Un ¨¦xito local
Vicente Holgado se hizo escritor de un d¨ªa para otro.Hab¨ªa le¨ªdo con pasi¨®n la novela de Pierre Clausaut Los objetos me llaman y al cerrarla decidi¨® que ser¨ªa novelista. No es raro que le cautivara este libro del escritor franc¨¦s, que cuenta la historia de un clept¨®mano en el Par¨ªs de entreguerras. El personaje de Clausaut (ahora dudo si se escribe con una o con dos eses) vive fascinado desde peque?o por los objetos. Hijo de un abogado cuyo despacho est¨¢ lleno de libros y peque?os fetiches, el joven Pierre (n¨®tese que se llama igual que el autor) se pasa las horas muertas tocando y observando las cazoletas de las pipas de fumar que su padre ha ido amontonando en un recipiente de mimbre que se encuentra sobre su mesa. Las hay lisas y esculpidas, y estrechas u holgadas, y cada una est¨¢ hecha de un material distinto: hueso, ca?a, madera, coral... Algunas representan la cabeza de un animal o de un hombre. Abundan tambi¨¦n los rostros de mujeres cuyas melenas se estiran casi hasta el centro del artilugio.
M¨¢s tarde, el adolescente Pierre acaricia los tinteros que adornan la mesa del despacho, aunque lo que m¨¢s le gusta es la colecci¨®n de plumas de su padre. Pasa las horas muertas abri¨¦ndolas y cerr¨¢ndolas, fascinado por el brillo de aquellos plumines de oro, de iridio, de plata, de platino. En esta etapa comienzan sus primeros hurtos, pues desenrosca los plumines del cuerpo de las estilogr¨¢ficas a las que deja vac¨ªas en el interior de las vitrinas desde las que se exhiben. El padre de Pierre, que se limita a contemplar su colecci¨®n sin abrir jam¨¢s nunca estas estilogr¨¢ficas, no advertir¨¢ el robo hasta pasados muchos a?os.
No era dif¨ªcil, en fin, que Vicente Holgado se identificara con el personaje de Clausaut, pues sin llegar a ser un clept¨®mano extremadamente patol¨®gico, ten¨ªa su piso lleno de peque?os objetos procedentes de hurtos llevados a cabo en las casas de sus amigos, as¨ª como en restaurantes y hoteles. Durante alg¨²n tiempo, cuando era adolescente y los sistemas de seguridad de los grandes almacenes no eran tan sofisticados como los actuales, fue un ladr¨®n habitual de prendedores de corbata y mecheros. Estuvo fichado durante mucho tiempo en las oficinas de Galer¨ªas Preciados de Callao, donde hoy se encuentra la FNAC.
Ley¨® la novela de Clausaut, pues, como si leyera su propia biograf¨ªa y al cerrarla, dec¨ªamos, decidi¨® robarle la idea de hacerse novelista. Por lo general, la cleptoman¨ªa no suele darse en estado puro (eso es lo que dicen al menos los expertos), sino que aparece asociada a otras patolog¨ªas. No es raro que el clept¨®mano sea, por ejemplo, un mit¨®mano tambi¨¦n. Vicente Holgado lo era. Ment¨ªa como mienten esta clase de enfermos: sin objetivo alguno. Es err¨®neo pensar que el mentiroso siempre trata de obtener un provecho de sus falsedades. No, la mayor¨ªa miente por una especie de tropismo que no tiene m¨¢s explicaci¨®n que la que a la planta le hace tomar la direcci¨®n a la luz. As¨ª, cuando Vicente Holgado iba al cine, aseguraba que hab¨ªa ido al teatro, y al rev¨¦s. Constru¨ªa con las palabras una realidad alternativa a la real. En cierto modo, era como si viviera dos vidas, puesto que en una misma tarde consegu¨ªa ver para s¨ª mismo una pel¨ªcula y, para los otros, una obra de teatro.
Lo curioso es el modo en que se hizo escritor despu¨¦s de haber le¨ªdo Los objetos me llaman. Se hizo escritor sin hacerse escritor, es decir, sin escribir jam¨¢s una l¨ªnea. Pero lo m¨¢s asombroso es que abr¨ªa el peri¨®dico cada d¨ªa por las p¨¢ginas de Cultura para ver si hab¨ªa publicado algo.
-D¨¦jame ver si he publicado algo -me dijo un d¨ªa muy serio, arranc¨¢ndome de las manos el peri¨®dico-.
Yo sab¨ªa que no escrib¨ªa, pese a ser escritor, pero no me atrev¨ªa a decirle que era imposible que hablaran en la prensa de algo que no hab¨ªa escrito. He de confesar, por otra parte, que me fascinaba tambi¨¦n aquella fantas¨ªa suya. Quiz¨¢ llegu¨¦ a pensar en la posibilidad real de que los cr¨ªticos se ocuparan de una novela no escrita. Pasado un tiempo, yo mismo le preguntaba a veces si hab¨ªan dicho por televisi¨®n algo sobre su ¨²ltima novela, a lo que sol¨ªa responder con evasivas como que no ve¨ªa la tele. Un d¨ªa le telefone¨¦ y le felicit¨¦ seriamente por el ¨¦xito de su ¨²ltimo libro.
-Ah, s¨ª -me dijo-, creo que est¨¢ funcionando muy bien. ?Qui¨¦n lo ha publicado?
Le dije una editorial cualquiera y se qued¨® tan tranquilo. La ¨²ltima vez que fui a verle ten¨ªa la casa llena de peri¨®dicos extranjeros. El ¨¦xito espa?ol le parec¨ªa demasiado local y viv¨ªa pendiente de su triunfo en otros pa¨ªses.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
