La voz de las refugiadas
Acnur dedica hoy su D¨ªa Internacional a las mujeres de Afganist¨¢n y Colombia
Perdieron sus casas, sus afectos y hasta su identidad, pero no su voz. Enmudecieron, pero no para siempre. Al huir, sobrevivieron calentando las latas de comida preparada que les repart¨ªan las organizaciones humanitarias, cuidaron de sus hijos y limpiaron las tiendas del campo de acogida. Aparentemente sin ning¨²n futuro. Pero ahora quieren hacer o¨ªr su voz y convertir su destierro en un aprendizaje. Las mujeres son m¨¢s del 50% de los 50 millones de refugiados y desplazados -el 80% si se les a?aden los hijos que las acompa-?an-, la imagen m¨¢s repetida de todos los ¨¦xodos.
Hasta ahora, apenas eran m¨¢s que bultos que hu¨ªan o se asentaban en campos de paso. En alta mar, atravesando fronteras, o instaladas en los campamentos, muchas de estas mujeres han estado expuestas a tremendos peligros, algunas han sido da?adas f¨ªsica o ps¨ªquicamente. 'Cada vez que las tropas gubernamentales lanzaban un ataque, ¨¦ramos obligados a abandonar nuestro pueblo y trasladarnos a otro lugar', relata Sam Ol, una maestra camboyana refugiada en Kenia. El mismo miedo que oblig¨® a la afgana Fatuma a buscar refugio en Dinamarca. 'No recuerdo lo que sent¨ª cuando dej¨¦ Afganist¨¢n', rememora. 'Lo que mi coraz¨®n me dec¨ªa era que deb¨ªa salvar mi vida y salvar la vida de mis hijos y sus futuros hijos'. O el que empuj¨® a la adolescente liberiana Grace Kerula a tomar el Bulk Challenge, el barco que estuvo a la deriva al no ser admitido en ning¨²n puerto de ?frica occidental: 'Entrar o no en aquel barco se convirti¨® en una cuesti¨®n de vida o muerte', admite ella.
En algunos campos hay talleres destinados a reducir la agresividad de los hombres y para que acepten el protagonismo de sus mujeres
Cada vez son m¨¢s las refugiadas que piden al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) la oportunidad de participar con los hombres en la distribuci¨®n de los alimentos y en la organizaci¨®n de los campos, y de paso, aprender un oficio para ganarse la vida en el pa¨ªs de acogida o en el suyo propio. Tal como reconocen muchas de ellas, el paso por los campos o la llegada a nuevos pa¨ªses les ha servido para tomar conciencia de s¨ª mismas y reclamar derechos democr¨¢ticos. Para que su causa no caiga en el olvido, ACNUR ha dedicado este a?o la fecha del 20 de junio, D¨ªa Internacional del Refugiado, a afganas y colombianas, algunas de las m¨¢s castigadas de los ¨²ltimos tiempos.
'Hace 15 a?os nadie hac¨ªa caso de los problemas espec¨ªficos de las refugiadas. Pero, ?han ocurrido tantas cosas desde entonces! Ahora muchos Gobiernos aceptan que las solicitantes de asilo hablen con funcionarias para poderles contar sus experiencias de agresi¨®n sexual. Los problemas de discriminaci¨®n son prioritarios, y hay ya muchos proyectos que producen ingresos para las mujeres', reconoce Mar¨ªa, una trabajadora del ACNUR en el campo de Dadaab, en Kenia. Pero a?ade: 'Mientras las mujeres contin¨²en siendo violadas cuando van a buscar le?a para el fuego y las familias pasen hambre porque los hombres compran cigarrillos con la tarjeta de racionamiento, a¨²n queda mucho por hacer...'.
Las mujeres denuncian que los alimentos, a menudo insuficientes, llegan a veces caducados a los campos, por lo que reclaman un papel m¨¢s activo. Por otra parte, las familias refugiadas urbanas tambi¨¦n sufren hacinamiento y pobreza, al estar asentadas en zonas marginales. Sin embargo, muchas se han animado a estudiar, o han visto c¨®mo sus hijas, a las que ellas mismas han liberado de las tareas dom¨¦sticas, acuden al colegio.
Sin embargo, esto no basta y las mujeres reclaman un mayor poder de decisi¨®n sobre s¨ª mismas y su familia. Un poder que los hombres no est¨¢n dispuestos a compartir. 'Siempre hemos estado controladas por ellos', afirma una refugiada birmana del centro de Magasayay (Indost¨¢n). Para desactivar la resistencia masculina en algunos campos se crean talleres destinados a reducir su agresividad y a darles argumentos para que no se sientan heridos por el protagonismo de sus mujeres.
Adem¨¢s de estar presente en el reparto de v¨ªveres, las mujeres buscan cambios a largo plazo. Muchas quieren que la educaci¨®n que empiezan a recibir sus hijas no sea algo transitorio, sino permanente, una vez que vuelvan a su pa¨ªs. 'Cuando llegu¨¦ a Pakist¨¢n pensaba que lo hab¨ªa perdido todo, pero como refugiada he ganado mucho, ya que he tenido acceso a la educaci¨®n para m¨ª y mis hijas', confiesa la afgana Saida.
Otras trabajan para que se les reconozcan sus derechos a ser copropietarias o adquirir negocios propios, y, en el caso de las campesinas, para que se les incluya en el reparto de la tierra cuando vuelven a su lugar de origen, como ya ha sucedido en Guatemala. 'Nos dimos cuenta de que las casadas o con pareja no eran tenidas en cuenta a la hora de tener su propia tierra. Entonces decidimos luchar por el derecho a ser due?os conjuntamente de la tierra por nuestra propia seguridad y la de nuestros hijos e hijas', relata Mam¨¢ Maquin, la voz de las mujeres refugiadas guatemaltecas, un movimiento respaldado por ACNUR que ha conseguido que se respetara la igualdad de g¨¦neros en los acuerdos de paz de 1996. Peque?os logros en el mar de abandono en que se encuentran.
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