Ideas, proyectos y personas
Para el pr¨®ximo d¨ªa 15 de junio se ha convocado una manifestaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco contra la Ley de Partidos, bajo el lema: 'Todas las ideas, todos los proyectos, todas las personas'. Quiz¨¢ a partir de esta f¨®rmula enga?osamente bonachona pueda intentarse un an¨¢lisis cr¨ªtico de las principales objeciones que se plantean contra ese proyecto legislativo que a bastantes nos parece por lo menos democr¨¢ticamente l¨®gico y plausible.
?'Todas' las ideas? Dejemos por un momento de lado que la ley no veta ideas, sino determinados comportamientos de grupos pol¨ªticos institucionales y que a tal fin se han incluido en ella numerosas enmiendas y precisiones. Por lo dem¨¢s, ninguna ley de este mundo ni del otro puede prohibir tener una idea ni tener mala idea: lo m¨¢s a que puede aspirarse es a obstaculizar en la medida de lo posible la difusi¨®n y propaganda de algunas consideradas especialmente da?inas. Y los reg¨ªmenes democr¨¢ticos se dedican a ello desde mucho antes de que nadie pensara en esta ley. Cuando un profesor, por ejemplo, utiliza un libro de texto en el que se sostiene la inferioridad de unas razas respecto a otras, la ineptitud de la mujer para ciertas funciones p¨²blicas, el car¨¢cter patol¨®gico de la homosexualidad o justifica los campos de exterminio nazis, se proh¨ªbe su docencia sin demasiadas contemplaciones. As¨ª le ocurri¨® a aquel se?or Quintana, famosamente infame durante unos d¨ªas, o a otros m¨¢s pr¨®ximos en el tiempo. Las obras 'educativas' del franquismo, denunciadas con gracia en El florido pensil, no obtendr¨ªan hoy el placet en ninguna escuela... o al menos eso espero. Incluso fuera del campo educativo, en un terreno mucho m¨¢s discutible, se cerr¨® no hace tanto una librer¨ªa en Barcelona por el car¨¢cter neonazi de las publicaciones que vend¨ªa. Si muchas ideas son inaceptables como materia escolar democr¨¢tica (despu¨¦s de todo, educar es elegir entre todas las ideas posibles aquellas que queremos ver socialmente perpetuadas) no parece razonable aceptar acr¨ªticamente cualquier planteamiento ideol¨®gico en los partidos pol¨ªticos, destinados a ponerlas en pr¨¢ctica. As¨ª lo entiende la constituci¨®n de Alemania, donde ya existe una ley de partidos; y en Francia, donde la difusi¨®n de ciertos dict¨¢menes xen¨®fobos y revisionistas est¨¢ perseguida por una legislaci¨®n penal muy exigente, ya se han alzado voces solicitando la prohibici¨®n del partido de Le Pen no porque haya cometido o apoyado cr¨ªmenes sino por su mera ideolog¨ªa.
?Todos los proyectos? Hace unos d¨ªas, el Movimiento contra la Intolerancia denunci¨® en Madrid la existencia de una p¨¢gina web de cabezas rapadas en la que se publicaban los datos personales de prostitutas, homosexuales, vascos y yo que s¨¦ m¨¢s, exhortando a personarse en sus domicilios para zurrarles la badana. Se trata sin duda de un proyecto de ¨ªndole pol¨ªtica pero no s¨®lo penalmente ilegal sino democr¨¢ticamente il¨ªcito. Supongo que nadie sostendr¨¢ en serio que debe ser tolerado como libre expresi¨®n de una opini¨®n hasta que sus recomendaciones se materialicen en alguien con la crisma rota por un bate de b¨¦isbol. Por supuesto, en el Pa¨ªs Vasco estamos familiarizados con la reiteraci¨®n de amenazas semejantes, procedentes de grupos perfectamente identificados, con la diferencia de que aqu¨ª ya tenemos cientos de asesinatos por ponerlas en pr¨¢ctica. ?Que se deber¨ªa haber actuado antes penalmente contra tales delincuentes? Pues a m¨ª tambi¨¦n me lo parece, pero las autoridades y los jueces en Euskadi parecen encontrar dificultades legales insalvables para poner en pr¨¢ctica tan sano principio. Por ejemplo, un portavoz de Batasuna sostuvo en el Parlamento que ETA lucha por los derechos del pueblo vasco, lo que no deja de ser una mala noticia para quienes estamos en el objetivo de la banda, pero el Tribunal Superior de Justicia de Euskadi ha considerado que se trata de una manifestaci¨®n pol¨ªtica tan leg¨ªtima como cualquier otra. Me dicen que, en todo caso, son las personas las que delinquen, no las asociaciones. Pero, si no me equivoco, en el caso Gescartera (otro 'proyecto' lucrativo) se ha encarcelado al principal responsable y adem¨¢s tambi¨¦n se ha disuelto la empresa. Puede ser una simpleza m¨ªa, pero no me parecen de recibo ni los 'proyectos' para defraudar a los contribuyentes ni aquellos que intimidan o asesinan a los ciudadanos. El Tribunal Europeo de Derechos humanos de Estrasburgo parece opinar algo semejante cuando dice: 'Forma parte de la esencia de la democracia permitir la propuesta y discusi¨®n de proyectos pol¨ªticos distintos, incluso aquellos que pongan en cuesti¨®n el modo de organizaci¨®n actual de un Estado, con tal de que no supongan un atentado a la propia democracia'.
Este razonamiento invalida tambi¨¦n otro supuesto argumento bastante repetido, el de que los votantes del partido ilegalizado -pongamos que fuese Batasuna- se quedar¨ªan sin representaci¨®n pol¨ªtica. Lo cierto es que no existe el derecho democr¨¢tico a sostener opciones no democr¨¢ticas y violentas. Si esos votantes quieren independentismo pero no terrorismo, pueden apoyar a Aralar y grupos disidentes similares; si lo que quieren es terrorismo, ?para qu¨¦ votan? Tampoco resulta convincente ni mucho menos arg¨¹ir que la ilegalizaci¨®n de un partido no resolver¨¢ el terrorismo ni mejorar¨¢ la suerte de los amenazados. Que esa violencia no puede concluirse con un simple plumazo legal es cosa obvia: tambi¨¦n ETA es ilegal y ah¨ª la tenemos, tan campante. Contra ella deben emplearse diversos medios combinados, porque si un problema es complejo necesita tambi¨¦n una soluci¨®n compleja: pero no una actitud acomplejada. Todo lo que disminuya la apariencia de impunidad de quienes apoyan a la banda, sus v¨ªas de avituallamiento legales y sus legitimaciones pol¨ªticas institucionales contribuye a debilitarla. En cuanto a los objetivos o v¨ªctimas de los violentos, lo que necesitan es no s¨®lo protecci¨®n sino tambi¨¦n un reconocimiento institucional de sus derechos pol¨ªticos que mal puede ofrec¨¦rseles cuando los que justifican o ensalzan las agresiones son tratados con no menores miramientos que ellos mismos. Impugnar la ley contra partidos que apoyan el terrorismo invocando el malestar que la medida puede causar entre los partidarios del terrorismo es de una bober¨ªa realmente primaveral y por tanto cuenta con el apoyo de Javier Madrazo, de IU, Od¨®n Elorza y el Consejo de la Juventud de Euskadi, con las Juventudes Socialistas incluidas. A Madrazo no le gusta que se proh¨ªba ning¨²n partido aqu¨ª, quiz¨¢ porque prefiere el estilo del r¨¦gimen cubano, donde est¨¢n prohibidos todos por igual: as¨ª no hay piques entre ellos. Francamente, si la lucidez y la decencia pol¨ªticas de la izquierda est¨¢n representadas en todas partes por gente as¨ª, es de temer que cada vez m¨¢s euro
peos se vayan haciendo de extrema derecha en defensa propia.
Por otra parte, los obispos de la CAV han sacado una pastoral que ha causado furor, en los dos sentidos de la expresi¨®n. No es un texto a favor de Batasuna, sino simple y llanamente una trascripci¨®n del punto de vista del PNV sobre la situaci¨®n de Euskadi. No se apartan de las tesis de Ibarretxe en nada ni un mil¨ªmetro, salvo que el estilo es algo m¨¢s untuoso: los santos ¨®leos, ya se sabe. No hay que extra?arse, es una muestra m¨¢s de nacional-catolicismo (el mismo que reclama del gobierno la asignatura de religi¨®n confesional obligatoria), en el que el Pa¨ªs Vasco es pionero, porque lo padecemos desde la primera guerra carlista. No es que el clero vasco sea nacionalista, es que el nacionalismo vasco lo invent¨® en buena medida el clero. Tambi¨¦n es l¨®gico que a Ibarretxe le parezca muy bien lo que dicen quienes repiten lo que dice ¨¦l; pero a?ade una observaci¨®n asombrosa: 'es lo que piensa la mayor¨ªa de la sociedad vasca'. Y eso ?c¨®mo lo sabe usted, se?or lehendakari? ?Acaso en el Pa¨ªs Vasco se habla libremente de pol¨ªtica y cada cual dice lo que piensa... o al menos estamos seguros de que vote como piensa?
Para que se hagan una idea: el otro d¨ªa me contaba un distinguido profesor de filosof¨ªa socialista, espa?ol pero que ocupa una c¨¢tedra en Berl¨ªn, lo que le ocurri¨® en Bilbao. Acababa de dar una conferencia y, al volver a su hotel, se encontr¨® un recado de un periodista de Gara, solicit¨¢ndole una entrevista. Pretextando ignorancia por venir de Alemania, le pregunt¨® al conserje qu¨¦ tipo de peri¨®dico era ¨¦se. El interrogado se encogi¨® de hombros y respondi¨® que no ten¨ªa ni idea. Entonces el profesor solicit¨® hablar con el gerente, que todav¨ªa sab¨ªa menos que el conserje. Ni para bien ni para mal, nadie le dijo una palabra sobre un diario que se apilaba en las mesas de entrada del albergue. Y as¨ª todo. Pero el Gobierno Vasco parece ignorar este clima y hace encuestas llamando por tel¨¦fono a los domicilios con preguntas tan tranquilizadoras como ¨¦sta: '?Es usted partidario de la ilegalizaci¨®n de Batasuna?'. Imag¨ªnense el respingo del encuestado. Un se?or de Renter¨ªa escrib¨ªa con gracia hace poco una carta al Diario Vasco, diciendo: 'El se?or Ibarretxe no sabe o no quiere saber en qu¨¦ pa¨ªs vive. Ni lo que es la coacci¨®n, ni el miedo difuso (el peor de los miedos) ?Qu¨¦ feliz vive! Si me hacen a m¨ª esa pregunta, por sorpresa, y en lo que veo que es mi controlado domicilio, no s¨®lo niego lo que haga falta sino que pido el Tambor de Oro para el comando Donosti por su contribuci¨®n al buen nombre de esa vecina y querida ciudad'. Ah¨ª lo tienen. Todo el mundo sabe aqu¨ª que por darle la raz¨®n a los nacionalistas nada malo puede pasarte y de vez en cuando cae alg¨²n caramelo: en cambio por llevarles p¨²blicamente la contraria te puede pasar de todo, desde perder la subvenci¨®n hasta perder la vida. De modo que poco a poco la gente, que no quiere l¨ªos, se resigna o se marcha.
?Todas las personas? En efecto, nada m¨¢s deseable que un pa¨ªs en el que puedan vivir todos los que no matan ni amenazan, con libertad para sus ideas y sus s¨ªmbolos pol¨ªticos. Pero para conseguirlo tendremos que lograr que vuelvan los que se vieron obligados a marcharse. Y no siempre por miedo: muchos se fueron por asco, por asfixia. Cuando se dice tranquilamente 'los espa?oles apoyan la ley de partidos, pero los vascos la rechazan', siempre tengo ganas de preguntar: a los que han tenido que irse ?en cu¨¢l de los dos rubros se les computa? ?O es que ya no tienen ni el derecho a opinar sobre la situaci¨®n que los ha exilado? Se me acercan a veces, en cualquier lugar de Espa?a o en el extranjero, tras una charla o cuando firmo libros. 'Yo tambi¨¦n soy de all¨ª, ?sabes?'. Y antes de que les pregunte nada me atajan: 'Pero de aquello ya no quiero hablar'. Nos miramos a los ojos y guardamos silencio.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense.
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