El Nobel imperturbable
En el oto?o de 1984, Claude Simon pas¨® por Madrid para actuar en el Instituto Franc¨¦s, donde dio una conferencia de implacable hermosura sobre la descripci¨®n como un elemento b¨¢sico para crear una nueva narratividad. Con dicho motivo, le entrevist¨¦ en estas mismas p¨¢ginas porque me resultaba curiosa su reivindicaci¨®n de Balzac por parte de tan destacado representante de lo que llam¨¢bamos nouveau roman (que reivindicaba m¨¢s a Flaubert), la ¨²ltima vanguardia narrativa coherente que haya conocido el mundo hasta hoy. Hasta en su propio pa¨ªs, la batalla contra el nouveau roman ha sido brutal durante el ¨²ltimo cuarto de siglo, acus¨¢ndola sobre todo de haber causado el desv¨ªo del p¨²blico por su dureza y rigor expresivos y por el dogmatismo de sus posiciones. Quiz¨¢ sus atacantes tuvieran raz¨®n, aunque sus resultados han sido de tal pobreza que las letras francesas parecen haber desaparecido del mercado universal y desde luego del nuestro casi del todo. Nadie ha sustituido a los grandes representantes del nouveau roman, ni en su pa¨ªs ni en ning¨²n otro, el reinado del mercado ya es total, y frente a ese cataclismo literario la obra de Claude Simon ha ca¨ªdo en el olvido.
EL TRANV?A
Claude Simon Traducci¨®n de Javier Albi?ana Seix Barral. Barcelona, 2002 160 p¨¢ginas. 12 euros
Y eso que goz¨® al final de un apoyo considerable, pues obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1985, lo que sorprendi¨® bastante hasta en Francia, donde ya nadie pensaba en ¨¦l, su nombre no sonaba para nada, era olvidado en todas las encuestas y hasta algunos cr¨ªticos de moda se burlaban de ¨¦l de manera inmisericorde (recuerdo, poco antes, la respuesta de un ejecutivo de Gallimard, a quien yo intent¨¦ colocar la obra de Juan Benet: 'Para eso ya tenemos a Claude Simon en Francia, que nos basta y nos sobra'.
De hecho las acciones de Claude Simon para el Nobel cotizaban muy a la baja entonces. En 1983 se lo hab¨ªan dado al brit¨¢nico William Golding y con este motivo un acad¨¦mico sueco protest¨® en p¨²blico por haber preferido al brit¨¢nico frente al poder¨ªo art¨ªstico de la obra de Simon. Fue un peque?o esc¨¢ndalo que al discreto y resignado Simon le dej¨® anonadado: 'Ha sido un horror, los suecos aborrecen todo esc¨¢ndalo ya no me lo dar¨¢n jam¨¢s', me dijo en la citada entrevista. Aunque las aguas volvieron a su cauce despu¨¦s (tras el interregno del poeta checo Jaroslav Seifert, que obtuvo el premio en 1984) y en 1985 lo obtuvo Claude Simon, cuyo rival en el fondo hab¨ªa sido su compatriota Alain Robbe-Grillet.
Mientras tanto, Claude Simon,
de maneras discretas e imperturbables, se presentaba en aquellos a?os como un escritor casi retirado, un curtido campesino vestido con un chaquet¨®n de cuero negro, un caballero rural que cultivaba sus vi?as desde su caser¨®n familiar de Salses, en las cercan¨ªas de Perpi?¨¢n. Lo que no impidi¨® que al recoger el premio le dijera al rey de Suecia que era la primera vez que el descendiente de un mariscal de Napole¨®n (de la estirpe del mariscal Bernadotte) entregaba el premio a otro descendiente de otro mariscal del mismo Napole¨®n, que era ¨¦l mismo.
Pues Claude Simon, que el a?o que viene cumplir¨¢ 90 a?os, naci¨® en Tananarive (Madagascar), donde estaba destinado su padre, militar de origen campesino, que muri¨® al a?o siguiente en Verd¨²n cuando empezaba la primera gran guerra. Pas¨® su infancia en Perpi?¨¢n, de donde era su casi aristocr¨¢tica familia materna -con cuyos recuerdos ha escrito esta peque?a joya que es El tranv¨ªa-, pero, al fallecer su madre, se educ¨® con unos t¨ªos en Par¨ªs, donde estudi¨® en el colegio Stanislas. Quiso ser pintor, frecuent¨® los medios anarquistas que le llevaron a Barcelona a militar en las filas republicanas durante los primeros d¨ªas de la guerra civil espa?ola, cuyos recuerdos le inspirar¨ªan otra de sus buenas novelas, Le Palace. El estallido de la segunda gran guerra le sorprendi¨® como oficial de caballer¨ªa en Flandes, cuya fulminante derrota iba a testimoniar en su primera obra maestra La ruta de Flandes. Fue hecho prisionero, aunque pudo evadirse y escapar a la zona 'libre' del sur de su pa¨ªs y luchar en las filas de la resistencia contra los alemanes, hasta que en la posguerra se dedic¨® ya por entero a la literatura.
Sus cuatro primeras novelas
-Le tricheur, La corde raide, Gulliver y Le sacre du printemps- son de inspiraci¨®n faulkneriana, las dos primeras figuran siempre como 'agotadas' en sus bibliograf¨ªas, y de las dos siguientes hubo unas primeras versiones espa?olas en Venezuela. Jacobo Muchnik recuper¨® las dos siguientes en Argentina, Le hierba y El viento (la primera la tradujo Miguel ?ngel Asturias con su esposa) y ya para entonces la figura de Simon fue integrada por Jer?me Lindon en su editorial 'de Minuit' en el conjunto de la operaci¨®n del nouveau roman, como uno de sus m¨¢s importantes pilares, al lado de Nathalie Sarraute, Robbe-Grillet, Michel Butor, Claude Ollier, Robert Pinget, con los a?adidos de Samuel Beckett o el transitorio de Marguerite Duras. Como final, aquello -la destrucci¨®n del relato, la fragmentaci¨®n del tiempo, la desaparici¨®n de los personajes- no era un verdadero grupo, sino una 'asociaci¨®n de malhechores' como ironizaban la primera y el segundo, pues cada cual iba por su lado. Pero la aparici¨®n en Francia el oto?o pasado de La reprise, de Robbe-Grillet, y El tranv¨ªa, de Claude Simon, les ha vuelto a poner de actualidad, y ha sacudido los mimbres literarios en su pa¨ªs. No, evidentemente, 'el nouveau roman' es un cad¨¢ver que goza de bastante buena salud, caiga quien caiga.
Una obra que viene de la pintura
TODA LA OBRA de Claude Simon viene de la pintura, de la manera como se puede ver un cuadro, de lejos o de cerca, desde los conjuntos claros y lejanos hasta las m¨¢s intrincadas y diminutas pinceladas, donde se utiliza la descripci¨®n para torpedearlo todo -y as¨ª renovarlo todo- en un incesante ir y venir adem¨¢s entre el tiempo y la historia. Al influjo faulkneriano se le a?adi¨® el de Marcel Proust, y la utilizaci¨®n aplastante y masiva del descripcionismo de un Balzac como un bulldozer. La pintura nos otorga -al acercarnos a cada pincelada como con un microscopio- la complejidad de lo real como visto por un telescopio. Todo son trozos, fragmentos, retazos, mezclas, combinaciones, introducciones en el tejido narrativo de unas tramas siempre existentes por debajo pero que hay que perseguir hasta la exasperaci¨®n. Entre el tiempo y la historia se introduce la memoria, con su ir y venir continuo que segrega lo que llamamos literatura, que a su vez es reconstruida en permanentes ruinas por la magistral y siempre apocal¨ªptica visi¨®n del escritor. Y as¨ª vamos de lo autobiogr¨¢fico a lo hist¨®rico, de una guerra a otra, de los recuerdos de infancia a los de su familia, de las claves metaliterarias de La batalla de Farsalia -'de la Phrase' o 'de Pharsale' todo es lo mismo- a Tripyique, Les corps conducteurs o Le?ons de choses, para culminar en esas reconstrucciones que son Las Ge¨®rgicas, La Acaci y Le Jardin des Plantes, su pen¨²ltimo 'retrato de una memoria', que son sus obras maestras finales. El tranv¨ªa no es tan grande, es una obra menor, pero todo lo de Simon es gigantesco si miramos alrededor. Un tranv¨ªa va -iba en los a?os veinte- del centro de Perpi?¨¢n hacia una playa cercana, transportando ni?os, escolares, obreros, veraneantes, burgueses, en los que se vac¨ªan los recuerdos del tiempo ido, mientras la voz de un anciano se autoescruta desde el lecho del hospital donde acaba de ser operado. Y de manera menos ca¨®tica y m¨¢s transparente de lo que aparenta, las estampas se van desgranando una tras otra, desde la caricatura de otro viejo enfermo hasta la muerte de la madre, o a la inolvidable de la criada que asa ratas encima del horno, todo se entreteje aqu¨ª como en un mausoleo genial, que circula por nuestro interior en una sucesi¨®n de im¨¢genes imperecederas. Recuerden que no por peque?as valen menos las joyas. Inolvidable.
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