Recursos naturales
Una de las caracter¨ªsticas m¨¢s sobresalientes de la ciencia desarrollada durante los dos ¨²ltimos siglos ha sido la reducci¨®n de los problemas propios de los escenarios naturales a sistemas f¨ªsicos y qu¨ªmicos manejables con herramientas l¨®gicas y matem¨¢ticas accesibles en su tiempo. Esa reducci¨®n implic¨® necesariamente una simplificaci¨®n que fue de probada utilidad en el dise?o de instrumentos y m¨¢quinas en los que se apoyar¨ªa la revoluci¨®n industrial y tecnol¨®gica, y por tanto de enorme influencia en el paisaje socio-econ¨®mico actual. Entre esas reducciones resaltan, por su ubicuidad y por su impacto, la sistem¨¢tica utilizaci¨®n de la termodin¨¢mica del equilibrio avanzada por Gibbs y la consideraci¨®n casi exclusiva de din¨¢micas de tipo lineal.
Aunque gran parte de la actual pol¨¦mica sobre la conservaci¨®n de un escenario natural sostenible y de su dependencia de modelos econ¨®micos globales est¨¢ ¨ªntimamente ligada a la observaci¨®n anterior, no merece la pena analizar aqu¨ª la bondad de los resultados conseguidos. Sin embargo, es necesario resaltar que dicha reducci¨®n conlleva impl¨ªcitamente el abandono de la comprensi¨®n del funcionamiento de los sistemas naturales en beneficio de una utilizaci¨®n pragm¨¢tica de los recursos en el contexto de la econom¨ªa del desarrollo. De ah¨ª tambi¨¦n el car¨¢cter eminentemente catalogador de la Historia Natural desarrollada en los ¨²ltimos doscientos a?os y el aparcamiento del estudio de las leyes que rigen los sistemas din¨¢micos naturales, compuestos de multitud de piezas que funcionan interactivamente a trav¨¦s de mecanismos espec¨ªficos.
El panorama ha cambiado tanto que se hace obligado un giro radical en la manera de afrontar el estudio de la fenomenolog¨ªa de la naturaleza. La sensaci¨®n de que los sistemas naturales (incluidos en ellos los sistemas derivados de las relaciones humanas, como los econ¨®micos) son intr¨ªnsecamente complejos y no lineales gana adeptos d¨ªa tras d¨ªa en la comunidad cient¨ªfica. A¨²n m¨¢s, se comienza a sospechar que ya tenemos herramientas suficientes para que la tarea de estudiarlos en su complejidad sea cient¨ªficamente rentable. Por citar algunos ejemplos, la termodin¨¢mica de procesos irreversibles desarrollada por Ilia Prigogine cuenta hoy d¨ªa con un bagaje te¨®rico nada despreciable que ha generado no s¨®lo interesantes puestas en escena como la hip¨®tesis Gaia sino tambi¨¦n notables ¨¦xitos explicativos como el de la teor¨ªa depredador / presa o el de la generaci¨®n de estructuras disipativas. La insistente proclama de Benoit Mandelbroth de la existencia de una simetr¨ªa de dilataci¨®n caracter¨ªstica de los objetos y fen¨®menos naturales ha sido reconocida y hoy d¨ªa la geometr¨ªa fractal es otra de las herramientas a punto para el nuevo reto del estudio de los sistemas complejos. La utilizaci¨®n de los m¨¦todos cl¨¢sicos de la mec¨¢nica estad¨ªstica a problemas biol¨®gicos de diferentes escalas, desde la estructura de las macromol¨¦culas a la evoluci¨®n, comienza a dar resultados. El estudio de los sistemas ca¨®ticos determin¨ªsticos es hoy disciplina emergente y las simulaciones de tipo estoc¨¢stico ayudadas por la potencia de c¨¢lculo accesible a cualquier cient¨ªfico deparar¨¢n un conocimiento m¨¢s correcto y m¨¢s profundo, insospechable veinte a?os atr¨¢s, de numerosos fen¨®menos naturales.
M¨¢s all¨¢ de la catalogaci¨®n y explotaci¨®n de los recursos naturales con criterios externos de car¨¢cter economicista, se trata de aprender a manejarlos razonablemente en su intr¨ªnseca complejidad. Se puede intuir hoy que la demanda social a la ciencia y a los cient¨ªficos del siglo XXI no va ser tan s¨®lo la de actuar como motor del progreso tecnol¨®gico, sino adem¨¢s la de saber predecir y controlar el impacto de este progreso en la naturaleza y en las propias estructuras sociales y econ¨®micas que lo sostienen.
Desgraciadamente, la actual organizaci¨®n de nuestro sistema de adquisici¨®n de conocimiento no favorece el desarrollo del estudio de los sistemas complejos. En primer lugar porque la reacci¨®n de los curricula universitarios en respuesta a los avances de la ciencia (especialmente si ese avance, como es el caso, consiste en un giro epistemol¨®gico) conlleva un tiempo de retardo demasiado elevado. Por otra parte, la existencia de una r¨ªgida divisi¨®n de los Institutos del CSIC (el entorno natural para desarrollar esos estudios) en ¨¢reas de conocimiento impermeables distorsiona la creaci¨®n de canales eficaces de colaboraci¨®n entre expertos de distintas materias. Es tiempo ya de cambiar esa organizaci¨®n.
Juan Manuel Garc¨ªa Ruiz es profesor de Investigaci¨®n del CSIC.
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