Perfidia moruna
Doce siglos de estereotipos peyorativos sobre los musulmanes en general y los marroqu¨ªes en particular no han preparado a la poblaci¨®n espa?ola para dar una c¨¢lida bienvenida a los inmigrantes procedentes del sur del Estrecho. As¨ª que, aunque los medios de comunicaci¨®n y las organizaciones progresistas se esfuercen por denunciar la xenofobia y el racismo, mucha gente en la calle, y tambi¨¦n en el Gobierno de Aznar, asocia al marroqu¨ª con la suciedad, el ruido y la delincuencia. Lo constata Eloy Mart¨ªn Corrales en su La imagen del magreb¨ª en Espa?a, un libro que explora un camino valientemente abierto por Juan Goytisolo y que, reci¨¦n aparecido, ya puede ser considerado un cl¨¢sico en esta materia.
LA IMAGEN DEL MAGREB? EN ESPA?A. UNA PERSPECTIVA HIST?RICA, SIGLOS XVI-XX
Eloy Mart¨ªn Corrales Bellaterra. Barcelona, 2002 248 p¨¢ginas. 75 euros
Mart¨ªn Corrales ha recopilado m¨¢s de 800 im¨¢genes sobre el moro producidas en Espa?a entre los siglos XVI y XXI, y en su inmensa mayor¨ªa son negativas para el vecino del sur. Constituyen toda una propaganda de guerra, vinculada a lo que Antonio Miguel Bernal se?ala en el pr¨®logo: 'Espa?a es el ¨²nico Estado europeo occidental que, en buena parte de su territorio, y en el transcurso de tres a ocho siglos seg¨²n regiones, perteneci¨® al ¨¢mbito de los pa¨ªses isl¨¢micos, y el ¨²nico que, a su vez, en una especie de desquite hist¨®rico, mantiene desde hace cinco siglos una presencia controvertida en el norte africano'.
Comienza esta propaganda con la Reconquista, que, para desprestigiar al enemigo musulm¨¢n, le atribuye las supuestas caracter¨ªsticas de falsedad, traici¨®n, perfidia, maldad, perversidad, crueldad, cobard¨ªa y sexualidad -cabr¨ªa decir bisexualidad- desenfrenada. Y contin¨²a con las razias en las costas espa?olas de los corsarios de Berber¨ªa durante los siglos XVI y XVII, cuando se forja la advertencia de 'Moros en la costa'. Ya en el XIX Espa?a libra en Marruecos la guerra de 1859-1860 al grito de: 'Guerra, guerra al infiel marroqu¨ª', y en ese periodo nace el orientalismo pict¨®rico de los Mariano Fortuny y Antonio Mu?oz Degrain, que sirve para fijar los clis¨¦s de indolencia, ferocidad, fanatismo y lujuria, lo ¨²ltimo con imaginarias escenas de odaliscas en el har¨¦n.
En el siglo XX a Espa?a le cost¨® 20 a?os hacerse con el control de las zonas del Rif y la Yebala que le tocaba colonizar. Las derrotas del Barranco del Lobo (1909) y Annual (1921) convirtieron a los marroqu¨ªes en unos 'cafres', a los que hab¨ªa que 'aplastar sin contemplaciones'. No obstante, una vez asentado el Protectorado, naci¨® una nueva imagen: la del 'morito bueno', el primitivo, ingenuo, simp¨¢tico y dolicoc¨¦falo individuo en chilaba que dec¨ªa: 'Paisa, yo estar amigo'. Y, como observa Mart¨ªn Corrales, se desarroll¨® una segunda ola de pintura orientalista, m¨¢s realista y respetuosa, liberada en gran medida de prejuicios y fantasmas, que tuvo en Mariano Bertuchi su figura m¨¢s se?era.
El romance dur¨® poco. La participaci¨®n de tropas moras en la guerra franquista contra la Rep¨²blica resucit¨®, esta vez entre la izquierda, los estereotipos de brutalidad y lascivia. Y mientras Dolores Ibarruri denunciaba a 'la morisma salvaje, borracha de sensualidad, que se vierte en horrendas violaciones de nuestras mujeres', la derecha ten¨ªa que inventarse mitos, como el de la comunidad de creencia en Dios de marroqu¨ªes y franquistas, para justificar el recurso a la ayuda militar de los sarracenos. El contrasentido termin¨® con la mascarada de la Guardia Mora de Franco y la escena valleinclanesca de Mohamed Ben Mizi¨¢n, capit¨¢n general de Galicia, haciendo la ofrenda a Santiago Matamoros.
Observa acertadamente Mart¨ªn Corrales que la visi¨®n positiva de lo moro que intent¨® difundir el franquismo jam¨¢s lleg¨® a cuajar popularmente, como lo prueban los tebeos de El Guerrero del Antifaz o El Capit¨¢n Trueno. Adem¨¢s de im¨¢genes bien expl¨ªcitas, Mart¨ªn Corrales espiga de esos comics los siguientes insultos dirigidos al vecino del sur: 'Moro del infierno', 'puerco sarraceno', 'vil traicionero', 'pajarraco de mal ag¨¹ero', 'sabandija', 'chusma', 'esbirro del diablo', 'cara de bet¨²n' y 'mor¨¢ngano'. ?Y eso que era amigo del r¨¦gimen!
Un fen¨®meno curioso descrito en La imagen del magreb¨ª en Espa?a es que junto al odio al moro real y cercano existe a veces en Espa?a una simpat¨ªa por el moro lejano o imaginario. En tiempos fue la leyenda del buen Abencerraje, el noble exiliado granadino, y hoy es el entusiasmo por el militante del Polisario. Mart¨ªn Corrales recuerda que la imagen del fiel y noble guerrero saharaui, el muy literario hijo de la nube, en contraposici¨®n a la del desleal y cobarde marroqu¨ª, comenz¨® a ser forjada a fines de los cincuenta por los militares espa?oles destacados en el S¨¢hara Occidental. ?Es posible que muchos progresistas la adopten ahora como coartada inconsciente para su morofobia?
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