Los obispos vascos tienen raz¨®n
Una de las novedades que la democracia ha heredado del franquismo tard¨ªo es el surgimiento y difusi¨®n de un anticlericalismo conservador que, nacido en los medios de la derecha radical, ejerce notable atracci¨®n e influencia en amplios medios de la derecha constitucional. Fuertes y marcados rasgos de ese anticlericalismo de derechas ha surgido con vigor a ra¨ªz de la publicaci¨®n de la carta pastoral que acaban de dar a la luz los obispos de las tres di¨®cesis de la comunidad aut¨®noma vasca. Pastoral que est¨¢ levantado una polvareda pol¨ªtica en la que, cuidadosamente ordenados, desfilan los t¨®picos de esa hostilidad que arranca del dogma de la preeminencia del Estado nacional y de sus intereses y ve en la disidencia, especialmente la de orientaci¨®n nacionalista, en t¨¦rminos de traici¨®n de la Iglesia a ese Estado nacional. Da buena y acertada idea de la posici¨®n de la direcci¨®n federal socialista el que sus portavoces se hagan eco de ese discurso.
Por de pronto hay que se?alar que es sencillamente mentira que la pastoral sea complaciente con el terrorismo y su brazo pol¨ªtico. Cuando se escribe negro sobre blanco que ETA debe desaparecer, que merece una valoraci¨®n ¨¦tica negativa, y que exactamente ¨¦se es el juicio que merecen los grupos que colaboran, encubren o defienden pr¨¢cticas terroristas, las cosas deber¨ªan quedar, de entrada, bastante claras. Cuando se agrega que es un deber moral y c¨ªvico, un acto de justicia y solidaridad, amparar, apoyar y proteger a los ediles amenazados y se condena especialmente su persecuci¨®n porque es intr¨ªnsecamente antidemocr¨¢tica, cuando se se?ala que la sociedad vasca ha fallado en este campo y que s¨®lo a ¨²ltima hora se han comenzado a adoptar las medidas correctores necesarias, decir que el amo de los tales obispos no es Dios sino Arzalluz se halla muy cerca de superar la l¨ªnea que separa la necedad de la calumnia. Cuando se escribe que las instituciones que el pueblo libremente se ha dado deben constituir el eje vertebrador de la convivencia en la sociedad vasca, y que la b¨²squeda de la paz puede legitimar el cambio del modelo vigente, pero s¨®lo si ese cambio es hecho entre todos y para todos, no parece se halle precisamente en las proximidades de la opci¨®n del nacionalismo excluyente al estilo del Pacto de Lizarra. Y cuando manifiesta dudas sobre la ley de partidos no por su legitimidad, sino por sus posibles efectos perversos, el discurso de los obispos empieza a parecerse sospechosamente a un discurso pol¨ªtico: el del se?or Llamazares concretamente, paradigma como se sabe del nacionalismo vasco, variante batas¨²nica.
Puede compartirse o no el juicio pol¨ªtico de los se?ores obispos cuando manifiestan su preocupaci¨®n por una situaci¨®n de bloqueo pol¨ªtico, lamentan la falta de di¨¢logo entre las principales fuerzas pol¨ªticas y apuntan los posibles efectos perversos de la ilegalizaci¨®n de Batasuna. Pero hay tres cosas que no pueden neg¨¢rseles sin que sufran la verdad y el inter¨¦s p¨²blico: que los se?ores obispos tienen todo el derecho del mundo a pronunciarse sobre el asunto, y a hacerlo en los t¨¦rminos en que lo han hecho (hablar de injerencia como hacen algunos tertulianos acredita que esos mismos todav¨ªa viven en el universo mental del franquismo), que no parece que sea desencaminado calificar de lamentable la ausencia de di¨¢logo entre los partidos democr¨¢ticos, nacionalistas o no, y que no est¨¢ precisamente fuera de lugar la consideraci¨®n de cu¨¢les pueden ser los efectos de retorno de la ilegalizaci¨®n de Batasuna. Porque el miedo episcopal a que la misma d¨¦ lugar a una espiral descendente de radicalizaci¨®n no es ciertamente infundado.
Mucho me temo que la oleada de descalificaciones que acaba de empezar tenga un origen bien distinto. Que la raz¨®n que motiva la condena radical de la pastoral de los obispos vascos no se halla en lo que los obispos dicen directamente, sino en lo que subyace y da coherencia a la pastoral. Esta supone en esencia un llamamiento a la disoluci¨®n de ETA y al entendimiento entre los partidos democr¨¢ticos al efecto de reducir la polarizaci¨°n pol¨ªtica y dar una oportunidad a una salida pactada. Resulta obvio que la pastoral es un torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n de una determinada estrategia pol¨ªtica: la que impulsa la confrontaci¨®n entre nacionalistas y no nacionalistas al efecto de procurar la radicalizaci¨®n de los primeros, de la que se espera se siga el trasvase de los sectores sociales moderados que han apoyado al PNV en beneficio del Partido Popular. Estrategia por cierto que ya fracas¨® en las auton¨®micas del a?o pasado, entre otras razones por la sobreactuaci¨®n del se?or Aznar. Entonces s¨ª, la pastoral resulta altamente inconveniente para quienes siguen la estrategia de la confrontaci¨®n. Sentado lo cual habr¨ªa que preguntarse si esa estrategia coincide con el inter¨¦s p¨²blico. Laus Deo.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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