Una pena

No tuvieron suerte los organizadores de estos lunes flamencos que nacen con vocaci¨®n de continuidad y con la intenci¨®n de ofrecer a Madrid unas sesiones de flamenco no aparatosas, pero s¨ª muy cuidadas y de entidad art¨ªstica.

Y, sobre el papel, la programaci¨®n inicial se ajustaba perfectamente a estos prop¨®sitos, con un artista invitado como Capullo de Jerez, que vive un momento dulce de su carrera. Pero con algunos flamencos nunca se sabe lo que va a ocurrir, y ocurri¨® que este Capullo ven¨ªa de celebrar una primera comuni¨®n y no pod¨ªa casi ni hablar. Aunque habl¨® mucho, para decir al p¨²blico que le daba su alma y cosas as¨ª. Lo que quer¨ªamos era o¨ªr su cante, y de eso poco, casi nada. Las letras sal¨ªan embarulladas e inconexas de sus labios, y las ama?aba como pod¨ªa cuando no se acordaba de ellas. '?D¨®nde est¨¢s, Bin Laden, que no te encuentran?', y cosas as¨ª. Una pena.

Salv¨® la noche, relativamente, el baile de la primera parte, con Mari Paz Lucena y T¨¦llez como protagonistas. Dos bailaores con experiencia en Madrid que conocen bien su profesi¨®n y la ejercen con dignidad. Ella en la sole¨¢, ¨¦l en la farruca, y los dos por alegr¨ªas, pusieron deseos de agradar, y lo hicieron con estimable solvencia.