Cuando las paredes hablan
El Museo Serralves, de Oporto, presenta a partir de hoy una amplia exposici¨®n monogr¨¢fica con obra reciente de la escultora Cristina Iglesias (San Sebasti¨¢n, 1956), una exposici¨®n que posteriormente tambi¨¦n ser¨¢ exhibida en la Whitechapel Art Gallery de Londres y la Fundaci¨®n Artesia de Bruselas, habiendo actuado como comisario Michael Tarantino. Con una trayectoria art¨ªstica a sus espaldas m¨¢s que notable, y que, desde finales de 1980, alcanz¨® una asimismo muy bien acogida proyecci¨®n internacional, Cristina Iglesias no requiere ser presentada ante ning¨²n buen aficionado al arte actual, si bien es cierto que se ha prodigado m¨¢s y mejor fuera de nuestras fronteras. No obstante, su gran muestra en el Palacio Vel¨¢zquez, de Madrid, o la muy importante que tuvo lugar en las sedes del Guggenheim de Bilbao y Nueva York, por citar s¨®lo lo m¨¢s relevante y reciente, pueden acreditar, a escala local, lo que antes se ha dicho sobre esta escultora vasca.
CRISTINA IGLESIAS
Museo Serralves Rua D. Jo?o de Castro, 210 Oporto (Portugal) Hasta el 6 de octubre
De todas formas, a pesar de su s¨®lido prestigio, la muestra itinerante de Cristina Iglesias, que ahora se inaugura en Portugal, tiene una especial relevancia, no s¨®lo por ser un amplio balance de su trabajo ¨²ltimo, sino porque supone una triple confrontaci¨®n espacial de una obra que siempre ha tenido una relaci¨®n muy estrecha con la arquitectura. En este sentido, aunque el n¨²cleo de lo que se va a exhibir en las tres diferentes sedes antes citadas var¨ªa poco, esta tensi¨®n con el lugar, tan connatural a su forma de concebir la escultura, promete experiencias y reflexiones muy interesantes. No hay que olvidar al respecto que Cristina Iglesias comenz¨® a darse a conocer, ya a comienzos de 1980, con lo que entonces se llam¨® 'piezas o esculturas de pared', una forma de dialogar t¨ªpica de su escultura con el per¨ªmetro mural.
A lo largo de los a?os, esta
conversaci¨®n ¨ªntima con la pared no ha dejado de ampliarse y complicarse, no s¨®lo desenvolvi¨¦ndose en todos los cerramientos que configuran un espacio construido, sino empleando toda suerte de recursos f¨ªsicos, simb¨®licos e ilusion¨ªsticos. En cierta manera, todo esto nos indica que Cristina Iglesias piensa y se expresa en una dimensi¨®n posvanguardista o posmoderna, para la que ya no hay limitaciones preestablecidas de ning¨²n tipo, ni materiales, ni conceptuales. Ha utilizado, por ejemplo, todo tipo de soportes en las combinaciones m¨¢s libres, como el hierro, el hormig¨®n, el alabastro, el aluminio, el tejido, el cristal, la madera, la fotograf¨ªa serigrafiada, etc¨¦tera. As¨ª como ha usado la luz y el color desde su tratamiento m¨¢s abstracto hasta como medios simb¨®licos o como trucos ilusion¨ªsticos de naturaleza ic¨®nica.
Pero no se trata de que posea un amplio y vers¨¢til registro, sino que los l¨ªmites de las artes y los g¨¦neros tradicionales ya no cuentan para ella: que lo que hace es ya de por s¨ª una mezcla de elementos y cualidades arquitect¨®nicas, pl¨¢sticas, pict¨®ricas y fotogr¨¢ficas. De esta manera, revisando el conjunto de piezas seleccionadas y el plan dispuesto en la instalaci¨®n del Museo Serralves, cabe percatarse de esa extraordinaria riqueza de efectos y situaciones. Ah¨ª estar¨¢n sus marquesinas de alabastro, donde la transparencia luminosa cuaja y se hace forma, generando as¨ª una especie de hornacina espacial; ah¨ª, tambi¨¦n, sus brillantes l¨¢minas met¨¢licas con sus im¨¢genes serigrafiadas como a contraluz; ah¨ª, en fin, sus techos flotantes, sus habitaciones con paredes vegetales, sus formidables celos¨ªas con sus misteriosos agujeros de luz y sus espectrales sombras, sus brazos de acero y hormig¨®n que se hincan como contrafuertes en la pared, sus sedas y tapices... El sentido de toda esta tramoya espacial no puede, sin embargo, ce?irse a la obviedad de un simple juego de relaci¨®n decorativa con la arquitectura, sino a una forma de transfigurar el espacio neutro de un edificio en una habitaci¨®n cargada de historias, como si el espacio estuviera, en efecto, animado, como si las paredes estuvieran dispuestas a hablar.
Es esta forma de elocuencia la que fuerza Cristina Iglesias insert¨¢ndose en la doblez que toda pared esconde, que es f¨ªsica, sin duda, porque una pared separa y comunica dos espacios, pero tambi¨¦n es una 'tapadera' espacial y, como tal, fuente de reflejos, transparencias, ilusiones, im¨¢genes y s¨ªmbolos. Los techos, por otra parte, cubren, pero tambi¨¦n pueden flotar sobre nuestras cabezas como palios, y, en suma, la propia materialidad de las cosas puede trastocar su naturaleza mineral en org¨¢nica. De repente, Cristina Iglesias nos muestra el env¨¦s de lo real, el potencial significativo que encierran los l¨ªmites y las demarcaciones con los que ilusoriamente creemos protegernos -separarnos- del exterior, sin percatarnos de que el espacio es fluido, cambiante, moldeable; que, en definitiva, una construcci¨®n, una guarida, no es sino un exterior interiorizado y, como tal, un lugar poblado por fantasmas f¨ªsicos y metaf¨ªsicos, pleno de recovecos, signos, s¨ªmbolos e ilusiones.
?sta es la gran lecci¨®n que nos proporciona Cristina Iglesias: que un lugar edificado por y para el hombre no reduce su capacidad a la utilidad que comporta, sino que constituye una experiencia, una vivencia, una revelaci¨®n, un acontecimiento espacial. Por eso, cuando se afirma que la escultura de Cristina Iglesias guarda una estrecha relaci¨®n con la arquitectura, no cabe m¨¢s remedio que aceptar esta evidencia, pero, sobre todo, porque nos demuestra que las paredes, adem¨¢s de o¨ªr, hablan, o, si se quiere, que, habiendo escuchado de todo, por fuerza tienen muchas cosas que contar, aunque su elocuencia no precise de sonidos, que tampoco desde?a.
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