Se nos va
Lo de siempre: ruido, furia y confusi¨®n. El pleno monogr¨¢fico sobre autogobierno celebrado en el Parlamento vasco el pasado viernes ha tenido como resultado la misma mezcolanza que viene cocinando la pol¨ªtica vasca desde hace ya cinco a?os, convertida en estomagante men¨² de cada d¨ªa y cada d¨ªa y cada d¨ªa. Hubo un tiempo en que cualquier plato de nueva cocina sab¨ªa a nata; en nuestro caso, sea cual sea el plato preparado, una espesa salsa autodeterminista oculta lo que de novedoso y atractivo pueda tener. El viernes tocaba autogobierno, conceptualizaci¨®n infinitamente m¨¢s laica, por lo tanto m¨¢s pol¨ªtica, por lo mismo m¨¢s pr¨¢ctica, que otras denominaciones con las que se acostumbra a caracterizar el futuro pol¨ªtico de los vascos.
Sin embargo, todo acaba sabiendo a lo mismo. En primer lugar, a incertidumbre. El pueblo vasco tiene derecho a decidir sobre su vinculaci¨®n con Espa?a, se nos dice. Muy bien, ?pero cu¨¢ndo sabremos la vinculaci¨®n que el nacionalismo gobernante nos propone? En segundo lugar, a ruptura: ?por qu¨¦ el 49% de la poblaci¨®n va a tener derecho de veto sobre la voluntad del otro 51%?, se nos dice. No se trata de derecho de veto, pero una realidad ya instituida, como es el caso de la Euskadi estatutaria, es capaz de sostenerse incluso sobre mayor¨ªas minoritarias, mientras que una realidad por constituir exige adhesiones y consentimientos masivos, muy superiores a la mayor¨ªa simple. Las cosas son as¨ª, pero por desgracia la pragm¨¢tica pol¨ªtica parece pesar menos que la filosof¨ªa, el derecho y hasta la aritm¨¦tica. Y as¨ª nos va.
Como se?ala Manuel Cruz (Hacerse cargo, 1999), vivimos tiempos en los que la consigna parece ser la de empezar ex novo cada d¨ªa. Las actitudes inaugurales, representadas por expresiones como 'pasar p¨¢gina', 'empezar de nuevo', 'nueva transici¨®n', 'nuevo marco', 'nuevo proyecto', parecen investidas de connotaciones positivas desde su misma enunciaci¨®n, al tiempo que son rechazadas la memoria de lo que hemos sido, la continuidad hist¨®rica entre pasado y presente. La pregunta caracter¨ªstica de esta actitud inaugural es la siguiente: '?Es que acaso no tenemos derecho a cambiar?'. Se?ala Cruz que esta pregunta deber¨ªa ser contestada con esta otra: '?Es que acaso no tenemos derecho a preguntar por las razones de los cambios?'.
El nacionalismo vasco mayoritario sabe que una Euskadi autogobernada no tiene lugar en una Europa de Estados naci¨®n. Sin embargo, sigue cubriendo todas sus propuestas, incluso las m¨¢s razonables (de una vez por todas el Gobierno espa?ol debe dejar de hacer trampas con el Estatuto) con una indigesta salsa de ortodoxia estatonacionalista. 'Estamos necesitados de nuevos puntos de encuentro. ?se es uno de los grandes problemas te¨®ricos que me planteo en este momento', confiesa Juan Jos¨¦ Ibarretxe en un momento de la larga entrevista biogr¨¢fica realizada por Javier Ortiz. En opini¨®n del lehendakari, dos son las bases sobre las que ve posible establecer 'un nuevo pacto de convivencia, un nuevo pacto de Estado, si se quiere: la primera, que hay que cumplir lo que en su d¨ªa acordamos; la segunda, que hay que abrir las puertas al desarrollo de las potencialidades del Estatuto sobre la base del reconocimiento que la propia Constituci¨®n hace de nuestros derechos hist¨®ricos'. Para ser plenamente coherente, falta una tercera base que debe a?adirse a las se?aladas por Ibarretxe: reconocer expresamente que Espa?a, una Espa?a que debe desestatonacionalizarse con todas las consecuencias, es el marco de desarrollo del autogobierno vasco. Un marco con el que el nacionalismo vasco ha de comprometerse cr¨ªticamente, eliminando as¨ª de una vez por todas los miedos de quienes temen las consecuencias de la reivindicaci¨®n autodeterminista fuerte.
Hay que desenchufar la respiraci¨®n asistida al Estatuto de Gernika, dice Batasuna. Algo tiene que ver esta opci¨®n por la eutanasia pol¨ªtica con aquella cr¨ªptica sentencia de Jos¨¦ Elorrieta el 19-J: este pueblo se va. Es cierto. Este pueblo se va, se nos va, se nos est¨¢ yendo entre las manos.
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