Caspa
Hace unas semanas, en un viaje a M¨¢laga de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, el PSOE local hizo lo que se acostumbra en estos casos con las visitas de relumbr¨®n: sacar a la vista lo mejor de la casa. Reuni¨® en un almuerzo a un excelente escritor, a un brillante arquitecto que es a la vez un conspicuo agitador social y a las que probablemente son las dos mejores cabezas de Andaluc¨ªa en el mundo de las finanzas y de las nuevas tecnolog¨ªas. Era una lustrosa muestra de una sociedad que ha ido ganando dinamismo en los ¨²ltimos a?os. Pero eso no era todo. Convocaron tambi¨¦n a dos exponentes de la caspa castiza: un representante de las cofrad¨ªas y otro de las pe?as, que actuaron de convidados de piedra.
Desde que comenz¨® a salir de nuevo a la luz, a finales de los a?os cincuenta, la izquierda procur¨® ganar influencia en los sectores m¨¢s din¨¢micos de la sociedad: Universidad, colegios profesionales... Muerto Franco, la izquierda andaluza intent¨® superar los recelos de los sectores m¨¢s tradicionales, pero lo hizo con tanto ah¨ªnco que termin¨® poni¨¦ndose en sus manos. Reverenci¨® a los cofrades y subvencion¨® a las pe?as que, fortalecidas, terminar¨ªan convirti¨¦ndose -no pod¨ªa ser de otro modo- en las bases sociales de la derecha m¨¢s castiza: la de Celia Villalobos y Te¨®fila Mart¨ªnez.
Nunca antes la Semana Santa hab¨ªa tenido tanto protagonismo: los peri¨®dicos le dedican centenares de p¨¢ginas y sus hermanos mayores -tan repeinados y vestidos siempre con esas chaquetas azules cruzadas que tan bien conjuntan con la caspa- se han convertido en l¨ªderes sociales con tanta influencia como los presidentes de equipos de f¨²tbol. El viejo sue?o laico de la izquierda ha quedado olvidado.
Esta semana las ciudades andaluzas est¨¢n completamente ocupadas por cristos, v¨ªrgenes, incensarios, bandas de cornetas y tambores, legionarios, guardias civiles con tricornio de charol, locutores televisivos de marcada vena l¨ªrica, penitentes, flagelantes y mujeres con mantilla. ?Qui¨¦n se habr¨ªa atrevido a vaticinar que el siglo XXI iba a ser (tambi¨¦n) as¨ª?
Estos d¨ªas, todo lo que no tenga que ver con la Semana Santa est¨¢ proscrito o molesta. Resulta curioso que los mineros de Boliden consideraran inoportuna su presencia en la Catedral de Sevilla: la molestia que ellos ocasionaban a las cofrad¨ªas era m¨ªnima si se compara con la que las cofrad¨ªas ocasionan a todos los que consideran un exceso que las ciudades queden paralizadas por las procesiones, las sillas de alquiler, la basura y los vendedores de almendras garrapi?adas. No hay botell¨®n que resulte m¨¢s molesto ni que dure tanto.
Pero lo peor no es eso. En todo el mundo hay fiestas molestas, aunque es dif¨ªcil encontrarlas tan largas. Lo peor es que la prepotencia cofradiera no se acaba el Domingo de Resurrecci¨®n. Hay que aguantar todo el a?o esa elocuencia casposa que termina desbord¨¢ndose cuando llega la lectura de los pregones, actividad que se considera tradicional -aun cuando nace en los a?os cuarenta- y que, ins¨®litamente, ha mantenido viva la ret¨®rica beata y cuartelera de posguerra.
Nadie habr¨ªa dicho, hace veinticinco a?os, que el futuro era esto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.