Seis arquitectos para el paisaje del siglo XX
Los maestros Leonidov, Jacobsen, Costa, Barrag¨¢n y Breuer comparten efem¨¦ride con Gaud¨ª
Las efem¨¦rides no recuerdan la historia: la construyen. Bajo el fulgor de las exposiciones neoyorquinas de Mies van der Rohe, el a?o 2001 pas¨® de puntillas por el centenario de Louis Kahn y registr¨® en sordina los de figuras como Jos¨¦ Luis Sert o Jean Prouv¨¦, ignorando casi por entero los de Berthold Lubetkin, Alberto Sartoris, Jos¨¦ Villagr¨¢n y Konrad Wachsman. ?Qu¨¦ cabe esperar del a?o actual? Entre la decena de personajes nacidos en 2002, me atrevo a pronosticar cinco par¨¦ntesis y cinco chispazos.
No es f¨¢cil imaginar la recuperaci¨®n del franc¨¦s ?mile Aillaud, cuyas interminables cintas sinuosas de viviendas sociales intentaban redimir a trav¨¦s del color la monoton¨ªa deprimente de las periferias desvalidas en los desarrollos urbanos de posguerra; no ser¨ªa justo atribuir al holand¨¦s Joannes Andreas Brinkman el m¨¦rito por las obras que firm¨® con su m¨¢s dotado colega, Leendert Cornelis van der Vlugt, entre las cuales la m¨ªtica f¨¢brica Van Nelle de 1930, por lo que su centenario deber¨ªa transcurrir en silencio; no hace falta rese?ar la obra del norteamericano nacido en Ucrania Morris Lapidus, porque su reciente desaparici¨®n en 2001 ya permiti¨® abundante glosa necrol¨®gica de sus escenogr¨¢ficos hoteles de Miami; no es previsible un reverdecimiento del inter¨¦s en el gran ingeniero italiano Riccardo Morandi, siempre bajo la sombra romana de su genial compatriota Pier Luigi Nervi; y tampoco necesitamos prestar atenci¨®n a la obra corporativa y burocr¨¢tica del norteamericano Edward Durell Stone, tan convencional en su estilo internacional de los a?os treinta como adocenado en su blanda ret¨®rica de pax americana despu¨¦s de la II Guerra Mundial.
Sus trayectorias vitales y art¨ªsticas trazan un retrato polifac¨¦tico y borroso del siglo XX
Por contra, los primeros meses del a?o registran cinco centenarios sucesivos que no merecen pasar inadvertidos. El pasado 9 de febrero se celebr¨® el del ruso Iv¨¢n Leonidov, un dibujante visionario que tradujo el esp¨ªritu incandescente de la revoluci¨®n en proyectos iluminados y tit¨¢nicos; dos d¨ªas despu¨¦s, el 11 de febrero, los escandinavos y el mundo recordaron el aniversario del dan¨¦s Arne Jacobsen, un prol¨ªfico dise?ador de arquitecturas, mobiliario y objetos cuya elegante exactitud se?ala el momento m¨¢s optimista del movimiento moderno; el 27 de febrero fue el turno de Lucio Costa, el gran arquitecto y urbanista brasile?o que puso su talento al servicio del proyecto de transformaci¨®n f¨ªsica y social de su pa¨ªs, materializado simb¨®licamente en la construcci¨®n de una nueva capital, Brasilia; el 9 de marzo se record¨® al mexicano Luis Barrag¨¢n, un conservador m¨ªstico cuyas geometr¨ªas elementales y graves texturas se te?¨ªan con colores inesperados para levantar una arquitectura recatada y esencial; y el 22 de mayo, por ¨²ltimo, conmemoraremos el centenario de Marcel Breuer, un jud¨ªo h¨²ngaro que form¨® parte de los episodios centrales de las vanguardias de este siglo, desde la radical Bauhaus germ¨¢nica hasta la domesticaci¨®n de la modernidad en el posterior exilio americano.
Cinco arquitectos de la misma edad, pues, a los que sin embargo cuesta aceptar como contempor¨¢neos. Aunque vivieron simult¨¢neamente, y aunque entre algunos de ellos hubo contactos epis¨®dicos, se hace dif¨ªcil concebirlos habitando el mismo tiempo hist¨®rico. Seguramente constituyen un buen ejemplo de lo que George Kubler razonaba en La forma del tiempo, al explicar que la simultaneidad cronol¨®gica no supone la contig¨¹idad hist¨®rica, ya que los diferentes tiempos coexisten y fluyen en una madeja fluvial que separa o mezcla las corrientes en un curso a la vez pl¨¢cido y turbulento.
Leonidov, el m¨¢s joven de los constructivistas rusos, emerge fulgurantemente en la historia del siglo en 1927 con el Instituto Lenin, su proyecto fin de carrera en la escuela vanguardista VJUTEMAS, una ingr¨¢vida esfera de vidrio y un prisma inmaterial tensados por cables y antenas cuya musculosa l¨ªrica metaf¨ªsica lo convirti¨® de inmediato en un emblema suprematista de la nueva arquitectura revolucionaria; pero tras sus propuestas de 1930 para Magnitogorsk, la ciudad lineal de la utop¨ªa urban¨ªstica igualitaria sovi¨¦tica, y los futuristas rascacielos proyectados en 1934 para el Ministerio de la Industria Pesada, su estrella se apaga con el anquilosamiento del r¨¦gimen comunista, y el arquitecto muere en Mosc¨² en 1959 sin haber llegado a construir pr¨¢cticamente nada.
Jacobsen, en contraste, tras darse a conocer con su proyecto ef¨ªmero 'la casa del futuro' en la exposici¨®n del Forum de Copenhague en 1929, comienza a construir inmediatamente obras tan admiradas como el conjunto de la playa Bellevue, los ayuntamientos de ?rhus y S?ller?d o la factor¨ªa para sazonar arenques en la isla de Sjaellands, que le habr¨ªan garantizado un lugar en la historia incluso si su rocambolesca huida en 1943 de la persecuci¨®n nazi contra los jud¨ªos no se hubiera culminado con ¨¦xito; y tras la guerra, reanud¨® en su pa¨ªs una carrera f¨¦rtil como pocas, que nos ha legado edificios tan exquisitos como las escuelas H?rby y Munkeg?rd, el ayuntamiento de R?dovre o el hotel SAS, y dise?os tan resistentes a la usura del tiempo como las sillas Hormiga y Serie 7, los sillones Huevo y Cisne o la grifer¨ªa Vola: el luminoso proyecto de felicidad, austeridad y confort de la socialdemocracia escandinava no tuvo int¨¦rprete m¨¢s cabal que este creador de vida rutinaria, gusto impecable y resultados deslumbrantes.
Costa, por su parte, ingresa en el registro del siglo con el Ministerio de Educaci¨®n en R¨ªo de Janeiro, un colosal proyecto que realiza entre 1936 y 1945 con su compatriota ?scar Niemeyer, en el que Le Corbusier interviene como asesor e inspirador, y que se?ala el momento fundacional de la modernidad tropical latinoamericana; pero su aportaci¨®n m¨¢s indeleble es el plano de la nueva capital del pa¨ªs, Brasilia, un heroico manifiesto de confianza en la planificaci¨®n tecnocr¨¢tica y la ciudad del autom¨®vil, que en 1957 dibuj¨® sobre la tabula rasa del sert?o su generosa traza de avi¨®n.
Barrag¨¢n, en el mismo continente, sigue un trayecto casi antit¨¦tico al del brasile?o; ¨ªntimo y ensimismado, este cat¨®lico acomodado, refinado y homosexual evit¨® la vida p¨²blica para construir una obra corta, tard¨ªa e intensa que traduce la modernidad al paisaje, el clima y las tradiciones vern¨¢culas de M¨¦xico a trav¨¦s del filtro colonial y nazar¨ª: del abrupto relieve volc¨¢nico del Pedregal, su urbanizaci¨®n de los a?os cuarenta, al convento de las Capuchinas o el picadero de Las Arboledas en los cincuenta, su lenguaje abstracto, mat¨¦rico y crom¨¢tico posee una rara fascinaci¨®n herm¨¦tica y arcaica que encierra una promesa de serenidad intemporal.
Breuer, finalmente, vive la aventura moderna desde el n¨²cleo medular de la Bauhaus, a la que se incorpora tempranamente como estudiante y donde a los 22 a?os dirige ya el departamento de dise?o de mobiliario, en cuyo seno desarroll¨® sus m¨ªticos muebles de tubo de acero, el sill¨®n Wassily de 1926 (en homenaje a Kandinsky, tambi¨¦n profesor en la escuela) y la silla Cesca de 1928, ambos todav¨ªa en producci¨®n; pero el dise?ador deseaba reconocimiento como arquitecto, y ¨¦ste no lo alcanz¨® plenamente hasta sus obras residenciales del exilio en Estados Unidos, adonde lleg¨® siguiendo la estela de Gropius y huyendo de las convulsiones de la Europa de entreguerras: sus numerosas casas y ocasionales edificios institucionales en Am¨¦rica adolecen sin embargo de una p¨¦rdida de tensi¨®n creativa, que no puede achacarse s¨®lo a la revisi¨®n regionalista y expresiva de los dogmas funcionalistas de aquella modernidad heroica que ¨¦l mismo hab¨ªa contribuido a fraguar varias d¨¦cadas atr¨¢s.
?Vivieron pues en el mismo siglo el so?ador Leonidov, el pragm¨¢tico Jacobsen, el persuasivo Costa, el sosegado Barrag¨¢n, el inquieto Breuer? Lo que es seguro es que no vivieron en el mismo tiempo cronol¨®gico que Antoni Gaud¨ª, cincuenta a?os mayor que ellos, y cuyo sesquicentenario celebramos por tanto de manera simult¨¢nea. Sus trayectorias vitales y art¨ªsticas trazan un retrato polifac¨¦tico y borroso del siglo XX, un periodo en el que cuesta trabajo situar al coloso catal¨¢n. Y sin embargo hay autores como Charles Jencks que insisten en emplazar a Gaud¨ª en el coraz¨®n del siglo reci¨¦n terminado, juzgando no s¨®lo que es ¨¦ste el tiempo hist¨®rico que cabalmente le corresponde, sino que debe reconoc¨¦rsele -por delante de Wright, Le Corbusier, Mies y Aalto- como el mejor arquitecto del siglo. La gaudilatr¨ªa, que hasta hoy era s¨®lo un fen¨®meno catal¨¢n, japon¨¦s y vaticano, se extiende ahora al mundo anglosaj¨®n: tras las 14 exposiciones de 2002, el culto a Gaud¨ª alcanzar¨¢ al conjunto del planeta.
Babelia
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