Tambores de tribu
Por un momento cre¨ª haber encontrado un objetivo preciso para el pasado fest¨ªn de Eurovisi¨®n. Un programa millonario en audiencia que tras haber intentado perfeccionar a los j¨®venes en las artes vocales llenaba los estadios y pon¨ªa emoci¨®n en los corazones yogures se hab¨ªa derrumbado como un castillo de arena y hab¨ªa puesto baja la cota de olvido. Despu¨¦s de arrastrar por los escenarios una de las letrillas m¨¢s gilipollas de la historia y de recibir las adulaciones conformistas de Nina y The Mamas and the Papas, los chicos de Operaci¨®n Triunfo (OT) desaparec¨ªan sin dejar rastro. Craso error el m¨ªo. Tras el rid¨ªculo de Eurovisi¨®n, la panda est¨¢ copando todos los bolos veraniegos. Es sabido que las fiestas mayores y las concejal¨ªas de provincias siempre han vivido de pandereta y tunantes, pero este verano tienen las de ganar con todos estos cantama?anas. Y Televisi¨®n Espa?ola, que revivi¨® con ellos la vieja consigna de Espa?a para los espa?oles, se forra con el pelotazo musical. Por una vez, y sin que sirva de precedente, coincido con Jordi Pujol cuando afirma que estamos ante una ola de espa?olismo zafio, aunque el honorable presidente deber¨ªa ajustar el patio de su ventana a¨¦rea, que no se distingue precisamente por amplitud de miras ni altura de voces. Tras la OT, la estudiantina ya es tan madrile?a como auton¨®mica.
Audiencia y fen¨®meno medi¨¢tico. He aqu¨ª dos conceptos que resbalan en cada movimiento para amagar el trapicheo de los gestores del show-business. No hay artista de la far¨¢ndula, publicista o productor de f¨¢cil arrastre que no enarbole la palabra audiencia para referirse a cualquier producto de mercado. Cuando en lugar de uno se junta todo el bestiario televisivo, la audiencia sirve para confirmar tanto los huevos de oro como las heces de la parrilla (que, dicho sea de paso, nunca he sabido por qu¨¦ la llaman as¨ª en lugar de olla expr¨¦s o batidora Moulinex, por ejemplo), desterrando la posibilidad de cualquier otro discurso que ponga en cuarentena sus propios prop¨®sitos.
Palabra comod¨ªn, eufemismo de otra menos fermentada para el pasteleo pero m¨¢s concreta, llamada censura. Toni Soler, el gu¨ªa de Malalts de tele y Set de nits, hablaba el otro d¨ªa de la censura de la audiencia ante los estudiantes de la Pompeu Fabra, y uno, iluso por naturaleza, pens¨® que se refer¨ªa a la audiencia como censura, cuando en realidad invocaba la falta de audiencia como raz¨®n para que los de TV-3 censuraran su programa. En suma, pensaba en la errancia de un cuerpo ventr¨ªlocuo que les hab¨ªa apoyado al principio y les retiraba el apoyo al final del programa, confirmando de este modo aquella idea de Casetti y Odin respecto a la neotelevisi¨®n: 'Todo pasa en funci¨®n de estar all¨ª. La televisi¨®n est¨¢ ahi, el p¨²blico tambi¨¦n. Nada m¨¢s'.
Daniel Dayan defini¨® al p¨²blico televisivo como una suerte de epifen¨®meno transitorio nacido del encuentro entre las estrategias de las industrias culturales y los grupos sociales a los que se dirig¨ªa. Hay, pues, una mediatizaci¨®n de la experiencia individual y social por parte de la televisi¨®n. El hecho de que haya una demanda plural en la sociedad no quiere decir que el p¨²blico de televisi¨®n forme parte de aqu¨¦lla. Tr¨¢tase m¨¢s bien de una masa indiferenciada y an¨®nima, perfectamente disciplinada ante un aparato que suena como el tambor tribal, que termina respondiendo a la propuesta televisiva como el comulgante recibe la hostia: de rodillas (o de pie y con las manos alzadas al ritmo de Europe's living a celebration, una genuflexi¨®n m¨¢s moderna y eurovisiva).
En cuanto al fen¨®meno medi¨¢tico, la existencia de un personal an¨®nimo que la pantalla ejercita para la gloria televisiva, de fuerte reclamo social, el sentimiento de gratuidad de unos eventos que sin la televisi¨®n no existir¨ªan como sucesos. En suma, una vasta patologia de la fama para agraciar al vulgum pecus. S¨¦ que no faltan an¨¢lisis sobre la defensa de los usos y gratificaciones de la televisi¨®n como cultura de masas (y en el caso que nos ocupa, de sana competici¨®n cola-cao y esforzada creatividad de las cuerdas vocales). Mecanismo apreciado por los oficiantes televisivos, a quienes la pereza y la ceguera del discurso intelectual (que, obviamente, no parece ser el suyo) impide un acercamiento a los deseos populares de distracci¨®n y entretenimiento, objetivables frente al racionalismo elitista. No es dif¨ªcil refutar estos argumentos, que abundan en una complaciente demagogia populista hacia los deseos del p¨²blico por triviales que sean. Como si la vulgaridad y la uniformidad tuvieran que ser objeto de adoraci¨®n para dar fe de una supuesta higiene -y miseria- del esp¨ªritu. Tal consenso tiene m¨¢s de extorsi¨®n que de plebiscito cultural.
Menos desde?able es el argumento de la eficacia cohesionadora de la audiencia. Me refiero al aspecto pol¨ªtico, aunque no vaya en la ¨®rbita de Dominique Wolton al situar el modelo de participaci¨®n social de la televisi¨®n poco m¨¢s o menos que en el ¨²ltimo tramo de una tradici¨®n civicorrepublicana con su correspondiente proyecto de emancipaci¨®n pol¨ªtica y cultural. El fil¨®sofo Gustavo Bueno, muy preocupado ¨²ltimamente por distinguir entre telebasura desvelada, telebasura fabricada y televisi¨®n limpia (prueba de la estricta relaci¨®n entre la televisi¨®n y la detergencia: el algod¨®n no enga?a), ve¨ªa en la participaci¨®n democr¨¢tica de la audiencia en programas de fuerte impacto social como Gran Hermano u Operaci¨®n Triunfo, ejemplos de juego sucio abierto a todo tipo de pucherazos. No s¨¦ si la cosa va tan lejos, aunque el ruido de familias, municipios y sindicatos para aupar a los respectivos paisanos de OT fue considerable y, mucho me temo, va a transformar el mapa patrio en la pr¨®xima edici¨®n. En todo este cascabeleo no est¨¢ lejos el imaginario de una palabra democratizada convertida en espect¨¢culo televisivo, en show est¨¦tico, y con una fuerza de cohesi¨®n mucho m¨¢s s¨®lida que la promovida por las instituciones politicas, muy desafectadas en toda la Europa eurovisiva (a excepci¨®n de Estonia y Lituania). El plebiscito social del aud¨ªmetro promueve un espect¨¢culo de conductas, una benevolencia social para el buen funcionamiento del mercado y, a la postre, transforma a los espectadores en un simp¨¢tico mercado de votantes. Apaga y v¨¢monos.
Dom¨¨nec Font es profesor de comunicaci¨®n audiovisual en la UPF.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Festival Eurovisi¨®n
- Opini¨®n
- Jordi Pujol
- Censura
- Nacionalismo
- Toni Soler
- Comunidades aut¨®nomas
- Festivales m¨²sica
- Libertad expresi¨®n
- Eventos musicales
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Ideolog¨ªas
- M¨²sica
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Operaci¨®n Triunfo
- Talent Show
- Programas concursos
- Programa televisi¨®n
- Televisi¨®n
- Programaci¨®n
- Medios comunicaci¨®n
- Comunicaci¨®n