Pintar 'garciasevillas'
Todos los pintores, por grandes que sean, cometen un error. Ni siquiera Picasso fue infalible. Sus ¨²ltimos retratos, llenos de anos y genitales, teatrales m¨¢scaras de la decadencia de un genio, presagiaban el fin de la magia en la pintura, como si los esp¨ªritus negros reconocibles ya en Las se?oritas de Avi?¨®n se hubieran vengado del pintor d¨¢ndole su coraz¨®n en forma de calavera -su ¨²ltimo autorretrato, con la carne tirante de un hombre que ya no escond¨ªa su temor reverencial hacia la muerte-. El crucial pronunciamiento del ¨²ltimo Picasso es en parte la fuente de la pintura de los setenta y ochenta que intenta -s¨®lo intenta- reforzar la firmeza del anciano artista hacia su propia doctrina de renunciaci¨®n.
FERRAN GARC?A SEVILLA
Galer¨ªa Joan Prats Rambla de Catalunya, 54 Barcelona Hasta el 27 de abril
El mismo impulso que lleva al espectador a descubrir en las nuevas generaciones de pintores el sentimiento y las represiones en el arte le empuja a una re-visi¨®n del m¨¢s grande de los pintores del siglo XX, donde Picasso se convierte en el m¨¢s sabio y admonitorio. Por eso se hace dif¨ªcil sobrevalorar la originalidad de pintores como Ferran Garc¨ªa Sevilla (Palma de Mallorca, 1948), un autor que escoge la evasi¨®n como m¨¦todo al negarse a reconocer su trauma como hijo ileg¨ªtimo, un estigma que no lo hace menos grave por haber sufrido un parentesco m¨¢s soportable con Mir¨®.
Si exceptuamos su etapa
conceptual, probablemente la m¨¢s interesante y la que auguraba otros caminos para encontrar una sintaxis nueva en la pintura, toda la obra de Garc¨ªa Sevilla se disuelve en un fondo com¨²n, pero es un fundido definitivo que le permite ir de inc¨®gnito.
Cabezas que se interrogan en muchas direcciones -su larga serie de los noventa plagada de flechas y puntos de colores que son como paseos c¨®smicos-, manos y pies, nubes y paisajes negros de horizontes sincopados -los m¨¢s mironianos- anuncian una voluntad de estilo que disfruta de torrentosas cascadas de color, haces de ardientes rayas que se maravillan de la mutabilidad de formas. Las pinturas y dibujos de la serie Hipo, nacida tras un viaje a la India, -?de d¨®nde viene la pasi¨®n colonizadora por la luz de los pintores de los ochenta que buscan el ¨²ltimo suspiro anacr¨®nico en la India o en el ?frica negra, como Stendhal o Goethe buscaron el primer suspiro simbolista en Italia?-, se resuelven a trav¨¦s del color: el peso de un verde crepuscular o las siluetas de muerte que flotan sobre los reflexivos fondos terrosos.
En sus ¨²ltimas pinturas el color ha sido liberado de la obsesi¨®n por el extra?amiento, ya no hay jerarqu¨ªas crom¨¢ticas ni ¨¦nfasis compositivo. Las telas se convierten casi de forma natural en modelos de decoraci¨®n de un autor que est¨¢ perdiendo (de) vista con relaci¨®n a las responsabilidades expresivas de la representaci¨®n.
Lo que antes era alboroto de formas y paisajes gracias a un dibujo m¨¢s aut¨®nomo y caligr¨¢fico es ahora un primer plano lleno de trazos muertos, ret¨ªculas aburridas que se reparten choques entre meteoritos de colores m¨¢s liberados. Esas microscop¨ªas que para Garc¨ªa Sevilla deben de ser nuevos descubrimientos frente al lienzo se tornan ante la mirada exigente en fracasos, quiz¨¢ tan esenciales para la identidad de todo artista como sus conquistas cuando trabajaba en el arte comercial. S¨®lo que esto ya no es comercial, salvo la firma.
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