Cr¨®nica para ser le¨ªda con acompa?amiento del 'kissange' (*)
Lo m¨¢s hermoso que he visto hasta hoy no fue un cuadro, ni un monumento, ni una ciudad, ni una mujer, ni la pastorcilla de biscuit de mi abuela Eva cuando era peque?o, ni el mar, ni el tercer minuto de la aurora del que hablan los poetas: lo m¨¢s hermoso que he visto hasta hoy fueron veinte mil hect¨¢reas de girasol en Baixa do Cassanje, en Angola. Sal¨ªamos antes de amanecer y en eso, con la llegada de la luz, los girasoles alzaban la cabeza, todos a una, hacia Oriente, y la tierra se llenaba por entero de grandes pesta?as amarillas a los dos lados de la senda y en una ocasi¨®n recuerdo un grupo de mandriles en una ladera, quietos, observ¨¢ndonos. Despu¨¦s se cansaban de nosotros y desaparec¨ªan bajo la sombra de los tallos.
Lo m¨¢s hermoso que he visto hasta ahora fue Angola y, a pesar de la miseria y el horror de la guerra, la sigo queriendo con un amor que no se apaga. Quiero su olor y quiero a sus personas. Tal vez los momentos que tuve m¨¢s pr¨®ximos a lo que se llama felicidad se dieron cuando atend¨ªa un parto yo resolv¨ªa los problemas que las mujeres o mi compa?ero hechicero eu¨¢ Kimbanda no eran capaces de solucionar. Cuando acababa sal¨ªa de la casucha de la enfermer¨ªa como si a¨²n tuviese en mis manos una peque?a vida tr¨¦mula y me sent¨ªa feliz. Los mangos, inmensos, susurraban sobre mi cabeza, el se?or Ant¨®nio acechaba desde la cantina. Es gracioso: en los momentos dif¨ªciles, la memoria de Baixa do Cassanje me ayuda. Recuerdo al jefe Macau eu¨¢ Muata me digo a m¨ª mismo
-Tumama tchituamocque que significa si¨¦ntese en la silla y me sereno. Si fuese hasta la ventana seguro que encontrar¨ªa, incluso en Lisboa, veinte mil hect¨¢reas de girasol que se pierden de vista, las pesta?as rubias, los mandriles. La incre¨ªble belleza de las muchachas, su piel tan suave, la t¨ªa Teresa, gorda, enorme, que regentaba una caba?a de putas en Marimb¨¢, y sab¨ªa mucho m¨¢s de nuestra condici¨®n que cualquier otra persona que haya conocido.
Eu¨¢ t¨ªa Teresa
eu¨¢ los tamboreos por la noche en el poblado de Dala, la marihuana de los ritos funerarios: eu¨¢ liamba.
Conversaba con la t¨ªa Teresa al atardecer cuando sent¨ªa a?oranzas de todo. A veces me ofrec¨ªa una de sus criadas: nunca fui capaz de aceptarla. Mandaba traer una palangana con agua, jab¨®n, una toalla, y ambos nos lav¨¢bamos solemnemente la cara. Un d¨ªa me entreg¨® un bote con polvo de talco, con el prop¨®sito de protegerme del mal de ojo. Y quiz¨¢ me protegi¨®. Y, con las palmas color de piedra caliza, com¨ªamos juntos moamba esa carne de gallina o vaca guisada con aceite de palma: ella y el Kimbanda Kindele, o sea el m¨¦dico blanco. Yo que tantas veces, en ?frica, tuve verg¨¹enza de serlo. Mi cuerpo tan desgarbado. Si acercaba el o¨ªdo a un ¨¢rbol no sab¨ªa, como la t¨ªa Teresa, qui¨¦n ven¨ªa. Pero el jefe Kaputo me pidi¨® que fuese padrino de su hijo, la mayor distinci¨®n que he recibido hasta hoy: por educaci¨®n, y nadie se burl¨® de mi forma de bailar. Una vieja con la brasa del cigarrillo en el interior de su boca apret¨® mis dedos con los suyos:
eu¨¢ Vieja
aprieta mis dedos otra vez: estoy escribiendo esto con una gran alegr¨ªa, la misma con la que los domingos por la ma?ana fumaba en mutopa pipa de calabaza con los hombres, los o¨ªa hablar, jugaba con ellos a una especie de chaquete con fichas a medida que miraba la jangada a trav¨¦s del r¨ªo Kambo, debajo de los murci¨¦lagos del crep¨²sculo, con las luces de Chiquita a lo lejos. Los girasoles inclinaban la cabeza para poder dormir, los b¨²hos volaban contra los faros del jeep, en el camino. La hacienda de tabaco del se?or Gaspar, con sus calaveras de hipop¨®tamo. El se?or Gaspar sonre¨ªa en el interior del bigote
eu¨¢ se?or Gaspar
nos sent¨¢bamos en la galer¨ªa
-Tumama tchituamo
y su mono, entre chillidos, hac¨ªa tintinear la cadena: le daba miedo la oscuridad. All¨ª ven¨ªa la palangana con el agua, el jab¨®n, la toalla. En medio de la miseria y el horror hab¨ªa momentos de una satisfacci¨®n enorme. Una paz como de santo que no he vuelto a encontrar. Lo que m¨¢s quiero en el mundo son los girasoles de Baixa do Cassanje y a m¨ª caminando volando entre ellos.
Eu¨¢ Vieja
aprieta mis dedos otra vez.
Traducci¨®n de Mario Merlino. (*) Instrumento m¨²sico consistente en una peque?a tabla en la cual se fijan varias leng¨¹etas met¨¢licas que se hacen vibrar con los pulgares. Tambi¨¦n quissanje.
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