes- se dieron con el mismo director y en dos obras que, aun sin parecerse, ten¨ªan como denominador com¨²n el fuerte aliento rom¨¢ntico. Los resultados, sin embargo, fueron de lo mediocre (siendo generosos) en la primera a lo bueno en la segunda. Incluso a lo muy bueno.
Pod¨ªa pensarse en principio que, trat¨¢ndose de un estreno en Valencia, el Concierto de Korngold hubiera requerido m¨¢s ensayos. Sin negar esa necesidad (bastante evidente), debe apuntarse que la Primera de Sibelius tampoco est¨¢ demasiado trabajada por la orquesta. No obstante, al abordarla, se pas¨® de lo tedioso a lo intencionado, de un ajuste cogido con pinzas a una interrelaci¨®n correcta de las secciones, de una lectura anodina a un fraseo con vuelo, de una din¨¢mica pobr¨ªsima a una gama m¨¢s rica, y de una sonoridad ¨¢cida a una molla bien superior. Daba la impresi¨®n de que, tras el descanso, una agrupaci¨®n diferente hubiera ocupado el escenario para brindar, adem¨¢s, convincentes solos de la madera, buena sonoridad de las trompas y excelente trabajo en la cuerda.
Gary Graffman (piano)
Orquesta de Valencia. Director: Petri Sakari. Obras de Korngold y Sibelius. Palau de la M¨²sica. Valencia, 14 de marzo de 2002.
Ser¨ªa f¨¢cil achacarlo todo a la batuta. Petri Sakari, ciertamente, se limit¨® a marcar el comp¨¢s en la obra de Korngold. La mano izquierda parec¨ªa servir de poco, y no pudo -o, quiz¨¢s, ni siquiera lo pretendi¨®- evitar que la orquesta tapara al pianista. Transfigurado en otro director ante la partitura de Sibelius -que, por razones de origen, debe conocer mejor-, imprimi¨® tensi¨®n a la lectura, estuvo muy pendiente de las entradas, ilumin¨® con fuerza el tejido orquestal y consigui¨® llegar a los cl¨ªmax sin recurrir a lo chabacano o facil¨®n. En cualquier caso, la orquesta son¨® mucho mejor y, aunque los resultados de una buena direcci¨®n sean indiscutibles, las agrupaciones sinf¨®nicas tienen tambi¨¦n un nivel de autonom¨ªa que permite cuestionarse la causa de resultados tan dispares. Hay percentiles muy importantes de responsabilidad que corresponden a los instrumentistas, individualmente y como colectivo.
En el Concierto para la mano izquierda fue Graffman el ¨²nico que parec¨ªa tener algo que decir. Dejaba respirar a la m¨²sica y, a la vez, se permit¨ªa el arrebato cuando era necesario. Es cierto que hubo roces, pero no tantos como para romper la expresividad de su lectura. Por otra parte, el nivel de nitidez sonora que puede exigirse con una sola mano es, indudablemente, menor, ya que el pedal ha de utilizarse con funciones adicionales a las que tiene cuando la mano derecha anda en juego. La izquierda de Graffman se revel¨® poderosa en las series de acordes, no falt¨¢ndole tampoco el lirismo cuando se requer¨ªa. L¨¢stima que orquesta y batuta guardaran sus mejores encantos para la otra obra, cuando el pianista no estaba ya en escena.
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