El jefe
La funci¨®n hace al ¨®rgano y los pulgares son valor en alza, mutaci¨®n caracter¨ªstica de j¨®venes cibern¨¦ticos a una videoconsola y un telefonino pegados. Pero quienes aspiren a jefes har¨ªan mejor en cultivar ese ¨ªndice enhiesto que lucen los capitanes en el telediario, el mismo con el que apuntan al cielo mientras discursean admonitoriamente a la tropa. Manejando un tan poderoso ap¨¦ndice que ya quisiera para s¨ª ET, el adalid transmite la fuerza de su regia voluntad, y m¨¢s en ¨¦poca preelectoral. Por ejemplo: que ninguno de 'mis alcaldes' vaya al homenaje al sabio Batllori; que los ayuntamientos dejen de protestar por la contaminaci¨®n del Segura...
Las formas pueden ser m¨¢s o menos sicilianas, pero el dux, cualquiera que sea su color pol¨ªtico o su ¨¢mbito de actuaci¨®n, sobrevuela las cuitas terrenales envuelto en una nube de incienso, dej¨¢ndose aclamar universalmente. Los psic¨®logos norteamericanos explican la pedanter¨ªa esa del leadership, pero la verdad es que en todo Olimpo hay un dios soberano, un padre celeste, un futuro pensionista de lujo.
De igual modo es sabido que el dominio del caudillo no siempre responde a sus elevadas dotes de car¨¢cter e inteligencia, sino m¨¢s bien a esa conjunci¨®n de circunstancias e intereses que en un momento determinado le han sido favorables. Quiz¨¢ eso explique el desprecio que manifiesta ante la lecci¨®n del pr¨ªncipe prudente; quiz¨¢ por eso caiga tan a menudo en la tentaci¨®n de rodearse del Coro de Adoratrices del Fara¨®n, de buscar perros fieles capaces de lamer la mano que les golpea. As¨ª, los ministros se convierten en dom¨¦sticos, mansos que saben que antes de comer gambas de segundo plato primero es preciso apurar la hiel, y que el dedo con que se distingue al elegido y se rubrica su nombramiento ma?ana puede trocarse en espada flam¨ªgera se?al¨¢ndole la expulsi¨®n del para¨ªso.
Hay que valer. Las tribus tanzanas dicen que el gran jefe es la fronda y te ayudar¨¢ si te muestras lo bastante prudente como para que no te vuelva la espalda. Tambi¨¦n nos advierten que todos somos peque?os caracoles que buscan refugio bajo la hoja del bananero.
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