Mal viaje de amor-odio
Se sabe -suele ocurrir con muchos grandes escritores- que Salman Rushdie (Bombay, 1947) no se caracteriza por un desarrollado sentido del tacto y de la oportunidad. Su novela Verg¨¹enza le signific¨® el repudio pakistan¨ª en 1983 y ya todos saben lo que ocurri¨® con la publicaci¨®n de Los versos sat¨¢nicos en 1989. Furia abri¨® un nuevo frente de batalla como canci¨®n de amor/odio a Nueva York -que le hab¨ªa abierto su coraz¨®n y ofrecido santuario- al ser editada d¨ªas antes de que a alguien se le ocurriera estrellar dos aviones de pasajeros contra dos edificios muy altos. Dato que pudo haber alentado lo que fue una lapidaci¨®n coral y cr¨ªtica de esta novela/diatriba grosera, ret¨®rica, caprichosa, gratuita, pedante, rencorosa, narcisista, arbitraria, camorrera y pol¨ªticamente incorrecta hasta lo infantil, pero no por eso menos fascinante por todas las razones -buenas y malas- posibles. Una novela que dentro de la obra de Rushdie aparece casi como un freak, pero un freak anunciado.
FURIA
Salman Rushdie Traducci¨®n de Miguel S¨¢enz Sagaseta Aret¨¦. Barcelona, 2002 335 p¨¢ginas. 20,50 euros
Ya lo hab¨ªa advertido Rushdie en El suelo bajo sus pies (1999), donde juraba que no volver¨ªa a escribir sobre su patria. 'India, manantial de mi imaginaci¨®n, fuente de mi salvajismo, destructora de mi coraz¨®n. Adi¨®s', se le¨ªa all¨ª. Lo que era apropiado y coherente: despu¨¦s de todo nadie puede negarle a Rushdie el rol de gran revitalizador e importador de la novela india escrita en ingl¨¦s para el resto del mundo y de maestro de nov¨ªsimos como Ruchir Joshi y no tan nuevos como Amitav Gosh. Igualmente valiosa -en lo que a valor nutritivo pop se refiere- es su leyenda posfatwa en la que hoy puede ser un m¨¢rtir huyendo de asesinos fundamentalistas y ma?ana cantar junto a U2 para luego noviar con la bella modelo Padma Lakshmi mientras filma alguna escena haciendo de s¨ª mismo en la pel¨ªcula El diario de Bridget Jones.
Misi¨®n cumplida, a otra cosa; y, s¨ª, de alg¨²n modo, Furia es el perfecto y acaso involuntario autorretrato de esa contradicci¨®n medi¨¢tica y existencial y de esa fatiga de materiales ficticios o no. Furia nada tiene de la voluntad hist¨®rico-panor¨¢mica de Hijos de la medianoche, o de la apolog¨ªa rock de El suelo bajo sus pies, o -acaso la mejor de todas ellas- del delirio milenarista de El ¨²ltimo suspiro del moro. Todo lo contrario; y aqu¨ª viene lo extra?o: el car¨¢cter y las intenciones de Furia est¨¢n m¨¢s cerca de cierta narrativa judeo-manhattanesca que del realismo m¨¢gico indio. Si a algo recuerda Furia es a novelas como El planeta de Mr. Sammler, de Saul Bellow, o El teatro de Sabbath, de Philip Roth, donde el h¨¦roe aparece siempre en ca¨ªda, arrastrando a todo y a todos con la coartada de vivir y padecer tiempos apocal¨ªpticos. Furia funciona entonces como un parad¨®jico y tan despiadado como euf¨®rico ascenso a los infiernos norteamericanos -reminiscente de la cr¨®nica gonzo de Hunter S. Thompson, el pulso anarco de Chuck Palahniuk y la paranoia androide de Philip K. Dick-, cortando todos los hilos y no dejando t¨ªtere con cabeza mientras a¨²lla por una 'nueva Roma m¨¢s provinciana que sus provincias' donde 'la velocidad de la vida contempor¨¢nea supera la capacidad del coraz¨®n'.
As¨ª, la mejor forma de leer Furia -novela donde, como en Bellow, la trama no es tan importante y lo que importa es su textura casi documental tatuada de nombres que van de Susan Sontag a Donald Trump, de Otelo a La guerra de las galaxias- es entenderla y aceptarla como una bizarra invitaci¨®n a una nueva Ciudad Esmeralda. Rushdie en m¨¢s de una ocasi¨®n ha se?alado al filme El mago de Oz como la clave inspiradora de toda su novel¨ªstica y aqu¨ª vamos otra vez acompa?ados por un gu¨ªa alucin¨®geno y alucinado y, por encima de todo, furibundo: Malik Solinka, nacido en Bombay, 55 a?os, alguna vez profesor de Filosof¨ªa en Cambridge, fugitivo de su hogar londinense, adicto a los juegos de palabras y creador de Cerebrito -una popular mu?eca televisiva y anfitriona de un show donde viaja a lo largo y ancho de la historia entrevistando a los m¨¢s c¨¦lebres pensadores de la humanidad-, que lo convierte en un hombre rico y, posiblemente, en un asesino serial amn¨¦sico. Solanka quiere 'borrarse a s¨ª mismo' en Nueva York con una intensidad que combina la locura consumista de Brett Easton Ellis con el angst de un Woody Allen anfetam¨ªnico mientras intenta descubrir qui¨¦n est¨¢ matando a todas esas mujeres de la alta sociedad y, de paso, c¨®mo hacer equilibrio sobre esa delgada l¨ªnea que separa a la Alta Cultura del comercio cultural y de la fama como 'estado de la mente'. Se desvela el primer misterio, el segundo -lo supon¨ªamos- no tiene soluci¨®n: Furia es, s¨ª, una american novel escrita por un extranjero y sufrida por un turista irritado que no comprende el mal viaje de lo que sucede a su alrededor. Irritaci¨®n que, por momentos, se traslada a un lector que no sabe si condenar o apiadarse de Solanka. Y de Nueva York. Y de Rushdie, claro.
'Las tradiciones est¨¢n para romperlas', dijo Rushdie en una entrevista. 'Un artista es el hombre m¨¢s peligroso del mundo', sentencia Solanka. Furia rompe peligrosamente con la tradici¨®n de lo que deb¨ªa ser y cab¨ªa esperar hasta ahora de una novela de Rushdie y acaba ofreciendo -como la nube negra que, en la portada, parece amenazar la gloria del Empire State- el perturbador y desconcertante paisaje de lo que ocurre cuando, al fin, la v¨ªctima decide convertirse en victimario y el perseguido en perseguidor.
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