?Qui¨¦n teme una alternativa socialista?
Durante siete a?os el presidente Zaplana ha gozado del sue?o de todo gobernante: disfrutar del poder sin sentir bajo los pies el v¨¦rtigo de saber que la oposici¨®n convert¨ªa sus errores e insuficiencias en sentimiento de rechazo de la opini¨®n p¨²blica. El destino le ha deparado la alianza de la mejor de las oposiciones posibles: desorientada, inane, carcomida por disputas despu¨¦s de una derrota electoral que se nos hace antigua pero que fue s¨®lo el preludio de la decadencia posterior. Hablamos de los socialistas y de su responsabilidad respecto a una sociedad que tiene derecho a otro modo de gobierno y a otras pol¨ªticas.
La actitud err¨¢tica del PSPV en este largo periodo ha sido atribuida a una crisis de liderazgo. Es una forma, si se quiere, de poner rostro al declive. Las causas reales habr¨¢ que buscarlas en el desajuste entre los cambios sociol¨®gicos que tuvieron lugar en la etapa 1982-1995, advertidos en los estudios del CIS, y el agotamiento de un proyecto socialdem¨®crata que no resulta sencillo recomponer en ninguna parte. La intensidad de la crisis valenciana, sin embargo, s¨ª tiene bastante que ver con un problema de acefal¨ªa. Puede decirse que comenz¨® con la abdicaci¨®n de Joan Lerma de sus obligaciones con los electores que en 1995 quisieron mantenerle al frente del Consell o llevarle a las Cortes a ejercer la oposici¨®n. Y con la salida del ex presidente se produjo una carrera por abandonar el grupo parlamentario de quienes descubr¨ªan de s¨²bito un cansancio de la vida p¨²blica parejo a la constataci¨®n del limitado brillo que el r¨¦gimen auton¨®mico les reservaba.
'Es preciso disponer del candidato que inquiete al poder y que arriesgue para ganar'
Por fortuna en septiembre de 2000 se vio la luz que aguardaba al final del t¨²nel y emergi¨® un liderazgo nuevo. Esa era al menos la oferta. Y llegaba de la mano del ef¨ªmero secretario general que con anterioridad hab¨ªa sido responsable de organizaci¨®n y finanzas del partido y, de joven, empleado del Ivaj. A?o y medio despu¨¦s de aquellos hechos, no sin sortear algunos cad¨¢veres testarudos, el secretario del PSPV, consciente de su escasa proyecci¨®n social, pretende convertir el proceso de primarias a la presidencia de la Generalitat en una campa?a de afianzamiento interno, elevando un problema personal a asunto de inter¨¦s general.
Si un gobernante adem¨¢s de designar el gobierno pudiera escoger la oposici¨®n de su agrado, no dudo que hubiera optado por la existente en el Pa¨ªs Valenciano. La misma que despu¨¦s de siete a?os -a uno escaso de las elecciones- se muestra ufana de estar a diez puntos en las preferencias electorales y que se ve en aprietos cada vez que estrecha el control sobre la pol¨ªtica del Consell. Con un jefe tan humano que a menudo cambia de opini¨®n sobre temas decisivos para el futuro valenciano y al que la c¨²pula de los empresarios le instaba hace poco a que de una vez se convirtiera en referencia de la oposici¨®n, por aquello de hallar un interlocutor serio.
?Qui¨¦n teme una alternativa interna en esta hora socialista? Al parecer quienes entienden que el actual secretario general posee el liderazgo en fideicomiso y aguardan su momento para record¨¢rselo, pensando en la convocatoria del a?o 2007 porque las pr¨®ximas elecciones las dan por perdidas. De nuevo la introspecci¨®n y la clave interna se apoderan del PSPV, presa de un s¨ªndrome autodestructivo. Y sucede cuando, por vez primera desde que gobierna, el gabinete del presidente Zaplana ofrece flancos vulnerables lo bastante serios como para precipitar su final. Pero no basta con vaticinarlo. Es preciso disponer del candidato que inquiete al poder, que sea capaz de buscar la complicidad de la ciudadan¨ªa en un proyecto que le devuelva el protagonismo del cambio: en el electorado convencido y entre los abstencionistas, en quienes optan por el voto testimonial y en una parte nada desde?able de voto prestado a la opci¨®n popular en anteriores comicios. Alguien que arriesgue para ganar y sepa sacar a la sociedad civil valenciana del mediocre conformismo de la alta velocidad y las academias de corte y confecci¨®n de integrados.
A la izquierda le gusta recordar en sus malos momentos el milagro Jospin. Claro, que para eso hay que contar con ciertos mimbres. Es posible que en el actual PSPV-PSOE, entre tanto funcionario de aparato, haya una legi¨®n de ellos. Yo s¨®lo conozco de los dispuestos a dar el paso a Cipriano C¨ªscar. Le respalda su labor de consejero durante ocho a?os en los que se sentaron las l¨ªneas maestras del sistema cultural y educativo vigente en la Comunidad Valenciana. Partidarios y adversarios internos reconocen su indudable capacidad pol¨ªtica y la habilidad de llegar a sectores m¨¢s amplios y heterog¨¦neos de los acogidos en el gueto dom¨¦stico. La palabra resignaci¨®n no figura en su vocabulario. Ni siquiera creo que ¨¦sta sea su ¨²ltima oportunidad, pero tengo el convencimiento de que Cipriano C¨ªscar es la mejor que tendr¨¢ la izquierda en 2003 para intentar lo que hoy nadie en su sano juicio cree posible, ganar la Generalitat para una alternativa de progreso.
De los afiliados socialistas es el aval y la palabra, el derecho exclusivo a seleccionar candidato, pero los ciudadanos disponemos del sufragio y conviene que recuerden que deber¨¢n hacer algo m¨¢s que mostrarse estables para merecerlo.
Jos¨¦ A. Piqueras es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad Jaume I de Castell¨®n.
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