Cajas chinas
La t¨¦cnica narrativa llamada de las cajas chinas consiste en meter una historia dentro de otra y ¨¦sta dentro de otra, y as¨ª. A la manera de El Quijote o de Las mil y una noches. Est¨¢ muy conectada con la vida, que todos somos de alg¨²n modo estructuras de cajas chinas. Llevamos dentro historias hundidas en otras historias. Y as¨ª hasta la caja m¨ªnima, el n¨²cleo esencial, que en ocasiones resulta ser un hueso. Y hay circunstancias que nos levantan una o varias tapas.
Como al fiscal Garc¨ªa Ancos, a quien el caso de Nevenka Fern¨¢ndez le ha dejado al descubierto m¨¢s de una caja negra: favoritismo, clasismo, sexismo. Esta enumeraci¨®n no es exhaustiva ni privativa de este fiscal jefe. La Administraci¨®n de Justicia sigue albergando, en cajas de seguridad -inexplicablemente, el cargo de fiscal jefe es a¨²n vitalicio- o en cajas fuertes, mentalidades retr¨®gradas de ese calibre.
Al procedimiento de las cajas chinas se le llama tambi¨¦n de las mu?ecas rusas, denominaci¨®n mucho m¨¢s acertada cuando de lo que se trata es de representar el acoso sexual y el laboral -a las mujeres se les suelen confundir, acumular ambos-, que es una de las enfermedades m¨¢s graves del mundo del trabajo. Mu?ecas rusas: un personaje grande devorando a otro peque?o. Y as¨ª. Es una escala humana que es degradaci¨®n, violaci¨®n de una ristra de derechos fundamentales y de principios ¨¦ticos elementales, y que se apoya no tanto en el poder sino en la necesidad de quien no puede prescindir de ese trabajo, de ese salario. Abuso, por lo tanto, abyecto donde los haya, vestigio caciquista, pernada actualizada, que est¨¢ reclamando a gritos una regulaci¨®n -que ahora se anuncia a nivel europeo- no s¨®lo clara sino adem¨¢s inclemente con los abusadores, explotadores. Y una educaci¨®n para el trabajo que insista en lo cualitativo frente a lo cuantitativo, que equilibre relaciones y prestaciones; armon¨ªa y eficacia. Y parece mentira que a estas alturas de la cronolog¨ªa humana, con lo que ha llovido en el mundo del pensamiento y las ideas, sigamos en esta prehistoria del respeto y de la dignidad; en tanto jur¨¢sico de mano en el culo, apret¨®n contra la pared, obscenidad al paso, de tanto procedimiento de derribo psicol¨®gico, de desintegraci¨®n del compa?erismo, de desleal y demencial competencia.
A la t¨¦cnica de las cajas chinas y de las mu?ecas rusas se la define tambi¨¦n con la locuci¨®n francesa mise en ab?me. Y la idea de abismo representa justamente -con justeza y justicia- ese mundo del trabajo, de las casas y de la calles, en el que estamos comprendiendo que vivimos. Los resultados electorales de Le Pen han sido, en este sentido, como agua en la cara. Estamos despert¨¢ndonos a lo evidente: al tercermundismo insostenible de muchos de nuestros barrios; al avance del discurso fascista; a la aton¨ªa ideol¨®gica; a las espectrales, inaprensibles, construcciones financieras. Y sobre todo a la comprensi¨®n de que ese abismo, ese precipicio social, es una amenaza en el camino de todos. Y que las opciones pol¨ªticas no tienen que limitarse a salvar a unos cuantos del despe?o, sino que deben servir para echar puentes y recursos que colmen el foso.
Si estamos empezando a ver lo evidente, podemos intentar tambi¨¦n pensar lo obvio. Que no hay abismos inevitables sino simplemente inevitados. Como ¨¦ste que recogen, en una calle de Bilbao, cualquier d¨ªa, los ojos despiertos del poeta Jose Fern¨¢ndez de la Sota: 'Mujeres a granel de Brasil, dulces cubanas, todas arracimadas en el mismo barco, estabuladas en el mismo establo. Nadie les pregunta su nombre. Nadie quiere saber sus historias. Nada importan. Por eso cada vez son m¨¢s peque?as, m¨¢s insignificantes estas putas port¨¢tiles, que la marea arroja como restos de carne de un naufragio'.
Se representan aqu¨ª mismo, cada d¨ªa, este y otros argumentos de explotaci¨®n, de acoso, de miseria organizada. Aqu¨ª mismo, ante nuestros ojos, la revelaci¨®n de una estructura social de cajas chinas. De barrios chinos. De cuentos chinos. Evidentemente remediables.
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