Volver de las vanguardias
La raz¨®n de que Francisco Nieva triunfe siempre en todos los g¨¦neros que toca, pese a las muchas dificultades a las que se ha enfrentado sin parar, reside en que se trata de un creador total, que domina todas las formas por la sencilla raz¨®n de que se trata de un artista de ra¨ªces cl¨¢sicas, que se ha acercado a todas las vanguardias extrayendo de ellas un mayor dominio de sus recursos est¨¦ticos. Ya lo dijo el gran Francisco Ayala cuando declar¨®, en estos tiempos de descr¨¦dito de las vanguardias, que nunca se arrepinti¨® de su breve etapa vanguardista de anteguerra (limitada a dos de sus libros) porque supusieron sendas exploraciones de las t¨¦cnicas narrativas de su tiempo, que le consolidar¨ªan despu¨¦s como el gran narrador que al final fue y es. Y piensen que muchos de nuestros mejores narradores de hoy tambi¨¦n han pasado provechosamente por sus correspondientes etapas experimentales con anterioridad (me ahorro los ejemplos, conocidos de cualquier lector de verdad).
LAS COSAS COMO FUERON (MEMORIAS)
Francisco Nieva Espasa Calpe. Madrid, 2002 664 p¨¢ginas. 23,25 euros
Francisco Nieva, manchego de Valdepe?as de 1924, empez¨® a ser conocido como pintor tras recibir el influjo de un surrealismo juvenil a trav¨¦s de sus amigos 'postistas' (Carlos Edmundo de Ory, a quien sigue siendo fiel, y Eduardo Chicharro hijo, ya fallecido), residi¨® en Par¨ªs -donde se cas¨® y se separ¨® algunos a?os despu¨¦s- en los a?os cincuenta y luego en Venecia durante los sesenta, antes de regresar a Espa?a y triunfar en los setenta como escen¨®grafo y montador teatral deslumbrante para al final imponer contra viento y marea su grandioso, original y peculiar teatro por doquier. Su ¨²ltima vuelta de tuerca ha sido, en la d¨¦cada de los noventa, la eclosi¨®n de su obra narrativa, con cinco novelas explosivas y tan marginales como descentradas (aunque no menos deslumbrantes tambi¨¦n), publicadas en cuatro a?os, m¨¢s un conjunto de relatos despu¨¦s, cuando ya estaba cargado de premios (el Pr¨ªncipe de Asturias, por ejemplo) y hasta hab¨ªa entrado con todos los honores en la Real Academia Espa?ola. Jam¨¢s un marginal vanguardista y rebelde hab¨ªa ingresado tan brillantemente en el establishment cultural en parte alguna.
De 'narrador clandestino' le
califiqu¨¦ en su ¨²ltima etapa, al saber que hab¨ªa tardado treinta a?os en escribir su primera novela, Viaje a Panta¨¦lica (1994), y veinte la tercera, Granada de las mil noches, del mismo a?o tambi¨¦n. Ahora, al borde de los ochenta, Nieva nos asesta estas monumentales 'memorias', que se presentan a la vez como una especie de summa o como un testamento que deseamos bastante anticipado, donde su narratividad se dispara en todas las direcciones (hasta en las fant¨¢sticas) hasta perforar los l¨ªmites de sus propias verdades y las de su bien acreditada imaginaci¨®n que tanto y tan bien las enriquece. Pero aqu¨ª ya no hay demasiados problemas, pues Nieva nos ha proporcionado ya muchas veces abundantes textos autobiogr¨¢ficos en sus pr¨®logos, art¨ªculos e introducciones anteriores, por lo que ya no es un 'memorialista clandestino', ni mucho menos, y al tener que contar su vida ya no hay vanguardias que valgan. ?Conocen ustedes alguna memoria experimental de la que haya quedado rastro? Por eso no hay memorias malas, aunque tampoco abunden las especialmente buenas, que conste, con permiso de san Agust¨ªn y de Rousseau, que as¨ª las titularon igual, como 'confesiones', t¨ªtulo coartada para encubrir sus malas conciencias respectivas, que las ten¨ªan, desde luego.
Lejos de toda vanguardia, Nieva encuentra la raz¨®n fundamental de las sinrazones o desenfrenos de su vida y obra en su primera infancia -su madre no lo destet¨® hasta los cuatro a?os casi- y en su bisexualidad aqu¨ª orgullosamente enarbolada (hasta la exageraci¨®n, quiz¨¢, pues busca dicha heterodoxia en la juventud de su propio padre, pronto desaparecido de su vida). La parte m¨¢s emocionante para m¨ª es la de su infancia y juventud manchegas, donde encuentra y proclama las ra¨ªces de su amor a las experiencias y de sus vanguardismos, que se explican de manera tan natural y sencilla que parecen consecuencias 'normales' de su vida y obra, en apariencia tan anormales.
Tras su paso por el postismo y la poes¨ªa de Carlos Edmundo de Ory, la poes¨ªa y la amistad de los poetas ser¨¢ lo que le sostenga siempre, pues a su vuelta a Espa?a en los setenta cont¨® con el firme apoyo de alguno de los mejores, desde Vicente Aleixandre, Jos¨¦ Hierro, Claudio Rodr¨ªguez, Brines, Bouso?o, la lanzadera Ang¨¦lica B¨¦cker hasta el final Gimferrer. Sus desencuentros conyugales alternaron en Par¨ªs con el conocimiento de las mejores vanguardias, de Ionesco a Bataille, mientras su enloquecida vida le encaminaba a Venecia, donde todo fue org¨ªa, hallazgo y dispersi¨®n, como si de una ¨²ltima y dorad¨ªsima bohemia se tratara, en una suerte en verdad irrepetible.
La vuelta a Espa?a, su dif¨ªcil
y complicada consolidaci¨®n como autor teatral configuran el ¨²ltimo y tercer 'libro' de estas espectaculares, descaradas, singulares, revulsivas, escandalosas y arbitrarias memorias donde abundan vanidades y lamentos, quejas y pescozones por doquier, pues en la profesi¨®n -salvo sus amores- s¨®lo respetaba a Jos¨¦ Luis Alonso y a Marsillach de lejos. Pero, ?qu¨¦ pensar de alguien que conoci¨® a Dios casi desde el principio y se code¨® tambi¨¦n con el diablo en tantas ocasiones? Al final, se queja de ser el ¨²ltimo de su estirpe, como si tras ¨¦l se hubiera roto el molde con el que le fabricaron. Frente a quien respire aliviado, yo no dejar¨¦ de lamentarme siempre, pues no abundan -sobre todo ahora- novelas tan fastuosas como esta Las cosas como fueron, aunque no lo fueran as¨ª nunca del todo, como se debe.
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