Homenaje a un hist¨®rico esp¨ªa del universo
John Archibald Wheeler, el padre del t¨¦rmino 'agujero negro', sigue en activo a los 90 a?os
John Archibald Wheeler ayud¨® a explicar la fisi¨®n nuclear con Niels Bohr, razon¨® la teor¨ªa cu¨¢ntica con Einstein, contribuy¨® a construir las bombas at¨®micas y fue pionero en el estudio de lo que posteriormente denomin¨® agujeros negros. Adem¨¢s se convirti¨® en el f¨ªsico-poeta de su generaci¨®n. Ahora, a los 90 a?os, recibe el homenaje a toda una vida.
'?Por qu¨¦ el universo? ?Por qu¨¦ nosotros? ?Por qu¨¦ cualquier cosa?', se pregunta
El cient¨ªfico reconoce que sus pensamientos son fragmentarios, ideas para ideas
Todo se reduce a esto. En un lado del cuadril¨¢tero est¨¢ John Archibald Wheeler, de 90 a?os, profesor em¨¦rito de f¨ªsica de las universidades de Princeton y Tejas, armado con una bater¨ªa de aud¨ªfonos, pu?ados de tizas de colores, una cortes¨ªa inagotable, un talento para la met¨¢fora propio de un poeta, un indomable sentido del deber y la compa?¨ªa de un ej¨¦rcito fantasma de grandes pensadores.
En el otro hay un gran drag¨®n humeante, que es como Wheeler denomina uno de los misterios supremos de la naturaleza: la capacidad (seg¨²n las leyes de la mec¨¢nica cu¨¢ntica que rigen las cuestiones subat¨®micas) que tiene una part¨ªcula como un electr¨®n de existir en un oscuro estado de posibilidad -de estar en cualquier parte, en todas partes o en ninguna parte- hasta que un detector de laboratorio o un globo ocular le da solidez.
Este cient¨ªfico sospecha que esta incertidumbre cu¨¢ntica, que es como se conoce com¨²nmente, es la clave para entender por qu¨¦ las cosas existen, c¨®mo algo -el universo con sus leyes- puede proceder de la nada. O, como a ¨¦l le gusta decirlo: '?Por qu¨¦ el cuanto?'. '?Por qu¨¦ la existencia?'.
En pie, junto a la ventana de su oficina, situada en la tercera planta del edificio Jadwin de Princeton, Wheeler se?alaba hace poco los ¨¢rboles y las c¨²pulas verdes del edificio de astronom¨ªa que se ve a lo lejos. 'A todos nos han hipnotizado para que pensemos que hay algo ah¨ª fuera', dijo.
Dos veces por semana coge un autob¨²s desde su hogar para jubilados en la cercana Hightstown para sentarse aqu¨ª bajo los retratos de Albert Einstein y Niels Bohr, los polos inseparables de su vida cient¨ªfica, y hacer frente a la naturaleza ef¨ªmera del mundo, dictando sus pensamientos a su secretaria, Emily Bennett.
'El tiempo que me queda sobre la Tierra es limitado', escribi¨® no hace mucho. 'Y el interrogante de la creaci¨®n es tan formidable que dif¨ªcilmente puedo tener la esperanza de resolverlo en el tiempo que me queda. Pero todos los martes y jueves imaginar¨¦ que me est¨¢n torturando y anotar¨¦ la mejor respuesta que pueda'.
Tiene clar¨ªsimo qui¨¦n ganar¨¢ el combate. El ataque al coraz¨®n del a?o pasado ha dejado su huella y el cient¨ªfico reconoce que sus pensamientos son fragmentarios, ideas para ideas, como le gusta decir, y no para sus colegas actuales, sino para las generaciones futuras.
Es lo que lleva haciendo toda la vida. Las frases que Wheeler ha acu?ado se?alan el camino de las aspiraciones de la f¨ªsica en las ¨²ltimas d¨¦cadas: agujeros negros, espuma cu¨¢ntica o ley sin ley, por mencionar algunas. 'Una parte important¨ªsima de ¨¦l es que es un visionario', comenta Kip Thorne, f¨ªsico de Caltech, que fue alumno de Wheeler en Princeton. 'Intenta ver mucho m¨¢s all¨¢ del horizonte que la mayor¨ªa de la gente gracias a su intuici¨®n'.
'Hizo que la f¨ªsica volviera a ser divertida', dice Max Tegmark, cosm¨®logo de la Universidad de Pensilvania que recientemente colabor¨® con Wheeler, y se?ala los motivos por los que los cient¨ªficos le adoran. Seg¨²n dice, los f¨ªsicos normalmente son reacios a hablar sobre Cuestiones Verdaderamente Importantes, como el porqu¨¦ de la existencia, por temor a ser tildados de chiflados. Y a?ade: 'Nos ense?¨® a no tener miedo'.
Una vez Wheeler se compar¨® con el explorador Daniel Boone, quien, seg¨²n se dice, se sent¨ªa obligado a moverse a un nuevo territorio cada vez que alguien se trasladaba a menos de un kil¨®metro de ¨¦l. Fue en la f¨ªsica nuclear, la ciencia de los dens¨ªsimos n¨²cleos de ¨¢tomos, donde primero dej¨® su impronta. Naci¨® el 9 de julio de 1911 en Jacksonville, Florida. Era el primog¨¦nito de una familia de bibliotecarios y obtuvo el doctorado en f¨ªsica en la Universidad Johns Hopkins a los 21 a?os.
Un a?o despu¨¦s, tras comprometerse al cabo de s¨®lo tres citas con una antigua conocida, Janette Hegner (llevan 67 a?os casados y tienen tres hijos, ocho nietos y nueve biznietos), Wheeler se embarc¨® rumbo a Copenhague. All¨ª, Bohr presid¨ªa un peque?o instituto de investigaci¨®n y era el rey fil¨®sofo de una revoluci¨®n que la d¨¦cada anterior hab¨ªa sacudido la f¨ªsica y el sentido com¨²n hasta la m¨¦dula.
El a?o que pas¨® en Copenhague viendo a Bohr batirse con las paradojas del mundo cu¨¢ntico supuso el inicio de una relaci¨®n de por vida que dej¨® una marca indeleble. 'Se puede hablar de personas como Buda, Jes¨²s, Mois¨¦s o Confucio, pero lo que me convenci¨® de que esas personas existen fueron las conversaciones con Bohr', coment¨® Wheeler luego.
Posteriormente, Wheeler se involucr¨® en el Proyecto Manhattan para construir una bomba at¨®mica y luego interrumpi¨® un a?o sab¨¢tico en Par¨ªs en 1950 para volver a Estados Unidos y ayudar a Edward Teller a desarrollar una bomba de hidr¨®geno.
Tras regresar al mundo acad¨¦mico, Wheeler se apart¨® de la f¨ªsica nuclear atra¨ªdo por las teor¨ªas de otro residente de Princeton: Einstein. Convirti¨® Princeton en el centro de investigaci¨®n de Estados Unidos sobre relatividad general, un campo moribundo por estar muy alejado de los experimentos de laboratorio. 'Rejuveneci¨® la relatividad general', coment¨® Freeman Dyson, te¨®rico del Instituto de Estudios Avanzados, al otro extremo de la ciudad de Princeton.
No fue hasta 1967, durante una conferencia en Nueva York, cuando Wheeler, adoptando una sugerencia que le gritaron desde el p¨²blico, dio con el t¨¦rmino agujero negro para escenificar el horrible posible fin para una estrella y para la f¨ªsica. En cierto sentido, los agujeros negros, o las puertas del tiempo, como posteriormente las denomin¨®, estaban por todas partes, bajo nuestras u?as, por cortes¨ªa del principio de incertidumbre, y lo mismo suced¨ªa con la procedencia de las leyes de la f¨ªsica.
En la d¨¦cada de los setenta, Wheeler estaba listo para dar un paso adelante. Por jubilarse obligatoriamente de su docencia en Princeton, se traslad¨® a la Universidad de Tejas, donde se centr¨® en lo m¨¢s peque?o, es decir, el cuanto, con la energ¨ªa y elocuencia que hab¨ªa prodigado al estudio de los agujeros negros. 'La relatividad es emocionante, pero no es sorprendente, no es peculiar', dijo una vez. 'La teor¨ªa cu¨¢ntica sigue siendo un misterio; es uno de los grandes desaf¨ªos para el siglo XXI'.
Cuando tras someterse a un by-pass le dijeron que ten¨ªa que bajar el ritmo, Wheeler se traslad¨® a un hogar para jubilados cerca de Princeton en 1986. En un extracto fechado el 29 de enero de 2002 de su diario se lee lo siguiente: 'Nada de espacio, nada de tiempo, nada de gravedad, nada de electromagnetismo, nada de part¨ªculas. Nada. Hemos vuelto al punto en el que Plat¨®n, Arist¨®teles y Parm¨¦nides se bat¨ªan con las grandes inc¨®gnitas: ?por qu¨¦ el universo? ?Por qu¨¦ nosotros? ?Por qu¨¦ cualquier cosa? Pero afortunadamente tenemos cerca la respuesta a estas preguntas: nosotros'.
Es un concepto llamativo incluso para un aventurero como Wheeler. Claro que, como se?ala Thorne, su historial de locuras es sorprendentemente bueno. Una de esas ideas desemboc¨® en un premio Nobel para un alumno de posdoctorado suyo, Richard Feynman, el destacado f¨ªsico de Caltech. Thorne record¨® que Feynman le dijo: 'Algunos piensan que Wheeler se ha vuelto loco en los ¨²ltimos a?os, pero lo cierto es que siempre ha estado loco'.
Ciencia y especulaci¨®n
Para Wheeler es momento de celebraci¨®n y de recoger la cosecha de muchas generaciones de semillas de inspiraci¨®n. La Battelle Memorial Institution de Columbus, Ohio, ha donado tres millones de d¨®lares (3,5 millones de euros) para una c¨¢tedra de f¨ªsica con su nombre a la Universidad de Princeton. El pasado 15 de marzo, las Cuestiones Verdaderamente Importantes que Wheeler adora estuvieron sobre la mesa cuando destacados cient¨ªficos se reunieron en su honor en Princeton para celebrar un simposio modestamente titulado La ciencia y la realidad definitiva, patrocinado por la Fundaci¨®n John Templeton y el Premio de Cosmolog¨ªa de la Fundaci¨®n Peter Gruber. El programa recog¨ªa las dos caras de Wheeler, la del cient¨ªfico s¨®lido y la del especulador atrevido. Algunas de las ideas m¨¢s audaces de Wheeler fueron temas de debate en este simposio, como la de que el universo es un ordenador gigantesco y que la teor¨ªa cu¨¢ntica de alguna forma puede derivarse de la teor¨ªa de la informaci¨®n, la l¨®gica de los bits y los bytes. Adem¨¢s, en el simposio presentaron sus trabajos los 15 finalistas -10 hombres y cinco mujeres de ocho pa¨ªses de entre 24 y 32 a?os- de un concurso convocado para esta ocasi¨®n para investigadores j¨®venes. El primer premio (17.240 euros) lo compartieron Raphael Bousso (Universidad de California) y la investigadora Fotini Markopoulo-Kalamara (Universidad de Waterloo, Canad¨¢). Ambos trabajan en el ¨¢rea de la gravedad cu¨¢ntica.
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