De Argentina, con amor

No nos lo merecemos, pero aqu¨ª est¨¢ de nuevo. El mercado espa?ol se muestra refractario a la apabullante riqueza musical y literaria de Fito P¨¢ez, dato lamentable que se compensa por los v¨ªnculos familiares de Fito y los profesionales de su esposa, que le hacen volver una y otra vez a Madrid. As¨ª que, a lo largo de los a?os, hemos tenido oportunidad de experimentarle en diferentes locales y con las formaciones m¨¢s variadas: con Los Rodr¨ªguez, en solitario, en tr¨ªo, con gran banda. Lo de ayer fue diferente y, posiblemente, a¨²n m¨¢s intenso que todo lo anterior.

Le acompa?a un cuarteto de muchos megatones. Un grupo extraordinario que se adhiere a Fito y le acompa?a en todos sus palos: el tanguero, el barroco, el jazz, el blues, el latino, el heavy. Viene Fito cargado de razones. La primera, demostrar que su aventura cinematogr¨¢fica no ha disminuido su compromiso con la m¨²sica. La segunda, el hecho de que su cancionero hoy tiene una relevancia extra: la cat¨¢strofe argentina redimensiona esas historias autobiogr¨¢ficas, esas cr¨®nicas de amor y desamor, esas vomitonas de ira.

Juega en casa, claro, ante una nutrida representaci¨®n de la colonia argentina. Y cosa grande es comprobar c¨®mo las canciones m¨¢s sentimentales funcionan como descargas el¨¦ctricas entre ese p¨²blico, que toma su papel y canta estribillos y hasta estrofas enteras.

Fito es un profeta pose¨ªdo por su arte, un hurac¨¢n que hace volar canciones, un todo con su instrumento. Cuando agarra la guitarra el¨¦ctrica, parece un desali?ado Pete Townsend, un adolescente perdido entre decibelios de rabia. Ese Fito rockero es una novedad tan convincente como cuando esculpe complejas melod¨ªas a los teclados.