Una realidad a la medida
Puestos a ser m¨¢s modernos que nadie y mucho m¨¢s resueltos en lo que sea menester, los pol¨ªticos en el gobierno dan en ignorar la tradici¨®n cultural y la historia que nos llev¨® hasta donde ahora estamos.
Bolcheviques tard¨ªos
Algunos historiadores a¨²n recuerdan -y militantes perpetuos a lo V¨¢zquez Montalb¨¢n todav¨ªa lamentan- la alegr¨ªa fingida ante el deber cumplido con que la vieja guardia bolchevique acept¨® cr¨ªmenes imaginarios ante tribunales sumar¨ªsimos a la mayor gloria de una revoluci¨®n may¨²scula que habr¨ªa de fusilarlos. Esa sumisi¨®n, salvadas todas las distancias de tiempo, lugar y prop¨®sitos, que ya es salvar, encuentra un cierto correlato tard¨ªo en los responsables de esos museos o institutos de cultura valencianos, resueltos a escenificar el eventual y m¨¢s o menos espont¨¢neo harakiri de sus competencias est¨¦ticas a fin de que el futuro museo del diecinueve llegue al buen puerto que conviene a la chica del diecisiete. No importa quien lo dijo, pero la historia -tragedia o farsa- se repite, y adem¨¢s se malbarata con tanto figurante chupando plano de protagonista.
Mas por Camps
Menos sorprendente que la renuncia de Carmen Mas a seguir ostentando la representatividad del Gobierno central (al fin y al cabo, problemas de salud al margen, se ha visto claramente desbordada en cuanto la situaci¨®n se ha complicado), es la aceptaci¨®n inmediata de Francisco Camps para sustituirla, quien estar¨¢ en las cruciales fechas pol¨ªticas que se avecinan m¨¢s cerca de Zaplana que de la presidenta de la C¨¢mara de Diputados, no se sabe para bien de qui¨¦n. Esa presencia renovada, y las excelentes relaciones del cristiano con el n¨²cleo duro del partido que gobierna nuestra comunidad, deben poner los pelos de punta a m¨¢s de una estrella perif¨¦rica que lo ha ganado casi todo excepto la confianza de sus conmilitones. Se esperan, en cuanto pasen las lluvias, m¨¢s de una carambola a tres o cuatro bandas. Lo dicho. M¨¢s por Camps.
Sin Billy Wilder
La boba trifulca entre el cine de Hollywood, que ser¨ªa comercial, y el europeo, que estar¨ªa del lado del arte (?alguien se atreve a defender a Mariano Ozores o Carlos Saura frente a John Ford?), pierde toda su base si se repara en que el c¨®digo narrativo del cine yanqui fue elaborado en gran medida por esa constelaci¨®n de artistas europeos que emigraron a Estados Unidos en el periodo de entreguerras, con estrellas como Lubitsch o Wilder a la cabeza. La vida seguir¨¢ sin el maestro austriaco, aunque nos quedemos para siempre sin el cine que podr¨ªa haber hecho todav¨ªa. De la finura emocional de Wilder, baste un ejemplo. En El apartamento, la chica amante de su jefe ha querido suicidarse en Nochebuena al comprender que no es amada, y cuando el d¨ªa siguiente recibe su llamada fingida, se arregla el pelo en el recorrido breve que va de la habitaci¨®n al tel¨¦fono, como si para escuchar su voz tuviera que ponerse guapa. Nadie ha sabido reflejar con tanto acierto la debilidad del amor en ese instante de desvalida intimidad.
Advertencia letal
Suben otra vez el tabaco, con la est¨²pida esperanza disuasoria que no llevar¨¢ a nadie a dejar de fumar (la estrategia propia de tacita a tacita de esas reiteradas alzas de precios es insidiosa pero inofensiva respecto de ese objetivo declarado). As¨ª que, en realidad, no puede tratarse de cosa distinta a la voracidad recaudatoria de Hacienda. Ya es escandaloso que haya que pagar un euro y medio por una labor como Ducados, que es que encima ni siquiera siempre se enciende, cuyo valor de coste no creo que exceda de los 20 c¨¦ntimos de euro. Aparte de ese abuso, tal vez las tabacaleras mirar¨ªan con mayor provecho de nuestra salud si en lugar de insertar en las cajetillas advertencias m¨¢s o menos tremebundas que nadie se toma la molestia de leer -y que, por cierto, no se incluyen en los envases de los alcoholes destilados-, se decidieran a informar verazmente de la composici¨®n exacta del producto.
Una culminaci¨®n
Cedamos a la perversidad por un instante. El President tiene raz¨®n al afirmar que la creaci¨®n de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua culmina el proceso de nuestro desarrollo institucional. Tiene la misma raz¨®n que asiste al partido en el gobierno, aunque por otras v¨ªas, empe?ado en la despolitizaci¨®n general. Es un objetivo que incluye sepultar el pasado y desde?ar las diferencias del presente. Cualquier argumento anterior a su llegada al poder debe ser descalificado en nombre de una modernidad -de la que se apropian con garbo- que habr¨ªa sabido superar viejas rencillas, y se renuncia a la historia mediante una absoluci¨®n fingida de los pecados de unos y otros que situar¨ªa la realidad en el escenario ¨²nico de la eficacia en la gesti¨®n. Lo malo es que ni siquiera en esa imp¨²dica trivializaci¨®n de promotor tur¨ªstico consiguen resolver ning¨²n problema serio.
Mas por Camps
Menos sorprendente que la renuncia de Carmen Mas a seguir ostentando la representatividad del Gobierno central (al fin y al cabo, problemas de salud al margen, se ha visto claramente desbordada en cuanto la situaci¨®n se ha complicado), es la aceptaci¨®n inmediata de Francisco Camps para sustituirla, quien estar¨¢ en las cruciales fechas pol¨ªticas que se avecinan m¨¢s cerca de Zaplana que de la presidenta de la C¨¢mara de Diputados, no se sabe para bien de qui¨¦n. Esa presencia renovada, y las excelentes relaciones del cristiano con el n¨²cleo duro del partido que gobierna nuestra comunidad, deben poner los pelos de punta a m¨¢s de una estrella perif¨¦rica que lo ha ganado casi todo excepto la confianza de sus conmilitones. Se esperan, en cuanto pasen las lluvias, m¨¢s de una carambola a tres o cuatro bandas. Lo dicho. M¨¢s por Camps.
Sin Billy Wilder
La boba trifulca entre el cine de Hollywood, que ser¨ªa comercial, y el europeo, que estar¨ªa del lado del arte (?alguien se atreve a defender a Mariano Ozores o Carlos Saura frente a John Ford?), pierde toda su base si se repara en que el c¨®digo narrativo del cine yanqui fue elaborado en gran medida por esa constelaci¨®n de artistas europeos que emigraron a Estados Unidos en el periodo de entreguerras, con estrellas como Lubitsch o Wilder a la cabeza. La vida seguir¨¢ sin el maestro austriaco, aunque nos quedemos para siempre sin el cine que podr¨ªa haber hecho todav¨ªa. De la finura emocional de Wilder, baste un ejemplo. En El apartamento, la chica amante de su jefe ha querido suicidarse en Nochebuena al comprender que no es amada, y cuando el d¨ªa siguiente recibe su llamada fingida, se arregla el pelo en el recorrido breve que va de la habitaci¨®n al tel¨¦fono, como si para escuchar su voz tuviera que ponerse guapa. Nadie ha sabido reflejar con tanto acierto la debilidad del amor en ese instante de desvalida intimidad.
Advertencia letal
Suben otra vez el tabaco, con la est¨²pida esperanza disuasoria que no llevar¨¢ a nadie a dejar de fumar (la estrategia propia de tacita a tacita de esas reiteradas alzas de precios es insidiosa pero inofensiva respecto de ese objetivo declarado). As¨ª que, en realidad, no puede tratarse de cosa distinta a la voracidad recaudatoria de Hacienda. Ya es escandaloso que haya que pagar un euro y medio por una labor como Ducados, que es que encima ni siquiera siempre se enciende, cuyo valor de coste no creo que exceda de los 20 c¨¦ntimos de euro. Aparte de ese abuso, tal vez las tabacaleras mirar¨ªan con mayor provecho de nuestra salud si en lugar de insertar en las cajetillas advertencias m¨¢s o menos tremebundas que nadie se toma la molestia de leer -y que, por cierto, no se incluyen en los envases de los alcoholes destilados-, se decidieran a informar verazmente de la composici¨®n exacta del producto.
Una culminaci¨®n
Cedamos a la perversidad por un instante. El President tiene raz¨®n al afirmar que la creaci¨®n de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua culmina el proceso de nuestro desarrollo institucional. Tiene la misma raz¨®n que asiste al partido en el gobierno, aunque por otras v¨ªas, empe?ado en la despolitizaci¨®n general. Es un objetivo que incluye sepultar el pasado y desde?ar las diferencias del presente. Cualquier argumento anterior a su llegada al poder debe ser descalificado en nombre de una modernidad -de la que se apropian con garbo- que habr¨ªa sabido superar viejas rencillas, y se renuncia a la historia mediante una absoluci¨®n fingida de los pecados de unos y otros que situar¨ªa la realidad en el escenario ¨²nico de la eficacia en la gesti¨®n. Lo malo es que ni siquiera en esa imp¨²dica trivializaci¨®n de promotor tur¨ªstico consiguen resolver ning¨²n problema serio.
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