Parar a Obiang
La farsa judicial ecuatoguineana montada para llevar a mazmorras a la oposici¨®n un a?o antes de las elecciones presidenciales de 2003 ha concluido con una catarata de elevadas condenas de hasta 20 a?os para los participantes en un supuesto intento de golpe de Estado contra el dictador Teodoro Obiang Nguema, fact¨®tum del pa¨ªs centroafricano desde 1979. No ha habido penas de muerte, pero la opini¨®n de los observadores internacionales ha sido un¨¢nime al juzgar la representaci¨®n: irregularidades procesales de bulto, inexistencia de pruebas, signos de tortura en muchos de los detenidos. La UE se sumaba ayer a las descalificaciones del proceso y certificaba el desplome en Guinea Ecuatorial de la situaci¨®n pol¨ªtica y de los derechos b¨¢sicos, mientras insta a que se reconsideren las sentencias.
Guinea Ecuatorial es un caso ejemplar de c¨®mo los Gobiernos occidentales pueden mirar hacia otro lado cuando las m¨¢s crudas violaciones del canon democr¨¢tico se producen en un lugar que, adem¨¢s de caer fuera de los circuitos informativos, tiene una deseada materia prima que ofrecer. La extracci¨®n petrol¨ªfera en sus aguas crece a gran velocidad, la m¨¢s r¨¢pida de ?frica. Rozar los 300.000 barriles diarios, que explotan b¨¢sicamente compa?¨ªas estadounidenses, permite a Teodoro Obiang -que para mayor ludibrio se adhiere a convenios internacionales pro derechos humanos y contra la tortura- codearse sin mayores reparos con dirigentes democr¨¢ticos, entre ellos los de Espa?a, la antigua potencia colonial.
El grave esperpento judicial del cine Marfil exige decir basta. Obiang Nguema debe recibir de EE UU y de la UE un contundente mensaje para que respete las reglas de juego y deje sin efecto las condenas de su juicio pol¨ªtico contra la oposici¨®n. O atenerse a inexcusables represalias diplom¨¢ticas y econ¨®micas.
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