M¨¢s fuertes que la muerte
A los veinticinco y a los treinta a?os, un joven poeta escribe dos testamentos. ?sa va a ser para los siglos su poes¨ªa completa. La constituyen El legado y El testamento, a los que hay que sumar algunas baladas -muy bellas: la 'de las damas del ayer', 'la de las lenguas envidiosas', la 'del perd¨®n' o 'la de las menudencias'- que tambi¨¦n se incluyen en este volumen. Parece que todo fue demasiado deprisa en la alborotada vida del bachiller Fran?ois Villon. Como Jean Genet, estuvo preso por ladr¨®n y homicida. Frecuent¨® a los delincuentes tanto como a los poderosos. Orgulloso y servil, sus contrastes repercuten en su lenguaje, que tan pronto muestra el registro cortesano como el de la jerga. El traductor apunta en la Balada para rezar a Nuestra Se?ora alguna coincidencia con Berceo. En la que dedica a 'su amiga', encuentra ?lvarez el verso 'm¨¢s bello e implacable' de Villon, porque llama a la amada 'ypocrite douleur'. El lector detecta en ese 'hip¨®crita dulzor' la herencia de Villon en Baudelaire y por ¨¦l en uno de los mejores poemas de Gil de Biedma. ('hip¨®crita dulzura' vierte ?lvarez, pero m¨¢s abajo se explica su criterio).
EL LEGADO Y EL TESTAMENTO
Fran?ois Villon Traducci¨®n, introducci¨®n y notas de Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Pre-Textos. Valencia, 2002 492 p¨¢ginas. 33 euros
Villon conoce bien la poes¨ªa francesa que le precede y la tradici¨®n grecolatina. Sus modelos son los testamentos par¨®dicos (pienso ahora en el famoso Testamento del cerdo, el Testamentum porcelli, que era texto escolar desde la latinidad tard¨ªa). Se repiten muchos t¨®picos antiguos (las invectivas contra los avaros, el desprecio del oro...), pero no por ello deja de brindar un buen mural de su ¨¦poca y un vigoroso autorretrato. En estas p¨¢ginas se dibuja la ca¨®tica ciudad medieval, y en ella, el poder de la Iglesia, la efervescencia sexual de cl¨¦rigos y laicos, la tiran¨ªa de los nobles. En primer plano, los desenga?os amorosos de un joven.
Uno de los valores que hacen insustituible a este libro es que traductor y traducido pertenecen a la misma estirpe literaria. ?lvarez ha invocado a Villon en su propia escritura. Ha dedicado tres d¨¦cadas a ponerlo en espa?ol. L¨®gicamente las aristas de su traducci¨®n son deliberadas: 'He preferido siempre sacrificar metro y posibilidades de 'embellecimiento' -hasta la atrocidad en ocasiones- antes que dejar poco claro lo que yo creo que Villon quiere decir'. Eso significa que el texto franc¨¦s no es aqu¨ª un pretexto ni un ornamento. Est¨¢ ah¨ª para ser le¨ªdo antes y despu¨¦s de la traducci¨®n. Incluso le¨ªdo en voz alta, como ?lvarez lee a P¨ªndaro. Al sonido y al sentido se a?ade en este caso el placer de las graf¨ªas, que hacen del franc¨¦s medieval otro idioma, m¨¢s refinado que el de la Academia Francesa y m¨¢s b¨¢rbaro que el de ning¨²n suburbio del actual Par¨ªs. Digamos que el traductor ha querido prescindir de las convenciones de la belleza literaria moderna, para dar un castellano justo con Villon, acorde con su mundo.
Puede sorprendernos que la poes¨ªa completa de un autor gire en torno a la idea del testamento. Si la despojamos de sus ropajes sat¨ªricos, daremos con su met¨¢fora general: la de la palabra que se deja para despu¨¦s de la muerte. As¨ª, Villon lega a su tutor 'el ruido de mi fama' ('mon bruyt'). Todo porque hab¨ªa adoptado el apellido de aquel cl¨¦rigo, que sin estos versos nos ser¨ªa desconocido. Lo que entonces era iron¨ªa de un joven -entre fracasado y descre¨ªdo- ha acabado siendo el primer cumplimiento de esta poes¨ªa. En uno de sus propios poemas Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez ha citado una definici¨®n de Andr¨¦ Malraux que puede servirnos ahora para explicar la poderosa belleza de este libro: 'La Cultura es el conjunto de formas que han sido m¨¢s fuertes que la Muerte'.
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