Juliette Binoche revive la pasi¨®n y el amor salvaje de George Sand
La actriz protagoniza 'Confesiones ¨ªntimas de una mujer', de Diane Kurys
Alfred de Musset ten¨ªa 23 a?os cuando conoci¨® a Amandine Lucie Aurore Dupin, baronesa de Dudevant, m¨¢s conocida como George Sand, que iba a cumplir los 30 a?os.
'Dejar que la improvisaci¨®n supla el trabajo es casi siempre muy peligroso'
'Musset y Sand eran una pareja formidable. Y si lo eran entonces, lo son ahora'
Alfred de Musset ten¨ªa 23 a?os cuando conoci¨® a Amandine Lucie Aurore Dupin, baronesa de Dudevant, m¨¢s conocida como George Sand, que iba a cumplir los 30 a?os. De unos amores tormentosos, que durar¨ªan poco m¨¢s de dos a?os, surgir¨¢n algunos textos c¨¦lebres, como Confesiones de un hijo del siglo o Lorenzaccio, as¨ª como una serie de esquemas de comportamiento que simbolizan a la perfecci¨®n la actitud rom¨¢ntica. 'Cuando le¨ª Confesiones de un hijo del siglo no sab¨ªa que la mujer de la que hablaba Musset en ese texto autobiogr¨¢fico era George Sand', afirma Diane Kurys. 'Y a¨²n estaba m¨¢s en la inopia en lo que se refiere a la existencia de Ella y ¨¦l, la versi¨®n que Sand dio de sus amores 23 a?os despu¨¦s y a la que replic¨® el hermano del ya fallecido Musset con ?l y ella'.
Para Juliette Binoche, el proceso de aproximaci¨®n a los personajes fue distinto. 'Sab¨ªa pocas cosas de Musset y Sand, lo que aprendes cuando estudias, pero cuando Kurys me habl¨® del proyecto empec¨¦ a leer todo lo que pude. Adem¨¢s, nuestra ¨¦poca ha ido cambiando la mirada que podemos tener sobre ellos, no s¨®lo desde una obvia perspectiva feminista, sino y sobre todo porque el an¨¢lisis de manuscritos ha permitido, por ejemplo, demostrar que de Lorenzaccio se puede decir que es un regalo que ella le hizo a ¨¦l, que casi s¨®lo tuvo que poner la firma'.
El rodaje de Confesiones ¨ªntimas de una mujer fue muy accidentado. Kurys eligi¨® a Beno?t Magimel, hasta ese momento un antiguo ni?o-actor que, ya adulto, hab¨ªa destacado como secundario en Los ladrones (1996), de Andr¨¦ Techin¨¦. Magimel demostr¨® tanta voluntad de documentarse como Binoche y eso, quiz¨¢s, contribuy¨® a retrasar el rodaje. 'No quer¨ªa empezar a filmar si no estaba convencida de que todo lo que estaba en el gui¨®n era correcto', dice ella. 'Dejar que la improvisaci¨®n y la inspiraci¨®n suplan el trabajo es casi siempre muy peligroso', precisa Binoche que, con los a?os, se ha convertido en una actriz muy exigente, como lo prueba que abandonase una superproducci¨®n como Lucie Aubrac despu¨¦s de una semana de rodaje por desacuerdos en su manera de ver el personaje. 'Hab¨ªa hablado con la aut¨¦ntica se?ora Aubrac, me hab¨ªa comprometido a interpretar su personaje s¨®lo si no traicionaba la realidad. Y la realidad es algo m¨¢s profundo que los hechos'.
?Los motivos por los que prefieres un proyecto a otros? 'El gui¨®n, claro, es determinante, pero tambi¨¦n puede serlo el cineasta. Cuando es Michel Haneke el que te propone intervenir en una de sus pel¨ªculas, aceptas a ciegas, sin preocuparte por tu personaje. Sabes que es un director que tiene un mundo propio y de lo que se trata es de saber si t¨² quieres integrarte en ¨¦l. Otros realizadores dependen mucho m¨¢s del conjunto del proyecto, del productor, del gui¨®n, de los decorados. Son gente muy cualificada para llevar a cabo un trabajo de equipo pero tiene que haber coherencia entre todas las piezas. Por eso, a veces, parezco entrometida pero s¨®lo se trata de ser responsable, de interesarse por hacer bien el propio trabajo'.
Total, Diane Kurys tuvo que escribir varias versiones de Confesiones ¨ªntimas de una mujer antes de que la ¨²ltima obtuviera el visto bueno de Binoche que, mientras, a base de tanto documentarse y de hacerlo en compa?¨ªa de Magimel, hab¨ªa descubierto que el joven actor iba a ser tambi¨¦n su Musset en la vida privada, reemplazando a Olivier Mart¨ªnez, padre de su primer beb¨¦.
Como Isabelle Huppert o Sandrine Bonnaire, tambi¨¦n Juliette Binoche exige en las entrevistas que se respete su vida privada. Acepta extenderse sobre el car¨¢cter provocador de la actitud de Sand -'era una mujer que fumaba en p¨²blico, que ten¨ªa dos hijos, que hab¨ªa abandonado al esposo, que buscaba en sus amantes sucesivos ese amor divino en nombre del cual todo est¨¢ permitido, que se interesaba por la pol¨ªtica y manten¨ªa una activa vida p¨²blica'- pero es imposible preguntarle por Magimel.
Kurys, a su manera, s¨ª cuenta c¨®mo realidad y ficci¨®n se mezclaron. 'La historia entre Beno?t y Juliette reforzaba la credibilidad de su relaci¨®n, cuando les filmaba hab¨ªa entre ellos una qu¨ªmica suplementaria, la que aportaba la pasi¨®n real. Pero esa pasi¨®n, en un rodaje tan largo, con localizaciones distintas, con pausas para dejar que llegue otra estaci¨®n y las hojas de los ¨¢rboles cambien de color, tiene sus peligros, como el que Beno?t y Juliette decidiesen tener un hijo'. Y eso fue lo que sucedi¨®, lo que complic¨® la planificaci¨®n de algunas secuencias. 'Pero tambi¨¦n aport¨® un plus a otras. Hay miradas que no se inventan'.
'Musset y Sand son, en 1833, un equivalente a esos iconos pop, a Jagger y Faithfull o Reed y Nico, que eran modelos para los j¨®venes de los sesenta o los setenta. Su libertad de comportamiento, su voluntad de transgresi¨®n o provocaci¨®n, es la misma que la de nuestros mitos modernos', repite Kurys.
Para Binoche, la transposici¨®n moderna se hace en otros t¨¦rminos: 'Son personajes actuales porque su nivel de exigencia era muy alto. Su manera de abordar el amor, por ejemplo, lo que le ped¨ªan a la pasi¨®n, su voluntad de ir a fondo y no dejarse enga?ar, es algo que nos impresiona a¨²n. Y cuando lees Confesiones de un hijo del siglo es imposible no sentirse impresionada por esa imagen de toda una generaci¨®n de hijos concebida entre dos guerras o durante un permiso, entre dos largas estancias en el frente, cuando habla de esos padres ensangrentados que aparec¨ªan, los levantaban sobre sus pechos repletos de condecoraciones para luego dejarlos en el suelo mientras ellos montaban de nuevo en el caballo. Todo est¨¢ lleno de im¨¢genes potentes para hacernos comprender c¨®mo los a?os de Napole¨®n han marcado los esp¨ªritus. Lo que te agrada es eso, en definitiva, darte cuenta de que siguen siendo actuales porque Musset y Sand estaban muy bien en su ¨¦poca, eran entonces una pareja formidable. Y si lo eran entonces, lo son ahora. Y tambi¨¦n porque todas las generaciones hemos tenido que luchar contra la imagen de la precedente, contra esa imagen gigante del padre con medallas, que adopta otras formas en cada caso o pa¨ªs, pero que siempre existe'.
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