El Mundial, desde el pub
'Buen rompecabezas ser¨ªa cruzar Dubl¨ªn sin pasar por delante de un pub'. A esta l¨ªnea de Joyce habr¨ªa que agregarle, para ponerla al d¨ªa, 'de un pub con el televisor encendido'. La televisi¨®n de los irlandeses tiene m¨¢s deportes que ninguna: tiene todos, m¨¢s el hurling y el futbol ga¨¦lico. Dos o tres veces por semana los pubs se atiborran de celtas que buscan beber cerveza mirando en la tele cualquier cosa que dependa de un marcador.
Un s¨¢bado antes del Mundial no pod¨ªa ponerse un pie en los pubs del centro porque un grupo de golfistas a?osos disputaba en televisi¨®n el armadillo de oro, el premio mayor de un torneo de jubilados que se celebra anualmente en Waco Texas. Hace meses, un domingo, durante las finales del campeonato de rugby, a la nube de celtas locales que atiborraba los pubs, se sumaba otra de escoceses con falda, que hab¨ªan viajado en ferry para mirar las haza?as de su equipo por televisi¨®n, en la misma ciudad donde estaban aconteciendo. En estas islas con clima de perros, meterse en un pub para ver un juego acaba siendo el equivalente emocional a estar en el estadio: se aplaude y se grita con la misma intensidad y adem¨¢s se cuenta con la ventaja de que basta estirar la mano para hacerse con otra pinta de cerveza. Mientras en la mayor¨ªa de los pa¨ªses de occidente las televisoras manipulan, dosifican y revenden la transmisi¨®n de los partidos,en Irlanda pueden verse todos en RTE, que es la cadena nacional, y en la BBC que llega de Inglaterra.
Antes de que empezara el Mundial, dos agencias de turismo irlandesas anunciaban un viaje a Tailandia. Adem¨¢s de las playas y del sol, que en esta isla es un fen¨®meno tan frecuente como un eclipse, el atractivo consiste en poder ver los partidos del Mundial a la hora en que se juegan, sin batallar con la diferencia horaria. Estos viajes a Tailandia han sido un ¨¦xito, una alternativa frente a la de los m¨¢s de siete mil irlandeses que viajaron a Jap¨®n para seguir a su equipo.
Pero lo cierto es que en Dubl¨ªn, la diferencia de horario, gracias a la penumbra m¨¢gica de los pubs, no ha sido un factor de consideraci¨®n. El d¨ªa que Irlanda jug¨® contra Camer¨²n no cab¨ªa un alma en los pubs desde las siete de la ma?ana. En el descanso, (ocho y cuarto) ya se hab¨ªa consumido la mitad de las reservas de Guiness de la isla y en el pub donde yo estaba, un grupo de descamisados se echaba cerveza encima mientras media docena de celtas bar¨ªtonos entonaba canciones irlandesas.
Despu¨¦s del empate de Irlanda sigui¨® el Uruguay-Dinamarca y luego el Alemania-Arabia y cuando ya no hubo m¨¢s futbol, se vi¨® el hurling, un duelo de carambola, un rally en la jungla africana y un reportaje sobre el drama que protagonizaron el seleccionador McCarthy y la estrella Roy Keane. El asunto era salir del pub cuando la noche ofreciera un clima parecido al que hab¨ªa reinado en el interior durante el d¨ªa. Aunque el partido contra Alemania se jug¨® en un horario m¨¢s decente, los pubs comenzaron a llenarse desde el Rusia-T¨²nez, porque el noble objetivo era ver jugar a la selecci¨®n cuando la fiesta alcanzara la. La celebraci¨®n de los dos empates, festejados como triunfos, no tuvo comparaci¨®n con el triunfo ante Arabia Saud¨ª. No s¨®lo cada gol de aquel partido hac¨ªa brincar y gritar a los irlandeses; tambi¨¦n brincaron con cada repetici¨®n, y se volvi¨® a brincar con el resumen del partido. Incluso ayer, en un programa sobre las posibilidades de Irlanda ante Espa?a, la nube de celtas que abarrotaban el pub de Duke Street, brincaban, gritaban y se abrazaban, como si el gol de Robbie Keane hubiera sido marcado por primera vez.
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