Polifemo en su caverna
El llamado Milenio produjo innumerables fastos y conmemoraciones medi¨¢ticas. Unas suscitaron alguna reflexi¨®n interesante; otras fueron m¨¢s o menos ocurrentes o desatinadas; las m¨¢s se dedicaron a hacer estallar petardos. Entre ¨¦stas, este 'diario' de Jean-Fran?ois Revel que, para ser justos, es casi una traca de invectivas cotidianas, escritas a lo largo del a?o 2000. Y entre los desatinos, la decisi¨®n de traducirlo al espa?ol; por a?adidura, con un t¨ªtulo que traiciona el original, Les plats de saison, que s¨ª revela lo que el libro es: men¨² compuesto por platos de la temporada, de gusto, ali?o y condimentaci¨®n exclusivamente franceses.
Visiblemente disgustado con el Milenio, Revel escribi¨® estas airadas anotaciones como Polifemo en su caverna, todos los d¨ªas del a?o y al calor de los acontecimientos, y sin m¨¢s orden que el cronol¨®gico. Lo primero que llama la atenci¨®n del lector es el proyecto del libro: ?qu¨¦ otra cosa hace el se?or Revel sino escribir a vuelapluma en las tres o cuatro columnas de peri¨®dico que alimenta casi a diario y declamar en los p¨²lpitos, tertulias, debates televisados, simposios y conferencias en los que interviene, semana tras semana? El se?or Revel es un profesional de la opini¨®n y, como tal, un personaje habitual de los medios de comunicaci¨®n de masas franceses, ensayista y comentarista pol¨ªtico, ex director del semanario L'Express y, desde hace un par de a?os, miembro de la Acad¨¦mie Fran?aise. Sus obras, siempre pol¨¦micas, est¨¢n puntualmente en las librer¨ªas europeas. ?Por qu¨¦ escribi¨® este libro? O bien por pura vanidad -hac¨ªa mucho tiempo que yo no le¨ªa un discurso tan fatuo y eg¨®latra- o bien porque s¨®lo consigue conciliar el sue?o, seg¨²n ¨¦l mismo confiesa, entre las once de la noche y las cuatro de la ma?ana.
DIARIO DE FIN DE SIGLO
Jean-Fran?ois Revel Traducci¨®n de Rosa Mar¨ªa Mart¨ªnez y Teresa Clavel Ediciones B. Barcelona, 2002 430 p¨¢ginas. 17,99 euros
La vida del se?or Revel es
aburrid¨ªsima. Seg¨²n se desprende de este dietario, se levanta de madrugada y se atiborra con la lectura de todos los peri¨®dicos, escucha las noticias de la radio y la televisi¨®n, prepara alguna comparecencia p¨²blica, o un libro o la diatriba cotidiana, asiste a una reuni¨®n de la Acad¨¦mie, donde inevitablemente protesta contra el deterioro de la lengua francesa (como cabe a un acad¨¦mico), almuerza con alg¨²n amigo de alto rango, a quien da lecciones sobre su profesi¨®n, asiste a nuevas tertulias y conferencias en los lugares m¨¢s rec¨®nditos del planeta o presenta alg¨²n libro propio, y por la tarde concurre en calidad de invitado de honor a la ¨®pera o a cenar en casa de alg¨²n otro personaje p¨²blico. Incluso se permite dar plant¨®n al Eliseo. Su ¨²nico vicio confeso, adem¨¢s de la lectura de la prensa, es la gastronom¨ªa, que administra con la misma prepotencia que sus opiniones pol¨ªticas, fiscalizando el n¨²mero de estrellas que la gu¨ªa Michelin asigna a los restaurantes.
Las ideas de Revel se autocalifican de liberales, aunque su 'liberalismo' es demasiado belicoso e intolerante para ser razonable, y con m¨¢s justicia habr¨ªa que alinearlo junto a la derecha m¨¢s conservadora. Su dietario destila un malestar inconsolable: la 'cohabitaci¨®n' Chirac/Jospin le parece grotesca; la cultura administrada por los socialistas, ramplona y demag¨®gica; la Universidad, una f¨¢brica de ignorantes. Tiene tres o cuatro bestias negras a las que fustiga todo el tiempo: Jos¨¦ Bov¨¦ y los ecologistas (con excepci¨®n de Joshka Fischer, a quien respeta, seguramente porque Fischer es ahora ministro), los militantes de la antiglobalizaci¨®n, Jack Lang, la presi¨®n fiscal, el diario Le Monde y los que denuncian el calentamiento del planeta por efecto de la contaminaci¨®n industrial; pero sobre todo abomina de los comunistas, a los que ve agazapados en todas partes, unas veces como marxistas reconvertidos, estalinistas travestidos (Putin), trotskistas infiltrados o simplemente crueles bolcheviques cuya ¨²nica vocaci¨®n ha sido la de practicar el genocidio contra sus pueblos.
En el cap¨ªtulo de las solucio
nes, Revel se parece al doctor Strangelove. De un lado ve la amenaza constante de la corrupci¨®n y la indecencia o la impunidad, del otro la barbarie totalitaria. Pero sus propuestas alternativas son palos de ciego. ?Problemas de inseguridad ciudadana? Que la polic¨ªa cumpla con su trabajo. ?Invasi¨®n de inmigrantes ilegales? Cerrar las fronteras. ?Desastre ecol¨®gico cuando un petrolero se estrella contra las costas de Breta?a? Que el Gobierno imponga multas tremebundas a las compa?¨ªas navieras. ?Drogas en las fiestas rave? A deg¨¹ello con los contraculturales que, para colmo, despu¨¦s de la juerga se apuntan a destruir G¨¦nova, aupados por los trotskistas de Le Monde Diplomatique. ?Nolte dice que el antisemitismo nazi tiene 'un punto racional'? Pero si es eso es un desliz sacado de contexto. Y a ver cu¨¢ndo venden la prensa en las gasolineras de las autopistas francesas...
En fin.
Por contraste con el de Vargas Llosa, el 'liberalismo ilustrado' de Revel deja ver la conocida faz del viejo autoritarismo resentido, que es el mismo del se?or Le Pen, aunque presuma de tener otro signo. Resulta f¨¢cil, y por eso mismo peligroso, coincidir con sus bramidos, porque parecen de sentido com¨²n a la hora de echar denuestos contra la estupidez y la mala fe; pero sus 'soluciones' son las mismas que uno suele escuchar a un taxista enfurecido; o sea, otro que se pasa el d¨ªa oyendo la radio.
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