Cuatro d¨ªas lleno y cuatro vac¨ªo
Castro de Filabres, con un ¨²nico nacimiento en la ¨²ltima d¨¦cada, cuenta con ni?os s¨®lo en vacaciones
Existe un pueblo sin tiendas, ni bares, ni farmacia, ni tampoco autobuses que lo comuniquen con el resto de pueblos o la capital. Por no tener, no tiene ni p¨¢rroco, que s¨®lo sube a la ladera de la monta?a en la que est¨¢ ubicado, a 43 kil¨®metros de Almer¨ªa, cada 14 d¨ªas para dar una misa el s¨¢bado. El pueblo, entre otras muchas carencias, tampoco tiene ni?os. Las 170 personas censadas en Castro de Filabres, un municipio de las entra?as de la Sierra de Filabres almeriense, s¨®lo han vivido en la ¨²ltima d¨¦cada el nacimiento de Isabel Segura, que ya cuenta seis a?os.
En Castro de Filabres, claro est¨¢, tampoco hay colegio. Ni un autob¨²s escolar que traslade hasta el centro escolar m¨¢s cercano, el del municipio de Tabernas, a las ¨²nicas tres ni?as que viven en ¨¦l: Isabel y sus dos hermanas mayores. 'Todos los lunes bajamos las tres hasta Almer¨ªa, para quedarnos en el internado del colegio Madre de la Luz y, todos los viernes, subimos de vuelta. Nos gustar¨ªa que hubiera un cole aqu¨ª pero no puede ser porque solo estamos nosotras', se queja Mar¨ªa del Mar, de 10 a?os, hermana mayor de Isabel.
El municipio almeriense ostenta el triste r¨¦cord de tener la menor tasa de natalidad de toda Andaluc¨ªa, seg¨²n se recoge en los datos que cada a?o coteja el Instituto de Estad¨ªstica de Andaluc¨ªa (IEA). Casi el 40% de su poblaci¨®n es mayor de 65 a?os y el lugar, de lunes a jueves, parece vivir en una letan¨ªa que se rompe cada viernes por la tarde y en v¨ªsperas de fiestas y vacaciones escolares: cuando los ni?os llegan al lugar.
Ni?os como H¨¦ctor, de 9 a?os, o Mari Feli, de 12, que cuentan los d¨ªas de la semana para pasar el s¨¢bado y domingo en el mismo pueblo donde nacieron sus abuelos y se criaron sus padres. 'Venimos todos los viernes porque aqu¨ª estamos m¨¢s sueltos y nos lo pasamos mejor. Adem¨¢s, nos juntamos por lo menos unos 20 ni?os y en verano nos vamos todos los d¨ªas a la piscina del pueblo', apunta Mari Feli. La abuela de H¨¦ctor, Virtudes (69 a?os), vive la semana con los retumbes en el t¨ªmpano de los gritos y algarab¨ªa de sus tres nietos y sabe que cada fin de semana la llegada de su hija y el marido de ¨¦sta con los chiquillos es indispensable. 'Mi hija vive en Tabernas por el tema del colegio. El pueblo se ha quedado sin ni?os porque no hay escuela y los padres se han tenido que ir', afirma la mujer, que encomienda la intendencia de alimentos a su hija. Y es que en Castro de Filabres el pan llega tres d¨ªas a la semana: lunes, mi¨¦rcoles y viernes; la carne, los s¨¢bados; y el pescado, 'tarde, mal y nunca', explica la mujer. 'Ahora viene un muchacho con congelados, pero no tiene regularidad ninguna', apostilla. Si Virtudes o su vecina Mar¨ªa deciden, como anteayer, ir a la peluquer¨ªa o hacer algunas compras por su cuenta y sin que medien encargos, preguntan al primer coche que baje hasta Almer¨ªa o comprometen al propio alcalde. 'El m¨¦dico sube todos los mi¨¦rcoles al consultorio y si hay algo urgente pues se llama a la ambulancia de Tabernas. Las mujeres solemos sentarnos por la tarde a la salida del pueblo y los hombres van al club social a jugar a las cartas. No nos aburrimos porque estamos acostumbrados a esto', expone Virtudes.
La poblaci¨®n de Castro de Filabres se duplicada rozando los 500 habitantes en los meses de est¨ªo y ha visto, tamib¨¦n, una evoluci¨®n en los servicios de un municipio que diez a?os atr¨¢s ni siquiera contaba con l¨ªnea telef¨®nica. Su alcalde, el socialista Francisco Mart¨ªnez, describe las peculiaridades del municipio como 'factor com¨²n' de otros pueblos de la comarca. 'Estos pueblos est¨¢n muy cerca de la ciudad y la gente emigr¨®. Ahora parece que hay un atisbo de supervivencia. Tenemos biblioteca municipal, piscina, club de la Tercera edad, una nave para actos con bar propio, depuradora de aguas residuales y pistas deportivas', dice el edil.
Conocer la matanza
Con estos servicios o sin ellos, que en nada llaman la atenci¨®n de vecinos como Isabel Mart¨ªnez, de 80 a?os, los lazos entre Castro de Filabres y los que all¨ª han vivido se mantienen s¨®lidos a pesar del paso del tiempo. Isabel, como los cr¨ªos que corretean por las calles del pueblo sin temor de atropellos, va y viene como los chavales a golpe de los festivos impuestos por el calendario. 'Me subo con mis sobrinos o con el primero que pillo desde Almer¨ªa. Y vengo todos los fines de semana porque aqu¨ª tengo mis cosas, mis tierras y mi casa. Si vivo en la capital es porque all¨ª est¨¢n todos mis hijos y mis nietos. Pero solo por eso', sostiene.
Pese a las esperanzas puestas en nuevos proyectos de empleo y creaci¨®n de infraestructuras que atraigan inversiones para el turismo rural, la creaci¨®n de un vivero o la fundaci¨®n de un consorcio de municipios que ayude a captar subvenciones para la revitalizaci¨®n de la zona, abuelas del lugar, como la de H¨¦ctor, se duelen de lo que ya est¨¢ 'perdido' y no retornar¨¢. 'Antes el pueblo estaba cubierto. Hac¨ªamos matanzas, hab¨ªa gallinas, conejos y hasta yo ten¨ªa un marrano. Ya de eso no hay nada. Y yo, de lo que tengo ganas, es de que mis nietos sepan lo que es una matanza. Y me da a m¨ª que no lo van a saber nunca', lamenta la mujer.
Una emigraci¨®n forzada
El comportamiento demogr¨¢fico de la localidad almeriense de Castro de Filabres es s¨®lo un bot¨®n de muestra de lo sucedido en toda la comarca de la Sierra de Filabres o de otras comarcas como La Alpujarra. La progresiva p¨¦rdida de habitantes que la provincia padeci¨® a partir de los a?os 40 no se debi¨® a un crecimiento vegetativo -m¨¢s muertes que nacimientos- sino al fen¨®meno migratorio. El cultivo tradicional ligado a la provincia de Almer¨ªa durante siglos y cuyo esplendor se sit¨²a entre finales del siglo XIX y la primera d¨¦cada del siglo XX, el de la uva de mesa, sucumbir¨ªa a principios de siglo en el mercado internacional. La prosperidad renacida de las entra?as de las minas tampoco tardar¨ªa en entrar en crisis. La fiebre minera como vino, se fue de municipios como Rodalquilar (N¨ªjar), G¨¦rgal, Las Menas, (Ser¨®n) y Lucainena de las Torres, entre otros. La salida para muchos, entre los a?os 40 y 60, no era otra que la de emigrar a pa¨ªses como Francia, Suiza o Alemania en busca de trabajo. La emigraci¨®n ha sido una constante entre las caracter¨ªsticas demogr¨¢ficas de la provincia de Almer¨ªa durante el pasado siglo XX. No en vano, desde 1900 y hasta 1970, todos los saldos migratorios ha sido negativos en las sucesivas d¨¦cadas. Castro de Filabres padece hoy las consecuencias de aquella huida forzada. El destino del pueblo, que ha sobrevivido a s¨ª mismo pese a todo, podr¨ªa haber sido distinto sin esta parte de la historia.
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