Vivir en un pa¨ªs llamado Carlos Fuentes
No le¨ª un anuncio sino un correo electr¨®nico: una oferta de esa naturaleza no me llega, es cierto, todos los d¨ªas. Le¨ª y rele¨ª el aviso. Dirigido a m¨ª, a nadie m¨¢s. Se solicita escritor joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de lengua francesa. Capaz de hacer discursos y presentaciones. Viaje y alojamiento incluido. Y, para colmo, ni siquiera faltaba mi nombre. Las letras negras y llamativas del correo electr¨®nico me informaban: Jorge Volpi. Se solicita Jorge Volpi, escritor especializado en datos in¨²tiles, acostumbrado a leer novelas, profesor auxiliar en escuelas particulares (es cierto), y una cantidad que el pudor me impide repetir. Y aunque le¨ª todo eso, no lo tom¨¦ a broma. Universidad de Brown. Sonaba muy impresionante.
Por fortuna no la despedazan a ella, sino a su imagen. Aura permanec¨ªa en otro lado, encerrada como un espejo. Camin¨¦ hasta encontrarla
Imagin¨¦ que otro escritor joven -o no tanto- habr¨ªa recibido el mismo correo antes, tomado la delantera, hecho el trabajo. Trat¨¦ de olvidarme. Pero al d¨ªa siguiente hab¨ªa un nuevo correo. Al abrirlo ah¨ª estaban, otra vez, esas letras destacadas: escritor joven. Tom¨¦ el interminable vuelo que me condujo a Nueva York y luego a Providence, Rhode Island. Una isla que no es una isla. Desde ah¨ª deb¨ª haber sospechado. Me dej¨¦ llevar por la piedra labrada, las g¨¢rgolas, las ventanas ensombrecidas, la luminosidad de los prados. Camin¨¦ trece pasos y sub¨ª veintid¨®s escalones hasta el despacho del jefe del departamento.
-Profesor -dije con voz mon¨®tona-. Profesor...
-S¨ª, ya s¨¦. Perd¨®n, no hay asiento.
-Recib¨ª su correo.
-Claro, lo ley¨®. ?C¨®mo se siente?
-Extra?o.
Me apart¨¦ de la luz para mirar su rostro.
-Voy al grano. Se trata de que usted lo presente.
-?Yo? ?Por qu¨¦? ?l no necesita ninguna presentaci¨®n. Y menos una m¨ªa.
-Debe hacerlo. Dos p¨¢ginas, no m¨¢s...
-Pero...
-Usted aprender¨¢ a redactar en su estilo. Le bastar¨¢ ordenar y leer sus papeles para sentirse fascinado por esa prosa, por esa transparencia, esa, esa...
-S¨ª, comprendo.
-Entonces se quedar¨¢. Su hotel est¨¢ cerca de aqu¨ª.
-No s¨¦...
Mir¨¦ a un lado y de pronto me di cuenta de que la muchacha estaba all¨ª, esa muchacha que no alcanzaba a ver de cuerpo entero. No pod¨ªa creerlo.
-Es Aura... -le dije al profesor.
-Le advert¨ª que la encontrar¨ªa aqu¨ª.
-Pero no as¨ª, no viva.
-S¨ª, viva. Tan viva como usted.
La joven inclin¨® la cabeza y el profesor, al mismo tiempo que ella, remed¨® el gesto.
-Es el se?or Volpi.
No pod¨ªa creerlo. Era ella. Aura. La verdadera, la ¨²nica. ?Qu¨¦ hac¨ªa ah¨ª, con nosotros? Ella pertenec¨ªa a otro mundo.
-Ma?ana ser¨¢ el d¨ªa. Recu¨¦rdelo.
Me retir¨¦ a mi habitaci¨®n de hotel y me pregunt¨¦ si el profesor no poseer¨ªa una fuerza secreta sobre la muchacha, si la muchacha, mi hermosa Aura vestida de verde, no estar¨ªa encerrada contra su voluntad en esta universidad vieja, sombr¨ªa. Le ser¨ªa, sin embargo, tan f¨¢cil escapar mientras el profesor dormitaba en su oscuro despacho. Quiz¨¢s Aura esperaba que la salvase de las cadenas que, por alguna raz¨®n oculta, le hab¨ªa impuesto el acad¨¦mico.
Me dediqu¨¦ toda la noche a leer los papeles. Los d¨ªas enmascarados. La regi¨®n m¨¢s transparente. La muerte de Artemio Cruz. Terra Nostra. Crist¨®bal Nonato... Y, desde luego, Aura. Esas p¨¢ginas perfectas donde la conoc¨ª antes de encontrarme con ella, aqu¨ª, en un despacho de la Universidad de Brown. De pronto comprend¨ª por qu¨¦ Aura estaba tan cerca: para perpetuar la ilusi¨®n de todos esos profesores y especialistas.
Arroj¨¦ los libros a un lado y me dediqu¨¦ a buscarla por el campus. Pude contemplar c¨®mo destazaban su cuerpo en mesas redondas, coloquios, seminarios. Todos esos profesores la convocaban con sus siniestros rituales: teor¨ªas estructuralistas, posestructuralistas, feministas, deconstruccionistas, hermen¨¦uticas, sociol¨®gicas, culturales. Por fortuna no la despedazaban a ella, sino a su imagen. Aura permanec¨ªa en otro lado, encerrada como un espejo. Camin¨¦ hasta encontrarla. Tom¨¦ su mu?eca, esa mu?eca delgada, que temblaba...
-Aura, basta ya de enga?os.
-?Enga?os?
-Dime si estos profesores te impiden salir, hacer tu vida. ?Por qu¨¦ han de estar presentes cuando t¨² y yo...?, dime que te ir¨¢s conmigo en cuanto...
-?Irnos? ?Ad¨®nde?
-Afuera, al mundo. A vivir juntos. No puedes sentirte encadenada para siempre a ellos. Tienes que renacer, Aura...
-Hay que morir antes de renacer. Olvida, tenme confianza. Te espero esta noche -y me dio la espalda.
Ahora estoy de nuevo aqu¨ª. Escucho mi propia voz, sorda, transformada despu¨¦s de tantas horas de silencio:
-Aura...
Repito: -Aura...
Entonces me descubro aqu¨ª, frente a ustedes. Y, lo m¨¢s extra?o, lo m¨¢s perturbador, tambi¨¦n frente a ¨¦l. Un poco m¨¢s all¨¢, escondido, atisbo el rostro del profesor anim¨¢ndome a comenzar. A cumplir con el trabajo que me ha encomendado. A presentarlo. Mientras lo contemplo debajo de los reflectores, entiendo por qu¨¦ me ha invitado. Y por qu¨¦ he visto a Aura. El maleficio comenz¨® cuando le¨ª aquellos papeles. Cuando mis ojos se hundieron en esa frase que dec¨ªa: 'Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los d¨ªas...'. Es evidente: ¨¦l me ha atrapado. Al leerlo me he convertido en parte suya. Ahora lo s¨¦: si me han pedido que lo presente es porque luego de leer sus papeles me he convertido en uno de sus personajes. Ah¨ª lo dice, pueden comprobarlo. Y antes he sido Ixca Cienfuegos y Artemio Cruz y Felipe II y Ambroise Bierce y Laura D¨ªaz y Crist¨®bal Nonato.
?Qu¨¦ m¨¢s podr¨ªa decir yo de uno de esos raros escritores capaces de inventar un universo y de construir una tradici¨®n literaria por s¨ª mismos? Lo siento: no me atrevo a a?adir nada (y ya he excedido mi cuota de dos p¨¢ginas). S¨®lo puedo recomendar que lo escuchen. Que oigan en lo que ¨¦l cree. Pr¨¦stenle atenci¨®n y con un poco de suerte al final se dar¨¢n cuenta de que ustedes tambi¨¦n son sus personajes. Y de que su mundo es, sin duda, mejor que el nuestro. Yo, mientras tanto, me retiro. Tengo una cita pendiente all¨¢ arriba, en la oscuridad, con Aura.
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