"En Colombia no har¨¢n falta tropas americanas"
?lvaro Uribe V¨¦lez, gran favorito en las encuestas para ganar las presidenciales, exige a las FARC una tregua si quieren negociar
?lvaro Uribe V¨¦lez, 49 a?os, una vida dedicada a la pol¨ªtica en la que ha sido gobernador de Antioquia, senador, y hoy disidente del partido liberal, pluscuamfavorito para ganar la presidencia de Colombia, tanto que muchos abrigan la esperanza y otros el temor de que no precise segunda vuelta para suceder al conservador Andr¨¦s Pastrana, parece algo cansado.
Su especialidad, que es la mirada de hierro con el angular enfocado al infinito, carece hoy del brillo de otros d¨ªas, aunque nada haya perdido de su severa convicci¨®n. Y como a los pol¨ªticos de toda la vida, lo que le inquieta, pese a que las encuestas le dan casi un 60% de intenci¨®n de voto, es que se le confunda con los pol¨ªticos al uso. 'Yo no vivo de la pol¨ªtica, y si soy un pol¨ªtico, lo es tan s¨®lo porque lo considero un veh¨ªculo de servicio'.
'Eso de izquierdas y derechas importa poco; soy un dem¨®crata con sentido de la autoridad'
'El 11 de septiembre cre¨® las condiciones para que el mundo comprendiera la tragedia colombiana'
Siempre de pie, en los salones de uno de los clubes m¨¢s exclusivos de Bogot¨¢, sus respuestas son concisas, ordenadas en jerarqu¨ªa rigurosamente descendente, con la p¨¦trea solidez del convencimiento. 'Soy un hombre con cuatro grandes obsesiones: la derrota de la politiquer¨ªa; la derrota de la corrupci¨®n; la derrota y la superaci¨®n de la violencia; y el compromiso con la inversi¨®n social'.
Una conocida periodista colombiana ha dicho que lo que m¨¢s le gusta es leer la cartilla. Y eso parece que es lo que le tiene preparado a un pa¨ªs que lleva d¨¦cadas en guerra contra la subversi¨®n de un grupo antiguamente marxista, de apellido FARC, y de nombre Manuel Marulanda, el guerrillero del bosque con cara de monta?a.
Tras una sucesi¨®n de presidentes toreados, apuntillados y estoqueados por la guerrilla, Uribe V¨¦lez le dice a una naci¨®n ya s¨®lo dada a apostar por los milagros, que ha llegado la hora de la paz, pero, si es preciso, por medio de la guerra. Y, tambi¨¦n, como los pol¨ªticos con denominaci¨®n de origen, no gusta de que insistan en etiquetarle a la derecha, encima, autoritaria: 'Eso de izquierdas y derechas importa poco. Yo soy un dem¨®crata con sentido de la autoridad y un capitalista con vocaci¨®n social. Ni me beneficio, ni participo del Estado clientelista que es el que impera en Colombia'.
Fuera de Estados Unidos, pr¨¢cticamente nadie ya se declara desnudamente capitalista con tanta serenidad. Y, sin embargo, en la tenue compartimentaci¨®n del espacio pol¨ªtico colombiano, Uribe V¨¦lez pertenece a la gens del ex presidente Ernesto Samper, que se precia de ser socialdem¨®crata; algo que, curiosamente, tambi¨¦n se proclama la ¨²nica presencia viva capaz de atraves¨¢rsele en el camino a la presidencia: el candidato oficial del liberalismo, Horacio Serpa.
En un ajado sistema bipartidista, liberal-conservador, que nunca se bas¨® en la militancia sino en la capacidad de acarreo a la urna de los notables locales, Uribe puede seguir consider¨¢ndose liberal y s¨®lo pro forma disidente, porque cualquier candidato en Colombia se bautiza como quiere y hasta puede resultar contraproducente llevar escarapela partidaria. Por ello, busc¨¢ndole alguna filiaci¨®n con la que atacarle, Serpa le acusa sin nombrarle de ser el candidato de la contraguerrilla, la banda de mercenarios que rivaliza con los insurrectos en orde?ar el narcotr¨¢fico y aterrorizar al campesino. El disidente-independiente, cuya tersa seguridad no le hace, sin embargo, ingenuo, se niega a entrar en la pol¨¦mica, aunque nadie ignore que el voto de los paras es tan suyo como de Dios el firmamento.
'No acepto el apoyo de los paramilitares, ni el veto de la guerrilla. S¨®lo pido al colombiano que vote en conciencia. Llevo ya tres elecciones sin plata del narco, sin auxilios parlamentarios (peculosas asignaciones del Estado), sin recursos procedentes de cualquier fuente de corrupci¨®n, sin guerrilla y sin paras, contra toda suerte de riesgos (alrededor de una docena de tentativas de atentado). Como congresista presentaba siempre rigurosamente las cuentas'.
De manipular los dineros es seguro que nadie osar¨¢ acusarle, porque su estilo es el del formato impecable. Predicar con el ejemplo y la amenaza. ?Que har¨ªa Uribe V¨¦lez, a la toma de posesi¨®n, el 7 de agosto, si es ¨¦l quien jura el cargo?
'El d¨ªa 7 a las 5 de la tarde estoy presentando en el Congreso la reforma'.
Y de nuevo se lanza a la enumeraci¨®n de remedios que alinea por casillas, como esperando que la geometr¨ªa haga cuadrar el intratable rompecabezas colombiano.
'En primer lugar, cambiar los estatutos del Congreso; reducir de 266 a 150 el n¨²mero de legisladores; eliminar lo que los americanos llaman (vacila buscando la palabra, mientras su apuntador, el periodista Plinio Apuleyo Mendoza, llena los puntos suspensivos, el pork barrel). Eso. Los auxilios parlamentarios. Y con una sola c¨¢mara, aunque ese tema no est¨¢ a¨²n decidido. En segundo lugar, la reforma de la Justicia, con la eliminaci¨®n del Consejo de la Judicatura (equivalente al CGPJ espa?ol) unida a la recuperaci¨®n de la oralidad de los juicios, huyendo de los memoriales para que valga s¨®lo lo que se exponga en las vistas. Todo ello significa la agilizaci¨®n de la Justicia; porque hay que impedir que se anegue el sistema en tantas causas menores. Igualmente, en la aplicaci¨®n del derecho penal hay que imponer los principios del sistema acusatorio, para que los fiscales presenten pruebas, pero no dicten sentencia, como ahora, usurpando el papel de los jueces'.
Colombia es la gran civilizaci¨®n del papel, all¨ª donde se aprueban m¨¢s leyes y reglamentos por minuto, donde gobernar es faena de una tribu inagotable de togados. Y el austero candidato, que alinea cuando habla las palabras, lo que m¨¢s odia es la palabrer¨ªa.
'En Espa?a la contralor¨ªa fiscal tiene 650 empleados y solamente la de Bogot¨¢ cuenta con 3.500 y un presupuesto de 42.000 millones de pesos (20 millones de euros)'.
Y ya en la vena espa?ola, puesto que hoy lunes llega a Madrid para visitar a Aznar como presidente de la Uni¨®n Europea, le hace un cumplido al Estado de las autonom¨ªas: 'Autorizar¨¦ a los departamentos a que se fusionen para formar regiones como en Espa?a, con Gobierno y Parlamento propios, en sustituci¨®n de las autoridades departamentales. Inicialmente no lo impondremos, a la espera de ver lo qu¨¦ pasa. Pero si media Colombia opta por esta f¨®rmula, el resto del pa¨ªs seguir¨¢; los departamentos no dejar¨¢n de existir, pero eso s¨®lo por razones culturales, sin burocracia propia'.
Desde que ?lvaro Uribe inici¨®, madrugador, su campa?a, hace ya sus buenos dos inviernos, colea por ah¨ª una historia de un mill¨®n de hombres, a los que siempre ha dicho que quiere movilizar contra la insurgencia, pero que no ha quedado del todo claro si estar¨ªan o no dotados de armamento.
'Pedir¨¦ a la ciudadan¨ªa que se levante para hacer frente a cualquier amenaza, con una pol¨ªtica de seguridad que no tiene reversa (marcha atr¨¢s) y que ser¨¢ totalmente transparente en materia de derechos humanos. Pero, a diferencia de lo que ocurri¨® en Per¨² en la lucha contra Sendero, no sustituir¨¢ sino que se sumar¨¢ a la fuerza p¨²blica; y tambi¨¦n a diferencia de los comit¨¦s de la revoluci¨®n en Cuba, no se dedicar¨¢ a perseguir disidentes. Ser¨¢n s¨®lo auxiliares de la polic¨ªa para defender a campesinos, ganaderos y empresarios, sin distinci¨®n de credo, color o ideolog¨ªa, muy diferentes tambi¨¦n, por ello, de la antigua doctrina de la Seguridad Nacional, en versi¨®n americana, que era una fuerza para la lucha antimarxista. En Colombia hay 190.000 celadores armados (seguridad privada) a los que, naturalmente, no vamos a desarmar, que actuar¨¢n coordinadamente con la fuerza p¨²blica, facilit¨¢ndoles informaci¨®n en las zonas urbanas para evitar, sobre todo, los secuestros -la industria m¨¢s rentable de delincuentes, paras y guerrilleros, que practican m¨¢s de 5.000 abducciones al a?o- y en el campo, secuestros y desplazamiento de campesinos. Y es verdad que no basta con exhortar, hay que organizar al ciudadano y eso lo ha de hacer la presidencia, responsabilizando de su movilizaci¨®n a la polic¨ªa. Lo que menos importar¨¢, entonces, ser¨¢n las armas, porque si dotamos bien a la Fuerza P¨²blica, disminuir¨¢ la presi¨®n para que todo el mundo vaya armado'.
Como si quisiera liquidar un equ¨ªvoco que le persigue, la sola menci¨®n del mill¨®n de hombres (?no hay en Colombia cuota de g¨¦nero?) le excita a todas luces.
'Hay que crear unidades de polic¨ªa de intervenci¨®n r¨¢pida, as¨ª como estimular a la poblaci¨®n a la resistencia civil, invitar al ciudadano a salir a la calle, como ocurri¨® en el valle del Cauca el a?o pasado. La poblaci¨®n sali¨® sin armas, la gente se interpuso entre el cuartel de polic¨ªa y la guerrilla, y ¨¦sta acab¨® por retirarse; pero luego hubo represalias de los insurrectos'.
Y para que eso no vuelva a pasar, tiene pensado un plan que resulta, cuando menos, llamativo.
'Hay que crear una especie de cascos azules a la colombiana; voluntarios que lleven a cabo tareas humanitarias en zonas conflictivas, acompa?ados si es preciso de soldados del Gobierno, para que la ONU les d¨¦ a todos ellos el aval de fuerzas internacionales, y as¨ª la guerrilla sepa a qu¨¦ atenerse y que nadie los toque'.
Todo eso nos remite, sin embargo, al punto de partida. ?C¨®mo se derrota a las FARC?
'La ¨²nica manera es fortaleciendo el Plan Colombia -una ayuda norteamericana de unos 1.350 millones de euros en armamento-. Necesitamos la interceptaci¨®n a¨¦rea para detener el curso de la droga y para eso s¨®lo podemos contar con Estados Unidos'.
?Con marines en la jungla?
'No necesitamos tropas americanas; nos basta con apoyo log¨ªstico, comunicaciones, adiestramiento. Pediremos que la ayuda militar se pueda emplear contra la guerrilla y no, como ahora, s¨®lo contra el narcotr¨¢fico. Pero tambi¨¦n queremos de Europa un Plan Colombia social, que es de lo que voy a hablar con el presidente Aznar'.
Estados Unidos, en su boca, se dir¨ªa un padre inflexible y justiciero, y la Uni¨®n Europea, una abuela cari?osa y compasiva.
'Queremos ayuda social y ecol¨®gica de la UE para reemplazar los cultivos de coca; queremos que Europa adopte territorios para su regeneraci¨®n y que regrese el bosque; queremos avales para pr¨¦stamos a largo plazo y bajo inter¨¦s para saldar los vencimientos pr¨®ximos y financiar el cambio social. De Espa?a queremos ayuda t¨¦cnica, no dinero, sino su experiencia del combate contra el terrorismo'.
Cuando habla, es casi como si se le viera dibujar un permanente abrir y cerrar de llaves en el aire con que encerrar cada concepto, y, as¨ª, cerciorarse de que cada uno se halla donde le corresponde.
Todos los expertos en guerra antiguerrilla afirman, sin embargo, que el Ej¨¦rcito regular, para tener posibilidades de ¨¦xito, ha de contar con 10 veces m¨¢s hombres que los insurrectos, y la fuerza que dejar¨¢ Pastrana no tendr¨¢ m¨¢s de 55.000 combatientes contra unos 20.000 hombres de las FARC, 3.000 del ELN, deshilvanada guerrilla en regresi¨®n, y nunca menos de unos 8.000 contraguerrilleros. Una proporci¨®n que no es ni siquiera de dos a uno.
'En un m¨¢ximo de dos a?os hay que llegar a 100.000 soldados profesionales y doblar la polic¨ªa de 100.000 a 200.000 agentes'.
?Con qu¨¦ plata?
'Hay que eliminar a 67.000 soldados de oficina. La diferencia entre el costo de los 46.000 hombres que hay que sumar y la eliminaci¨®n de los reclutas mencionados, no llega a 200 millones de d¨®lares al a?o (225 millones de euros). Toda la reforma, polic¨ªa incluida, no pasa tampoco de 800 millones (900 millones de euros)'.
Entonces, ?es que no hay m¨¢s soluci¨®n que la guerra?
'Nuestro Gobierno no ser¨¢ de guerra, ni cerrar¨¢ las puertas a la paz. Ser¨¢ firme para disuadir a los violentos y proteger a la ciudadan¨ªa. Y, supongamos que los violentos le hacen un gesto al pueblo; no al presidente, ni al Gobierno, sino al pueblo; que se abstengan, por ejemplo, del terror, y decretan un alto el fuego con la intenci¨®n de llegar a un cese de las hostilidades; en ese momento, se puede negociar. Si se dan esos presupuestos, no hay af¨¢n para exigir a la guerrilla la entrega de las armas ni la desmovilizaci¨®n'.
Hace dos a?os, cuando el candidato Uribe V¨¦lez parec¨ªa que peleaba contra gigantes, el establecimiento colombiano, aunque es cierto que con limitadas demostraciones de entusiasmo, consideraba a Horacio Serpa el gran favorito, y a¨²n por delante del terco y persuasivo disidente se hallaba la ex ministra liberal Noem¨ª San¨ªn, hoy tambi¨¦n de guisa independiente.
La escalada de Uribe era ya realidad hace un a?o, pero s¨²bitamente una telenovela de terror, los atentados del 11 de septiembre, hay quien cree que es lo que le ha acabado de fabricar la campa?a. Bush est¨¢ hoy m¨¢s dispuesto a facilitar medios para combatir a las FARC que al comenzar su mandato.
'El 11 de septiembre cre¨® las condiciones para que el mundo comprendiera la tragedia del pueblo colombiano, as¨ª como serv¨ªa para deslegitimar el uso de las armas y rechazar el terrorismo de los grupos que aspiran a llegar al poder por la fuerza'.
Uribe V¨¦lez no parece dispuesto a reconocer otra paternidad al triunfo que la propia.
Saludar un nuevo d¨ªa en Colombia es una de las operaciones m¨¢s arriesgadas a que se puede entregar el periodista. Pero hay quien ve, sin embargo, signos portentosos en las elecciones de mayo: la desaparici¨®n del partido conservador, cuyos dirigentes han pedido ya el voto para Uribe; la imagen de vieja pol¨ªtica que puede transmitir el liberalismo oficial; y, sobre todo, el crecimiento de una opci¨®n de izquierda, que encabeza el sindicalista Lucho Garz¨®n y apoya el senador Navarro Wolff, lo m¨¢s brillante que sobrevivi¨® a la matanza de los ex guerrilleros del M-19, aunque esta candidatura tenga mucho m¨¢s el pensamiento puesto en las elecciones de dentro de cuatro a?os. Y, finalmente, si gana el disidente, tampoco podr¨¢ afirmarse que la suya haya sido una victoria indiscutible del sistema arcaico.
?Se librar¨¢ un d¨ªa Colombia de un bipartidismo de sal¨®n que ni gobierna ni deja gobernar? ?lvaro Uribe V¨¦lez calla, abrigado en un programa de promesas para todos los p¨²blicos y juramentos en¨¦rgicos, pero indoloros. Su campa?a es un dechado de vigor y entusiasmo. No es el primero en tenerlo claro.
La que ve cuando no mira nadie
Lina Mar¨ªa Moreno es un cancerbero deliberadamente en la sombra de su esposo, ?lvaro Uribe V¨¦lez. Pero no est¨¢ en la sombra por timidez, prudencia, modestia o farise¨ªsmo; lo est¨¢ porque nadie tiene derecho a que le importe si es o no una esposa presidenciable; porque nadie tiene derecho a saber c¨®mo es, qu¨¦ aspecto tiene, y si le gusta o no el cargo. Su p¨²blico, la audiencia, las amistades, las elige por s¨ª misma, no los noticieros de televisi¨®n, ni los fot¨®grafos de prensa. Ataviada, es un decir, con unos bluyines -blue jean en colombiano contempor¨¢neo- tan indescifrables como su remoto color, y un su¨¦ter con cremallera que ya ha hecho el servicio militar, da cualquier cosa menos la impresi¨®n de estar siguiendo un cursillo acelerado para primera dama. A Lina Mar¨ªa Moreno no la ha elegido nadie, salvo ?lvaro Uribe V¨¦lez, para desempe?ar un puesto volante no identificado, pero que puede ser de la mayor relevancia en los pr¨®ximos cuatro a?os. La que ve al presidente cuando no mira nadie. Y casi resulta ocioso preguntarle si opina sobre los asuntos pol¨ªticos del marido. Es seguro que s¨ª lo hace.
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