Stephen Jay Gould, el ¨²ltimo cient¨ªfico del siglo XIX
La evoluci¨®n es una ciencia extra?a. Isaac Newton pudo fundar la f¨ªsica moderna sin renunciar a una coma de sus profundas convicciones religiosas. Ni el m¨¢s fundamentalista de los pensadores cristianos habr¨¢ encontrado jam¨¢s problema alguno en que los designios de Dios se difuminen con el cuadrado de la distancia. Pero Charles Darwin -el actual vecino de Newton en el mausoleo de la abad¨ªa de Westminster-, un p¨ªo licenciado en teolog¨ªa por la Universidad de Cambridge, no tuvo m¨¢s remedio que destruir a Dios para fundar la biolog¨ªa moderna. La teor¨ªa de la evoluci¨®n, a diferencia de cualquier otro avance cient¨ªfico de la historia, gener¨® una crisis en la cultura occidental que sigue sin cicatrizar un siglo y medio despu¨¦s de la publicaci¨®n de El origen de las especies. La ¨²ltima v¨ªctima de esa guerra, Stephen Jay Gould, muri¨® el lunes en Nueva York, pero todav¨ªa no es el momento de llorarle.
El gran fil¨®sofo evolucionista Michael Ruse, un ateo irredimible, declar¨® hace unos meses a este diario: 'La evoluci¨®n sigue siendo promulgada como una ideolog¨ªa, como una religi¨®n secular. Los evolucionistas contempor¨¢neos con m¨¢s presencia p¨²blica, como Richard Dawkins, usan el darwinismo como un esqueleto del que cuelgan toda clase de principios ¨¦ticos y otras directrices, y ven en ¨¦l una especie de cimiento metaf¨ªsico, al igual que el arzobispo de Canterbury utiliza el cristianismo como un cimiento metaf¨ªsico para sus doctrinas. Yo no creo que el darwinismo deba ser tratado como una religi¨®n -la verdad, no abandon¨¦ el cristianismo para sustituirlo por otra fe-, pero creo que eso es exactamente lo que est¨¢ pasando, y nos hacemos un flaco favor si nos empe?amos en negar o ignorar ese hecho'.
La ortodoxia darwinista contempor¨¢nea ha quemado a Gould en sus hogueras acad¨¦micas. ?Por qu¨¦? No porque Gould sea un creacionista, ciertamente. En 1980, cuando el Estado de Arkansas aprob¨® una ley para que la lectura literal de la Biblia se ense?ara en las escuelas en pie de igualdad con el darwinismo, Gould fue uno de los testigos llamados a juicio por la Uni¨®n Americana por las Libertades Civiles, que hab¨ªa recurrido el texto por inconstitucional. Pero ese mismo a?o, Gould incurri¨® en la herej¨ªa de publicar un art¨ªculo t¨¦cnico titulado ?Est¨¢ emergiendo una nueva teor¨ªa general de la evoluci¨®n?, que constitu¨ªa nada menos que una revisi¨®n cient¨ªfica de la sagrada teor¨ªa de Darwin. Y la jerarqu¨ªa evolucionista no le perdon¨® jam¨¢s.
Ni Gould ni ning¨²n otro cient¨ªfico contempor¨¢neo han dudado jam¨¢s de la realidad de la evoluci¨®n biol¨®gica: que todos los seres vivos de este planeta, incluidos los humanos, se han generado en el tiempo a partir de un solo organismo primitivo, o como mucho de unos pocos. Pero la idea fundamental de Darwin no es ¨¦sa. La idea fundamental de Darwin es que los seres vivos han evolucionado por selecci¨®n natural, y consiste en lo siguiente:
Si los seres vivos tienen una gran capacidad de reproducirse, pero los recursos son limitados, s¨®lo las variantes m¨¢s aptas de cada generaci¨®n sobrevivir¨¢n lo suficiente como para reproducirse y transmitir sus cualidades a la siguiente generaci¨®n. La repetici¨®n de este proceso ciego una generaci¨®n tras otra durante miles o millones de a?os provoca inevitablemente que las especies vayan cambiando y haci¨¦ndose m¨¢s aptas para vivir en su particular entorno. La evoluci¨®n, seg¨²n la ortodoxia darwiniana, se debe esencialmente, si no por completo, a ese mecanismo gradual, continuo y competitivo. Esa idea -que la selecci¨®n natural constituye el principal motor de la evoluci¨®n- es la que Gould ha desafiado hasta el final de sus d¨ªas.
Sus argumentos se pueden resumir en dos (como los mandamientos, por supuesto). El primero es que el registro f¨®sil no siempre responde a las predicciones de Darwin, como muy bien sab¨ªa el propio Darwin. La teor¨ªa de la selecci¨®n natural parece requerir una permanente y continua transici¨®n gradual de las especies biol¨®gicas, y los estratos fosil¨ªferos se empe?an en mostrar a menudo unas sustituciones bruscas: las especies permanecen estables durante millones de a?os, y son sustituidas por otras nuevas en poco tiempo (en paleontolog¨ªa, 'poco tiempo' puede significar unos cuantos miles de a?os). Esta mera constataci¨®n es lo que Gould y su colega Niles Eldredge denominaron equilibrio puntuado en un art¨ªculo cient¨ªfico cl¨¢sico de 1972.
El equilibrio puntuado no supone en s¨ª mismo una refutaci¨®n del darwinismo. La transici¨®n entre una especie y la siguiente, por muy brusca que parezca en el registro f¨®sil, puede ocurrir por el muy convencional mecanismo de la selecci¨®n natural, siempre que ese mecanismo s¨®lo opere en una zona peque?a y en un tiempo corto. La ortodoxia darwinista, que se ha visto forzada a aceptar que la evoluci¨®n no es siempre gradual, parece de momento contenta con ese esquema.
Pero la gran contribuci¨®n de Gould al evolucionismo no es el probablemente el equilibrio puntuado, sino su a¨²n m¨¢s hereje recuperaci¨®n de la Naturphilosophie, la gran tradici¨®n de la morfolog¨ªa alemana, iniciada con su magn¨ªfico tratado t¨¦cnico Ontogenia y filogenia, de 1977. La cuesti¨®n central aqu¨ª es la siguiente: en el darwinismo ortodoxo, son las variaciones del medio ambiente las que dirigen los cambios evolutivos, al seleccionar entre la gama de peque?as variaciones que le ofrece cada especie aqu¨¦llas que mejor se adaptan a las condiciones cambiantes. En la Naturphilosophie, y en el evolucionismo de Gould, los cambios que el genoma genera desde dentro son la clave, y el ambiente -y por lo tanto la selecci¨®n natural darwiniana- queda relegado a un infamante papel secundario.
Los darwinistas conservadores tampoco le han agradecido a Gould su inmensa y encomiable labor como divulgador cient¨ªfico y ensayista. Vean este ejemplo del ortodoxo John Maynard Smith: 'Gould ocupa una posici¨®n bastante curiosa. Dada la excelencia de sus ensayos divulgativos, ha acabado siendo considerado por los no bi¨®logos como el te¨®rico evolucionista m¨¢s destacado. Por el contrario, los bi¨®logos evolucionistas con quienes he hablado de su obra tienden a verle como un hombre cuyas ideas son tan confusas que apenas merece la pena preocuparse por ellas [...]. Todo esto carecer¨ªa de importancia si no fuera porque est¨¢ dando a los no bi¨®logos una imagen en gran medida falsa del estado de la biolog¨ªa evolutiva'.
Gould, seguramente sabiendo que sus d¨ªas se acababan, public¨® hace s¨®lo un par de meses The Structure of Evolutionary Theory, un libro de 1.433 p¨¢ginas que formaliza -ya con car¨¢cter definitivo, por desgracia- su revisi¨®n de la teor¨ªa de Darwin. Mal que le pese a Maynard Smith, es probable que la evoluci¨®n haya entrado con ello, de una vez por todas, en el siglo XXI.
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