El Deseado o el Ausente
Uno de los rasgos que m¨¢s singularizan al Partido Popular dentro del actual paisaje pol¨ªtico catal¨¢n es la pertinaz dificultad para designar a sus cabezas de lista en los comicios de ¨¢mbito no estatal. Hace tres a?os, Santiago Fisas ya hubo de ser cazado a lazo, aprovechando su repentino cese de la Secretar¨ªa de Estado para el Deporte, para convertirle en alcaldable por Barcelona. Hoy, cuando el mismo Fisas se dispone a escapar hacia una mucho m¨¢s grata vicepresidencia del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol, la mera insinuaci¨®n de que Julia Garc¨ªa-Valdecasas podr¨ªa ser una buena candidata a la alcald¨ªa ha apresurado a la delegada del Gobierno a declinar tajantemente tal honor. Es f¨¢cil de entender, porque los salones del palacio de la Aduana tienen todo el aire de ser harto m¨¢s confortables que los duros bancos de la oposici¨®n municipal. Lo comprendo, pues, aunque como adicto que soy a los m¨ªtines, los debates y las justas electorales no puedo dejar de lamentarlo: do?a Julia en campa?a habr¨ªa dado much¨ªsimo juego.
De todos modos, la manifestaci¨®n m¨¢s relevante de este s¨ªndrome de la acefalia electoral no se da en el dominio municipal, sino en el auton¨®mico. Ya en 1999 el esforzado Alberto Fern¨¢ndez D¨ªaz hubo de encabezar las listas del PP al Parlament de Catalunya bajo el pesado estigma del interinato, de ser un presidenciable vicario, alguien que guardaba el sitio hasta la llegada del aspirante de verdad, del peso pesado. Ha transcurrido m¨¢s de la mitad de la legislatura, todas las dem¨¢s fuerzas parlamentarias han proclamado ya a sus candidatos, el ambiente pol¨ªtico huele a carrera electoral... y en el Partido Popular las cosas siguen inmutables: esperando a Piqu¨¦.
La pasada semana, la presunta gran esperanza blanca de su partido en Catalu?a y actual ministro de Asuntos Exteriores de Espa?a, Josep Piqu¨¦, habl¨® en una entrevista televisiva acerca de sus intenciones y disponibilidades pol¨ªticas; y lo hizo en unos t¨¦rminos tan confusos, tan ambiguos, que al d¨ªa siguiente la ex¨¦gesis period¨ªstica de sus palabras daba unos resultados ins¨®litamente contradictorios. Perm¨ªtanme recordarlos; El Mundo: 'Piqu¨¦, decidido a dejar Exteriores para ser candidato del PP en Catalu?a'; El Peri¨®dico: 'Piqu¨¦ insin¨²a que no optar¨¢ a la Generalitat'; La Vanguardia: 'Piqu¨¦, disponible para la Generalitat'; El Pa¨ªs: 'Piqu¨¦ estudiar¨ªa 'a fondo' dejar Exteriores para ser el candidato en Catalu?a'. Y bien, ?quiere o no quiere? ?Le obligar¨¢ Aznar o no? Dejemos que respondan, si pueden, hermeneutas m¨¢s curtidos y ci?¨¢monos a examinar los condicionamientos objetivos que rodean al dilema de Josep Piqu¨¦.
Hist¨®ricamente, no hay precedentes de nadie que, despu¨¦s de haber desempe?ado de modo no anecd¨®tico una cartera ministerial en Madrid, haya vuelto a ocupar un puesto de liderazgo, de verdadero liderazgo en la pol¨ªtica catalana. Si ni siquiera lo consigui¨® Francesc Camb¨®, ?va a lograrlo Piqu¨¦? No, no es que haberse sentado en el Consejo de Ministros espa?ol comporte ning¨²n maleficio, pero s¨ª origina en los pol¨ªticos de esta periferia ciertos da?os colaterales; por ejemplo, les obliga a hacer manifestaciones que, exigidas por el cargo y por la cultura pol¨ªtica dominante en el Estado, chirr¨ªan ante una buena porci¨®n de la ciudadan¨ªa catalana. Camb¨® en Covadonga, en septiembre de 1918, hubo de proclamarse 'patriota de Espa?a' y abogar por 'una nueva Reconquista!'; Piqu¨¦ en Madrid, en mayo de 2002, no s¨®lo tiene que tildar de 'absurda' y 'disparatada' cualquier reivindicaci¨®n soberanista (excepto la espa?ola sobre Gibraltar, claro), sino que ha de suscribir la teor¨ªa y la praxis neounitaristas que desarrolla el Gobierno del que ¨¦l forma parte. No es, con toda evidencia, el mejor bagaje para triunfar despu¨¦s en Catalu?a.
Y luego est¨¢ la dificultad para pasar de lo grande a lo peque?o. Cuando se ha sido ministro del Reino de Espa?a -mucho m¨¢s hoy que en tiempos de Camb¨®-, a mayor abundamiento ministro de Asuntos Exteriores, y se han presidido los consejos de la Uni¨®n Europea, y se ha rendido pleites¨ªa al mism¨ªsimo George Bush hijo, y se ha jugado a los mediadores tanto en Teher¨¢n como en Jerusal¨¦n..., entonces, si no posees unas convicciones ideol¨®gicas muy s¨®lidas y espec¨ªficas, el escenario pol¨ªtico barcelon¨¦s tiene que parecerte forzosamente diminuto, insignificante, provinciano, y Catalu?a esa '¨ªnsula Barataria' a la que aludi¨® cierto precursor de Piqu¨¦ en materia de giros catalanistas, hoy amortizado.
Adem¨¢s -podr¨ªa pensar razonablemente el actual canciller espa?ol-, ?aspirante a la Generalitat, para qu¨¦? Si fuese para presidirla, pase. Pero ning¨²n indicio demosc¨®pico ni olfativo apunta en esa direcci¨®n; m¨¢s bien se dibujan tres posibilidades distintas: el PP socio menor de un gobierno con Converg¨¨ncia i Uni¨®, o bien segunda fuerza de oposici¨®n, ya sea detr¨¢s de CiU y frente a un gobierno de izquierdas encabezado por Maragall, o detr¨¢s del PSC frente a un gobierno de coalici¨®n nacionalista presidido por Mas. Es decir, o consejero de Industria, tal vez de Econom¨ªa, o mero aspirante al liderazgo de la oposici¨®n. Despu¨¦s de haber alternado con Colin Powell y Jack Straw, ?qu¨¦ pereza!
En fin, veremos cu¨¢les son los insondables designios de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar; y veremos tambi¨¦n, a lo largo de los pr¨®ximos meses, c¨®mo se va concretando el balance de la gesti¨®n ministerial de Piqu¨¦ al frente de Asuntos Exteriores. Si a las dificultades ya expuestas para su retorno al cuadril¨¢tero catal¨¢n, el de Vilanova a?adiese los lastres de un fracaso sobre Gibraltar y de la crisis marroqu¨ª irresuelta, en tal caso lo suyo podr¨ªa no ser un regreso, sino una ca¨ªda. Pero, ?est¨¢ en su mano evitarlo?
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