?Americana o europea?
Elegir¨¢ Europa la uni¨®n con EE UU o la construcci¨®n europea? ?Seguir¨¢ la opci¨®n extrema de Berlusconi, que da prioridad a la salvaguardia del 'mundo occidental', o proteger¨¢ el modelo social europeo en lugar de apoyar a EE UU en su lucha contra el eje del mal? Desde el 11 de septiembre, el mundo est¨¢ dominado por la voluntad de intervenci¨®n militar expresada por EE UU. Dicha voluntad no se reduce a la gesti¨®n estadounidense de una econom¨ªa globalizada; ya no se trata de redes econ¨®micas mundiales, sino de una pol¨ªtica aut¨¦nticamente guerrera. Ello es tan claro que los jefes de la econom¨ªa mundial se inquietaron en Nueva York-Davos por la ampliaci¨®n de la distancia entre la estrategia militar y pol¨ªtica de Bush y los intereses de los grupos que dirigen la econom¨ªa mundial.
En Europa, las resistencias a ese esp¨ªritu de cruzada son fuertes y hallan aliados incluso en EE UU. Pero reina la confusi¨®n: algunos pa¨ªses est¨¢n en periodo electoral y m¨¢s dispuestos a presentar programas sociales; otros, cuyas orientaciones no son muy diferentes, responden ante todo a las presiones de EE UU. Y nadie puede estar seguro de que Europa no quede paralizada por su divisi¨®n interna.
Por un lado, Berlusconi es el que ha demostrado m¨¢s entusiasmo por la defensa de Occidente; aunque cuando Aznar recibi¨® a Bush subray¨® con la misma fuerza la prioridad que daba a la solidaridad con EE UU. El caso de Blair es en apariencia diferente porque el Gobierno labour quiere desarrollar una pol¨ªtica social activa, que podr¨ªa llegar incluso al fortalecimiento de la construcci¨®n europea. Pero la pol¨ªtica brit¨¢nica est¨¢ dominada por la solidaridad financiera y los lazos hist¨®ricos con EE UU.
Enfrente, Alemania, Holanda y sobre todo Francia manifiestan que su prioridad es la construcci¨®n de una Europa si no socialdem¨®crata tampoco de la prudencia extrema de la tercera v¨ªa de Blair. Se puede decir que estas dos orientaciones no son contradictorias, pues una es puramente pol¨ªtica y la otra m¨¢s social; pero s¨ª lo son, pues una est¨¢ arrastrada hacia la l¨®gica imperial de EE UU, mientras que la otra quiere ser una respuesta a los problemas internos de las sociedades europeas. En Alemania es donde la opci¨®n es m¨¢s dificil, pues hace ya tiempo que el modelo alem¨¢n -que tuvo tanto ¨¦xito en la era industrial- se enfrenta con dificultad a las nuevas condiciones de producci¨®n y comercializaci¨®n. El caso de Francia es m¨¢s original: el apoyo al discurso actual del presidente de EE UU es escaso, pero la defensa del Estado nacional franc¨¦s utiliza un vocabulario m¨¢s pr¨®ximo a los problemas de la naci¨®n que a los de la sociedad. A medida que la campa?a electoral avanza, Jospin propone una renovaci¨®n m¨¢s profunda de su programa de centro-izquierda, que adquiere un tinte cada vez menos estatal.
A diferencia de lo que se suele pensar, el futuro y la solidez del proyecto europeo no est¨¢n garantizados. Europa, con el apoyo de EE UU, no ha estado gravemente amenazada desde la crisis de los misiles. Hoy, su centro de decisi¨®n se enfrenta a un peligro que viene del lado opuesto, pues ?qu¨¦ peso tiene frente a un acontecimiento como el del 11 de septiembre y a las decisiones cada vez m¨¢s unilaterales de EE UU? Alemania y Francia parecen querer seguir construyendo Europa. El Reino Unido, Espa?a e Italia son, sin embargo, m¨¢s sensibles al llamamiento del presidente Bush. Portugal era proeuropeo casi naturalmente, pues recib¨ªa una ayuda sustancial de la UE, pero, ?existe el Portugal de Mario Soares cuando la UE va a bascular al Este su apoyo a las regiones desfavorecidas? De un modo m¨¢s general, podemos temer el peligro de una Europa totalmente ocupada por los problemas de su construcci¨®n, incapaz, por tanto, de tomar iniciativas geopol¨ªticas, lo que la hace depender de hecho de EE UU, cuyo presidente se comporta como un jefe guerrero. Hoy no depende ya de Europa lograr la s¨ªntesis entre las dos tendencias que se oponen en su seno. Si ma?ana Bush decide atacar Irak, cada pa¨ªs europeo se encontrar¨¢ ante un hecho consumado, con la excepci¨®n -parcial- del Reino Unido.
Por lo tanto, es necesario que Europa se revitalice en torno a su eje hist¨®rico, formado por Alemania y Francia, y los otros pa¨ªses miembros adquieran lo m¨¢s r¨¢pidamente posible una cierta autonom¨ªa decisoria. Pero esto no es m¨¢s que el primer paso. Mientras el mundo estaba sometido a los due?os de la globalizaci¨®n, un conflicto entre Europa y EE UU era casi imposible. Hoy ya no mandan las grandes networks, sino la voluntad hegem¨®nica del presidente de EE UU, que act¨²a solo y en funci¨®n del inter¨¦s de su pa¨ªs. Este profundo cambio exige a Europa adquirir una autonom¨ªa de actuaci¨®n y dejar de ser el Sancho Panza del Don Quijote de Washington. ?ste es el reto de las elecciones en Alemania y Francia. Si ganan Schr?der y Jospin, que dan prioridad a la construcci¨®n europea frente al apoyo que debe darse a Washington, Europa se fortalecer¨¢. Es la raz¨®n por la que la importancia de dichas elecciones supera la de los pa¨ªses en los que se van a realizar.
Alain Touraine es soci¨®logo, director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
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