La ense?anza del fin
Todos los estudios denotan que los adolescentes salen de las escuelas mal preparados para el trabajo. Lo grave, sin embargo, es lo mal preparados que salen para la vida. O, lo que es m¨¢s importante: para asumir la muerte.
Hasta que la religi¨®n era un asunto asociado a la ense?anza los alumnos aprend¨ªan algo sobre el fin de la existencia. O m¨¢s todav¨ªa: aprend¨ªan el sentido de la existencia. Fuera verdad o no, el caso es que dispon¨ªan de una narraci¨®n m¨ªtica sobre el discurrir en este mundo, y se lo creyeran a fondo o no lo creyeran, siempre les quedaba la experiencia de que hab¨ªa alguna explicaci¨®n. Los sucesos positivos eran bendiciones de Dios, pero los negativos tambi¨¦n pod¨ªan serlo aunque no los comprendi¨¦ramos. Dios sobrevolaba nuestras acciones como un c¨®digo que traduc¨ªa cualquier absurdo en raz¨®n mayor. Los caminos de Dios pod¨ªan ser inescrutables e incluso irritables, pero ?c¨®mo discutir su suprema inteligencia y su saber? ?C¨®mo enojarse con Dios?
Gracias a la providencia, los avatares de la existencia, buenos o malos, se hallaban controlados y pose¨ªan finalidad. Gracias a la providencia la vida, por insoportable que nos parececiera, iba dirigida, en ¨²ltimo t¨¦rmino, a ofrecernos el cielo. Pero ?qu¨¦ sucede cuando en la escuela no nos hablan de Dios, cuando no nos dicen una palabra sobre el significado del sufrimiento, cuando ni se les ocurre hacer alg¨²n comentario sobre la muerte que nos aguarda. Esa escuela, o no se entera de lo que pasa o es que no quiere enterarse. ?C¨®mo podr¨ªa acreditarse como un buen centro de formaci¨®n?
Toda ense?anza que escatima el tema de la muerte no se dirige a los seres humanos. Sin una atenci¨®n al sufrimiento, a la adversidad, al dolor, la escuela descarta importantes cantidades de vida, pero si, encima, no dice nada sobre morir, la estafa es completa. Est¨¢ bien que se discuta sobre si la asignatura de ¨¦tica deba ocupar el puesto de la religi¨®n para los no creyente, pero no se trata s¨®lo de la ¨¦tica. La ¨¦tica, dice Savater siempre, es el arte para ser feliz. Pero ?qu¨¦ ocurre cuando lo que se trata es de v¨¦rselas con lo nefasto o incluso con lo peor de todo?
Los chicos, las chicas, los adultos cambiar¨ªan su forma de comportarse y juzgar el mundo si fueran imbuidos de su final. Y tampoco se trata de amargarlos, sino de espabilarlos. La raz¨®n de introducir la muerte en los estudios ser¨ªa la de proveerles de una perspectiva m¨¢s cierta e intensa de la vida real. No ir¨ªan las cosas, sino que mejorar¨ªan mucho. La idea de la solidaridad, del dinero, del amor, ganar¨ªa el incalculable valor que proporciona la presencia de la mortalidad.
De la muerte suele tenerse hoy s¨®lo una idea. Y aversiva, puesto que cada vez se habla menos de ella y se la evoca como una excrecencia sin tino, un momento excrementicio por donde se echa el ¨²ltimo aliento. La religi¨®n aureolaba la muerte con el ingreso en el m¨¢s all¨¢, pero ahora es un callej¨®n donde tropieza cada uno con sus inmundicias. ?Es ¨¦sa la verdad? ?Es la existencia humana tan lineal como para acabar s¨®lo en gusanos? Pero no siendo as¨ª, ?por qu¨¦ no referirse a ello? O siendo as¨ª, ?por qu¨¦ no comentarlo? Una ense?anza sin muerte es la muerte absoluta de la ense?anza, porque no tratar de lo que m¨¢s importa descalifica cualquier instituci¨®n sobre el saber.
Ahora, tal como se encuentran las cosas, todos los alumnos de los colegios de curas y de monjas llevan una ventaja decisiva a los que reciben una educaci¨®n seglar. Es muy posible, en el mejor de los casos, que unos y otros sepan lo mismo de materias para ganar dinero, crear una familia y construirse una vida, pero los segundos no poseen recursos existenciales para cuando pierden el dinero, se destruye la familia o empieza a desfallecer la salud. Todo lo tienen que inventar sobre la marcha. Y a solas. Sin que la escuela haya meditado colectivamente con ellos, detenidamente, la condici¨®n humana y el dolor del fin.
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