Izquierda y Estado, o el estado de la izquierda

La situaci¨®n de la pol¨ªtica fiscal en el Pa¨ªs Vasco, la articulaci¨®n recaudatoria y la cuant¨ªa financiera disponible, permite un margen de tensionamiento, una confrontaci¨®n interinstitucional que el Gobierno vasco ha estado dispuesto a provocar para el proyecto secesionista. Las actitudes pol¨ªticas en torno a la negociaci¨®n del Concierto Econ¨®mico evidenciaron esa posibilidad y esa decisi¨®n. El posterior repliegue t¨¢ctico del Gobierno de Ibarretxe no contradice esa voluntad manifiesta y previsible, a la espera de una ocasi¨®n que consideren m¨¢s adecuada. Tal vez ese repliegue se haya debido a la situaci¨®n de mayor¨ªa minoritaria en el Parlamento, las dificultades para sacar adelante los Presupuestos tanto del Gobierno vasco como en las diputaciones de Guip¨²zcoa y Vizcaya hasta el acuerdo con el PSE, o el ser oposici¨®n en ?lava, o el no poder tensar la cuerda todo lo que hubieran deseado a pesar de la disposici¨®n de IU. Probablemente esperar¨¢n tambi¨¦n el resultado del congreso del PSE y si all¨ª se impone, como esperan, la l¨ªnea definitiva que modifique la pol¨ªtica del bloque constitucional de alternancia al nacionalismo .

'?Por qu¨¦ la unidad de Europa es buena y, sin embargo, la unidad de Espa?a no lo es?'

La situaci¨®n que se percibe en la crisis del PSOE y las posiciones de IU, que explicitaron intentar articular mecanismos jur¨ªdicos de apelaci¨®n al Tribunal Constitucional a favor del PNV, es que las ¨²nicas posiciones de Estado de la izquierda en Espa?a las condiciona el PNV. As¨ª mismo, el papel de personas que se autoproclaman de esa ideolog¨ªa, constituidas como grupo de apoyo a Elkarri, cuya posici¨®n b¨¢sica es el concepto de negociaci¨®n ya ensayado en el conflicto de la autov¨ªa de Leizar¨¢n, inciden como agentes pol¨ªticos al servicio del criterio de utilizar a ETA como argumento para negociar cambios en el ordenamiento jur¨ªdico-pol¨ªtico como condici¨®n para el fin del terrorismo. Act¨²an al servicio del nacionalismo en la concepci¨®n de que la f¨®rmula para hacer desistir a ETA es dar satisfacci¨®n a las demandas nacionalistas. Esta f¨®rmula se viene utilizando con sorprendente ¨¦xito entre gentes que se reclaman dem¨®cratas y de izquierdas. Y es m¨¢s sorprendente a¨²n, porque es la vieja f¨®rmula que ya se utiliz¨® para sobrecargar competencias en el Estatuto con el mismo argumento y s¨®lo ha servido de acicate para la pol¨ªtica secesionista.

Para cualquier analista y conocedor de la evoluci¨®n de ETA, y el proyecto global del nacionalismo y su interrelaci¨®n en el tiempo, la actividad de Elkarri ser¨ªa un fen¨®meno simplemente a rechazar y denunciar. Pero, incomprensiblemente, tiene el apoyo de sectores y personas que se reclaman de la izquierda. Lo que viene a evidenciar la teor¨ªa de que en Espa?a el proyecto de Estado est¨¢ desdibujado y viene condicionado por las pautas pol¨ªticas del nacionalismo vasco.

Aunque pueda sonar escandaloso, el proyecto de Estado de la izquierda en Espa?a lo condiciona el nacionalismo, y se va impregnando de ese proyecto expl¨ªcitamente abocado a la secesi¨®n territorial. Porque cuenta con la inercia de las partitocracias llamadas baron¨ªas y la tendencia de las administraciones auton¨®micas a cargarse de poder administrativo y pol¨ªtico, en contraposici¨®n a la tendencia del Estado a drenar competencias hacia una entidad supranacional como es Europa. Y se nutre de dos soportes, uno te¨®rico, que es el que surge de la gran equivocaci¨®n de confundir centralismo con nacionalismo, y la tendencia a apoyar las ideas regionalistas, olvid¨¢ndose entre otras valoraciones de aquella de Gregorio Mara?¨®n que dec¨ªa que 'todo regionalismo tiene en s¨ª el germen de la reacci¨®n, mientras que el centralismo, a¨²n con problemas, representa el progreso'. Cabr¨ªa aqu¨ª preguntarse ?por qu¨¦ la unidad de Europa es buena y la unidad de Espa?a no?, cuando la secuencia de razonamiento es la misma. Y de otro criterio pr¨¢ctico que viene de la descompensaci¨®n territorial en la representaci¨®n ciudadana en las Cortes Generales. Hasta tal punto, que el papel de bisagra que en cualquier pa¨ªs democr¨¢tico del mundo lo hace un partido nacional, en Espa?a ese papel lo hacen los partidos nacionalistas, convirtiendo as¨ª la mec¨¢nica en anatom¨ªa: la bisagra se vuelve buche. Por un lado, en las alianzas electorales para el gobierno de Espa?a juegan un papel de representaci¨®n ficticiamente mayor. Por otro, la costos¨ªsima maquinaria administrativo-pol¨ªtica del Estado de las Autonom¨ªas genera para sus usufructuadores, reales o potenciales, unas pol¨ªticas, incluida la de alianzas, que tiende a prescindir de valores de racionalidad democr¨¢tica y progresista, y que representa el principio de eficacia de gesti¨®n p¨²blica en beneficio de la partitocracia autonomista.

De ah¨ª el poder de atracci¨®n que tiene para el conglomerado rojillo-regionalista, vestido a veces de verde, en detrimento de la eficacia de gesti¨®n pol¨ªtica y administrativa de la naci¨®n, donde la solidaridad y la igualdad ante la ley sea m¨¢s real y menos camuflada en agravios comparativos y consentidos, en trucos auton¨®micos donde prima 'lo que nos es favorable' sobre lo justo, y en pruritos identitarios que reinventan '¨¢mbitos de decisi¨®n' o cualquier melonada de marketing para uso pol¨ªtico. Se camuflan as¨ª los atentados te¨®ricos y pr¨¢cticos contra la concepci¨®n moderna de la pol¨ªtica, que sit¨²a al ciudadano como eje y sujeto del quehacer pol¨ªtico en un Estado de Derecho.