'?De-Han-Min-Guk!'
Cuatro millones de surcoreanos se lanzan a las calles de su pa¨ªs a celebrar el triunfo mientras 40 viven su euforia en Madrid
Los surcoreanos ya han aprendido los misterios que rodean al bal¨®n. Y no s¨®lo a la hora de marcar goles. Tambi¨¦n a la de celebrarlos. Las calles de Se¨²l, la capital de su pa¨ªs, se llenaron ayer de improvisados aprendices de hooligans en su versi¨®n pac¨ªfica, m¨¢s de medio mill¨®n, que abandonaron la tradicional ceremoniosidad asi¨¢tica para lanzarse a las plazas gritando sin descanso: '?De-Han-Min-Guk!'. O sea, Corea del Sur en coreano.
En Madrid, en el recoleto callej¨®n sin salida en el que est¨¢ la Embajada, se repet¨ªa la misma letan¨ªa feliz: '?De-Han-Min-Guk!'. Italia hab¨ªa ca¨ªdo ante los diablos rojos del mar del Este y los surcoreanos, olvidando su habitual reserva, se abrazaban los unos a los otros dando saltos. Eso s¨ª, cada grupo con los de su mismo sexo.
Un estudiante de doctorado, de 25 a?os, agitaba compulsivamente el pu?o y, a su lado, uno de sus compa?eros ped¨ªa permiso con una reverencia a una de las empleadas de la delegaci¨®n diplom¨¢tica para poderse quitar la camiseta.
Los ojos rasgados se estrechaban a¨²n m¨¢s al dibujar las muecas de la euforia mientras las enormes banderolas surcoreanas cubr¨ªan los restos de una improvisada comida: sushi y una especie de torta de calamares.
'Ay, ay, ay..., eres la flor m¨¢s hermosa del pueblo. Eres mi amor, ay, ay, ay...', entonaban unos 40 surcoreanos -son cerca de mil los que residen en Madrid- mientras daban palmadas r¨ªtmicas. Ese estribillo de una canci¨®n popular, convertido en himno guerrero para la ocasi¨®n, acompa?¨® a su selecci¨®n durante toda la prorroga.
Los hinchas que presenciaron el partido en el campo aplaud¨ªan todo y aplaud¨ªan siempre, incluidas las amonestaciones al rival. Ululaban de entusiasmo si uno de los suyos controlaba una pelota intrascendente en el centro del campo. Y en Madrid todav¨ªa se aplaud¨ªa m¨¢s, tanto que incluso se vitoreaba a los jugadores en las repeticiones de la televisi¨®n como si se tratara de una segunda y merecida oportunidad para los suyos.
Fuegos artificiales
En Se¨²l y Danjeon, las ventanas de las casas se convirtieron en plataformas para lanzar cohetes y petardos. Tambi¨¦n, en miradores iluminados por los fuegos artificiales que inundaron ambas ciudades. Cerca de cuatro millones de personas siguieron desde pantallas gigantes instaladas en las calles el encuentro. S¨®lo en la plaza Gwanghwamun, de Se¨²l, se congreg¨® m¨¢s de medio mill¨®n de hinchas. Por las avenidas de las dos ciudades m¨¢s pobladas de Corea del Sur los aficionados celebraron el triunfo con los rostros completamente cubiertos con pinturas de los colores de su bandera: blanco, rojo y azul.
En la Embajada de Madrid no hubo pinturas de guerra. A lo m¨¢s que se atrevi¨® el embajador fue a quitarse la chaqueta gris y, con la corbata fuera de su sitio, casi colgando por un hombro, cerrar los pu?os con alegr¨ªa'.
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