Un D'Ors in¨¦dito
Jaume Vallcorba, al frente de Quaderns Crema, es uno de los editores m¨¢s inteligentes en lengua catalana y, al mismo tiempo, el m¨¢s arriesgado. Hay que agradecerle, por ejemplo, la ingente aventura de poner al d¨ªa la obra catalana completa de Eugeni d'Ors, de la que lleva ya publicados ocho vol¨²menes. Ahora acaba de ofrecernos una pieza muy curiosa y de extraordinario inter¨¦s: una pieza in¨¦dita de Ors escrita en castellano pero cuidadosamente editada -no traducida- en catal¨¢n por Laura Mercader. Se trata de Cincuenta a?os de pintura catalana, un texto que fue escrito por encargo del coleccionista Llu¨ªs Plandiura entre 1923 y 1925, con algunas intervenciones concretas que alcanzaron los primeros a?os de la d¨¦cada de 1930 para explicar en Madrid y en otras capitales europeas una pintura que hab¨ªa alcanzado en estos a?os lo que ¨¦l llama 'la categor¨ªa de arte universal'. Desgraciadamente, el texto es incompleto y, por lo tanto, desequilibrado, pero Laura Mercader ha sabido rehacerlo y comentarlo magistralmente, de manera que el contenido, a pesar de las lagunas, se transmite como una tesis general sobre la pintura catalana de 1873 a 1923 -es decir, de Benet Mercad¨¦ a Josep de Togores- y, adem¨¢s, como un resumen de su teor¨ªa general sobre la pintura. Por suerte, la introducci¨®n y el primer cap¨ªtulo (Or¨ªgenes y desarrollo del arte moderno en Catalu?a), que resumen la estructura del texto y establecen la teor¨ªa general, est¨¢n completos. Por desgracia, en los otros cap¨ªtulos faltan algunas referencias monogr¨¢ficas, precisamente las que corresponden a personajes que d'Ors anuncia como preeminentes en la modernidad como, por ejemplo, Sunyer, Picasso, Nonell, Nogu¨¦s.
D'Ors viene a afirmar que el arte catal¨¢n no tuvo entidad -vocaci¨®n de universalidad- hasta que empez¨® a ser moderno en la plenitud de las ense?anzas de la escuela de Llotja cuando la academia se supera con la asimilaci¨®n de nuevas referencias a Roma y cuando irrumpen los primeros maestros, Mercad¨¦, Fortuny, Mart¨ª i Alsina, Sim¨® G¨®mez. Clasifica esos 50 a?os en cuatro periodos a los que atribuye unas espec¨ªficas localizaciones: 'las horas de la Casa Lonja', 'las horas del Sal¨®n Par¨¦s', 'las horas de Els Quatre Gats' y 'las horas de la colecci¨®n Plandiura'. Con estas localizaciones ya se explica la interpretaci¨®n cr¨ªtica del itinerario hist¨®rico: la sucesi¨®n de influencias extranjeras -ida y vuelta a Roma pasando por Par¨ªs- que corresponden a su conocida y persistente teor¨ªa de la evoluci¨®n del arte contempor¨¢neo que, apoyado en el clasicismo no acad¨¦mico, pasa por la disipaci¨®n del Carnaval fin de siglo, hace penitencia en la Cuaresma del retorno al orden y alcanza la Pascua de Resurrecci¨®n en la plenitud de una modernidad estructurada en la tradici¨®n mediterr¨¢nea, es decir, en el noucentisme. El que esa Pascua se focalice en la colecci¨®n Plandiura se puede interpretar como un simple homenaje al mecenas que en aquellas fechas programaba una muestra de su magn¨ªfica colecci¨®n en Madrid en la que el texto d'orsiano quiz¨¢ se hubiera utilizado como pr¨®logo del cat¨¢logo. Pero, aparte de esta circunstancia, no era equivocado atribuir a Plandiura, por lo menos, el papel de asentador de esos pintores nuevos: 'La pintura catalana, en las series de horas anteriores, ha encontrado su Escuela, su Bazar, su Taberna. Ahora va a encontrar su Museo'. Y ese museo -'la edad de la conciencia'- lo forman todos los pintores que han 'tomado conciencia' de unas ideas, de unos preceptos te¨®ricos hacia la exploraci¨®n esencialista de la realidad que d'Ors se autoatribuye como fundador del noucentisme: 'Tal vez ha habido artistas mejores que los de Catalu?a, en el mismo momento, en alguna otra parte del mundo. No los ha habido mejor orientados'.
Con la distancia que ahora tenemos es curioso repasar la lista de esos nuevos pintores. Una primera fase est¨¢ todav¨ªa en los l¨ªmites del impresionismo, dentro del grupo Les Arts i els Artistes (Canals, Pascual, Carles, Colom, Labarta, Benet). La segunda parece partir de los maestros antecesores Nonell y Pidelaserra y la presiden Picasso, Sunyer y Nogu¨¦s con sus proles que se agrupan en los Evolucionistas (Domingo, Capmany, Sisquella, etc¨¦tera) y en los Courbet, entre los cuales sobresalen Mir¨® y Ricart, al que se utiliza como un punto de partida para reivindicar el arte del grabado (Nogu¨¦s, Torres-Garc¨ªa, etc¨¦tera) como un nuevo signo de la modernidad art¨ªstica. No pierde la ocasi¨®n para reflexionar sobre L'atelier de Courbet como la gran reacci¨®n contra la 'reca¨ªda' de los a?os de guerra y posguerra que justifica su invocaci¨®n por parte del grupo barcelon¨¦s en favor del nuevo orden compositivo. La tercera fase corresponde a Togores, el h¨¦roe de la exposici¨®n de Bellas Artes de 1923, al que d'Ors dedica todos los honores del cap¨ªtulo que titula Conclusi¨®n. Estos nombres -a los que hay que a?adir los maestros de las otras horas como Rusi?ol, Casas, Canals, Anglada Camarassa, etc¨¦tera- marcan un firmamento que en la d¨¦cada de 1920 parec¨ªa muy coherente y que han acabado configurando lo que mercantilmente se ha llamado 'pintura catalana', esa que entre los coleccionistas barceloneses -e incluso madrile?os- vale millones y que en el extranjero es pr¨¢cticamente desconocida. No es seguro, pues, que lo de 'arte universal' se haya confirmado, si no es en la obra de otra generaci¨®n de vanguardia que, de haberlos conocido, d'Ors habr¨ªa considerado en las derivaciones de aquella reca¨ªda anticl¨¢sica. Uno de los intereses del libro est¨¢ precisamente en esa visi¨®n inmediata, responsable y partidista, la del Pentarca en aquella d¨¦cada de 1920, justo cuando abandona Barcelona y se instala en Madrid, cuando todav¨ªa cunden amistades y rencores.
Un libro, pues, importante, casi dir¨ªa indispensable desde muchos aspectos, entre los cuales no podemos olvidar el placer de balancearse en una prosa de ins¨®lito barroquismo sint¨¢ctico.
Oriol Bohigas es arquitecto.
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