Cambiar de piel
William Puente es un anodino empleado de un banco; es uruguayo, vive en Buenos Aires, su mujer y su hija adolescente acaban de abandonarlo para regresar a Montevideo. De golpe cambia su vida: confundido con un tal G¨®mez, es secuestrado por una banda de bolivianos y obligado a actuar como alto directivo en una financiera, tapadera para el lavado del dinero de la coca¨ªna. Puente se resiste, afirma una y otra vez que ¨¦l no es G¨®mez. Pero pronto comprende que ser G¨®mez es mucho mejor que ser Puente: vive en un estupendo d¨²plex del mejor barrio de Buenos Aires, tiene ch¨®fer, billetera llena y podr¨¢ contratar para todo servicio a Florencia, la bella -antes inalcanzable- secretaria de su antiguo jefe en el banco.
EL OTRO G?MEZ
Diego Paszkowski Sudamericana. Barcelona, 2002 175 p¨¢ginas. 12,62 euros
Su desaf¨ªo ser¨¢, entonces, ser cada vez m¨¢s G¨®mez y menos Puente; pero para que la metamorfosis sea completa deber¨¢ conjurar la amenaza de que el otro G¨®mez vuelva a reclamar su lugar. Diego Paszkowski (Buenos Aires, 1966), cuya primera novela gan¨® en 1998 el premio del diario La Naci¨®n, trabaja en El otro G¨®mez sobre uno de los ejes del imaginario rioplatense: el cuestionamiento acerca de la identidad, el sujeto como sede de un forcejeo entre el origen y el proyecto, el yo como producto de una usurpaci¨®n y la consiguiente escalada paranoica. Otra novela reciente de un joven escritor argentino, La mujer de Wakefield, de Eduardo Berti (Tusquets, 2000), es asimismo una variaci¨®n sobre el tema de un hombre que convive con su propio fantasma. Paszkowski se mantiene a mucha distancia del cuento de Nathaniel Hawthorne largamente parafraseado por Berti, pero en ambos aparece un personaje obsesionado por su doble, que acaso tiene en su v¨¦rtice la atenta lectura de ciertos relatos de Henry James.
La novela de Paszkowski expone este conflicto de identidad en una superficie con escaso espesor narrativo: en las largas incursiones de G¨®mez por Bolivia el narrador se deja llevar por una curiosidad un tanto tur¨ªstica y la lucha de Puente por ser un G¨®mez mejor que el propio G¨®mez es m¨¢s repetitiva que evolutiva. El libro parece pensado para devenir en gui¨®n de cine, como si esperara a su vez una metamorfosis propia. Subsisten empero las buenas ideas del argumento, y El otro G¨®mez queda como una curiosa novela de g¨¦nero.
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