Material inflamable
La m¨¢xima 'buscad la simplicidad y desconfiad de ella' fue originalmente pensada para los cultivadores de las ciencias sociales, pero podr¨ªa convenir a muchos otros destinatarios. Seguirla, en el caso de la relaci¨®n entre delincuencia e inmigraci¨®n de la que tanto se habla, podr¨ªa ayudar a restaurar la complejidad que le es propia. Pues si una conclusi¨®n clara se extrae de los estudios realizados en otros pa¨ªses es que dista de ser clara.
En primer lugar, los indicadores que aparentemente la sustentan no son incontrovertibles. El m¨¢s utilizado, la proporci¨®n que los extranjeros suponen entre los que ingresan en prisi¨®n, no es equivalente a la que les corresponde de los delitos cometidos. Como una vasta literatura demuestra, los inmigrantes, especialmente si son j¨®venes y pertenecientes a minor¨ªas visibles, tienen, por un lado, una mayor probabilidad de ser detenidos; y, por otro, mayor probabilidad de ingresar en prisi¨®n, bien porque les resulte m¨¢s dif¨ªcil prestar fianza o porque sus caracter¨ªsticas personales parezcan asegurar en menor medida su comparecencia en juicio. Adem¨¢s, los datos agregados ocultan m¨¢s de lo que revelan: es posible que el cuadro resultase distinto si distinguieran entre ingresos preventivos y los que resultan de una condena en firme y si se desagregasen por tipos de delitos y faltas.
Puede decirse, con raz¨®n, que lo que antecede no niega la relaci¨®n, sino que la matiza, rebajando su intensidad. Pero hay m¨¢s argumentos. Uno de naturaleza sem¨¢ntica, consiste en distinguir entre inmigrantes que delinquen y delincuentes que viajan. No se trata de una argucia dial¨¦ctica. Aunque t¨¦cnica y estad¨ªsticamente los t¨¦rminos 'inmigrante' y 'extranjero' sean casi sin¨®nimos, ni evocan lo mismo en la percepci¨®n popular ni se usan para los mismos prop¨®sitos. El t¨¦rmino 'inmigrante' designa una figura social que no corresponde a todos los extranjeros.
Pues bien, calificar de inmigrantes a los extranjeros que buscan en pa¨ªses distintos del suyo mejores oportunidades para delinquir, sean miembros de bandas organizadas o simples descuideros, adultos o adolescentes, puede mover a semejante confusi¨®n, s¨®lo que m¨¢s peligrosa. En la era de la globalizaci¨®n, tambi¨¦n la delincuencia deviene cada vez m¨¢s transnacional.
Este argumento me parece m¨¢s convincente que otro que se oye con frecuencia y que, movido por las mejores intenciones, atribuye la comisi¨®n de delitos por parte de inmigrantes a su frecuente condici¨®n irregular, que les privar¨ªa de empleo, los sumir¨ªa en la pobreza y la marginaci¨®n y les llevar¨ªa a buscarse la vida. Sin negar que ello ocurra en un n¨²mero desconocido de casos, hay razones para poner en solfa la ecuaci¨®n que liga irregularidad con desempleo, pobreza y delincuencia. Por un lado, suponer que la mayor¨ªa de los irregulares no tienen trabajo y medios de vida es mucho suponer. Por otro, conviene recordar que una elevad¨ªsima proporci¨®n de los inmigrantes regulares han sido antes irregulares, y no parece razonable pensar que los hoy cumplidores de las leyes hayan frecuentado el delito antes de su cambio de status. Adem¨¢s, la l¨ªnea que separa la regularidad de la irregularidad en Espa?a -mucho m¨¢s delgada que la que separa a delincuentes de inmigrantes- suele cruzarse en ambas direcciones. Una cosa es que los delincuentes extranjeros tiendan a ser irregulares y otra distinta que los inmigrantes irregulares delincan.
Tanto por razones de justicia como de pedagog¨ªa social, conviene, por fin, combatir el reduccionismo que supone contraer la relaci¨®n entre inmigraci¨®n y delincuencia a los solos delitos cometidos por inmigrantes sobre aut¨®ctonos, olvidando los delitos, no menos relevantes para la seguridad p¨²blica, que tienen a inmigrantes como v¨ªctimas, desde las agresiones xen¨®fobas a formas de discriminaci¨®n vulneradoras de derechos, pasando por innumerables enga?os y abusos en los tr¨¢ficos clandestinos.
Por tanto, la relaci¨®n en cuesti¨®n es, tanto estad¨ªstica como conceptualmente, menos simple de lo que parece. Pero, aunque no lo fuera, convendr¨ªa preguntarse si proclam¨¢ndola se sirve alg¨²n prop¨®sito leg¨ªtimo. La respuesta deber¨ªa tener en cuenta que ello puede contribuir a alimentar una relaci¨®n mucho m¨¢s clara e intensa: la que vincula inseguridad con xenofobia. Innumerables estudios han puesto de manifiesto que el denominador m¨¢s com¨²n en quienes albergan sentimientos hostiles a los inmigrantes est¨¢ constituido por un s¨ªndrome de incertidumbre, temor al futuro e inseguridad multiforme. Frecuentemente, los inmigrantes sirven de chivos expiatorios, de catalizador de m¨²ltiples frustraciones, especialmente en barrios o localidades desfavorecidas donde concurre una pl¨¦tora de condiciones adversas. ?sas son las zonas donde m¨¢s f¨¢cilmente florecen reacciones defensivas o de rechazo. Y conviene precisar que la inseguridad ciudadana no se nutre exclusivamente de hechos, sino tambi¨¦n de percepciones y prejuicios que muchas veces se expresan como un temor difuso a lo desconocido, muchas veces encarnado en minor¨ªas ¨¦tnicas. La seguridad es, comprensiblemente, uno de los bienes m¨¢s preciados para los ciudadanos, y una de las responsabilidades primordiales de los Estados. Y es un asunto delicado en el que los hechos deben primar sobre las palabras, especialmente cuando a ¨¦stas las carga el diablo.
Joaqu¨ªn Arango ense?a Sociolog¨ªa de las Migraciones en la Universidad Complutense.
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